19 de septiembre, muy presente lo tengo yo
Hace un año hacía un sol resplandeciente cuando se soltaron las amarras de la tierra y todo comenzó a precipitarse. Hoy nos hemos levantado de los escombros por la magnífica y humanitaria administración de los recursos del Fonden, las donaciones nacionales y extranjeras, así como por el muy sensible sacrifico de los altísimos funcionarios y políticos que dejaron su vida de pachás para que los damnificados pudieran tener cobijo mientras comenzara una reconstrucción que, sin duda, mantuvo a raya a las constructoras carroñeras.
Por supuesto, quienes decidieron asentarse a un lado de sus edificios y casas dañadas lo hicieron por una incapacidad para dejar apegos y no porque “alguien” se hubiera carranceado los recursos. En ese sentido, como hay mucho resentido social, qué bueno que el dotor Mancera, que tanto luchó porque Ciudad de México se levantara como María Félix, y que ha sido tan incomprendido, tenga fuero. Por eso ahora sí pide mano dura, pero no contra él.
Y lo peor es que el Informe sobre el 19-S que ha presentado Derechos Humanos no contribuye a que se apacigüen los sospechosismos: se afirma que hay cientos de edificios dañados que siguen ahí, de pie, como un árbol que se tambalea, o que 93 por ciento de los municipios carece de reglamentos de construcción, que falta un atlas de riesgo en 13 de las 16 delegaciones, que no hubo respeto a los derechos humanos o que la instalación de campamentos fue de terror, que se sigue construyendo a lo buey por encima de las normas y los DRO se siguen pasando de lanzas y así.
Casi que dicen que el gobierno federal y en especial el de Mancera sirvieron para muy poco a la hora del desastre. Por ese tipo de comentarios se le pierde el respeto a la autoridad y por eso muchos se burlan del señor Amieva, que se quedó a cuidarle el changarro a don Miguel Ángel (y miren, lo ha hecho tan bien que ya esto parece Reynosa), al proponer una policía universitaria.
No sé por qué todo esto me recuerda al camión alegórico de la Sedena que recorrió las calles con un homenaje al programa DN-III, con la simulación de un edificio en ruinas de donde salía una mano sangrante que, en su realismo surrealista, no se sabía si saludaba o pedía auxilio.
Como quiera que sea, supongo que quienes defendieron a capa y espada el honor de la señora Mónica García, dueña del Rébsamen, que anda como pollito en fuga desde que la Interpol le puso la ficha roja, van a cooperar para pagarle la fianza. Anden, no sean gachos, rescátenla.