El FCE festeja a Arreola con la edición de su poesía
Los escritores Juan Villoro, Jorge F. Hernández, Rosa Beltrán y Alberto Chimal hablan de su primer acercamiento con los libros del autor jalisciense; la editorial expone sus acuarelas
Hacia la década de los 90 del siglo pasado, en Guadalajara se publicó una pequeña plaqueta que llevaba por título Antiguas primicias, conformada por obra poética de Juan José Arreola, un género por el cual sentía una atracción muy especial.
“Sé que en vida fue muy crítico consigo mismo en términos poéticos”, recuerda su nieto, Alonso Arreola, “pero si pensamos en su obra, hay un alto índice de prosa poética y lo que más existía en su prodigiosa memoria era poesía. Me da mucho gusto que surja una buena cantidad de poemas, los cuales muestran parte de su construcción sentimental y estética”.
El Fondo de Cultura Económica (FCE) será el encargado de publicar Perdido voy en busca de mí
mismo. Poemas y acuarelas, una compilación de Orso Arreola, con edición de Felipe Vázquez, con el cual se participa en las actividades conmemorativas por el centenario del nacimiento de Juan José, a lo que se suma la exposición Arreola en
el Fondo, albergada por la Galería Luis Cardoza y Aragón del Centro Cultural Bella Época (CdMx).
El libro contiene poemas inéditos, además de las acuarelas, esa otra vena de Juan José Arreola: el personaje imparable, que no podía estarse quieto: “Podía andar pintando o haciendo un nuevo ajedrez o una raqueta, y es muy lindo que se muestre esa parte también”.
Alonso Arreola recuerda que desde el año pasado pensaron en abrir la casa y los archivos de Juan José, porque “si mi abuelo fue tan dadivoso en vida, tan generoso y desparramado, queríamos que siguiera sucediendo eso. Al final es de todos: el centenario se ha vivido de manera natural, pensando que él sigue vivo, que sigue echando relajo”.
Mi libro favorito de Arreola
Juan Villoro Bestiario. Ahí alcanzó una tensión estilística excepcional, algo importante porque estamos ante uno de los mayores artesanos del idioma. Arreola siempre se preció de trabajar las palabras como los sastres trabajan las telas o los ebanistas lo hacen con las maderas. Lo sorprendente de ese libro es que no lo escribió, sino que lo dictó, y su amanuense fue nadie menos que José Emilio Pacheco. Nunca sabremos si la precisión para describir a esa fauna literaria le debió algo al propio Pacheco. Jorge F. Hernández Prosodia y variaciones sintácticas, pues lo edité y prologué en la colección Fondo 2000. Arreola era una luz desde la voz imparable, que hilaba sílabas sin silencio; en el pequeño volumen que editamos se nota su amor por la prosa con alma leve de malabarismo, como si fuera un poeta al que se le desataron todas las palabras más allá del verso y sí, como dijo Borges, un genio que pudo haber nacido en cualquier idioma y en cualquier época.
Rosa Beltrán
Confabulario. El título describe perfectamente a su autor: un confabulador, es decir, alguien que reúne y cuenta fábulas. Sus cuentos son piezas sorprendentes, perfectas, con todo y la influencia que hoy nos parece tiene de la literatura del absurdo. Nos trajo esos mundos europeos en los que era tan avezado. Y esa universalidad, junto con la prosa impecable, pero excéntrica, fue su mayor virtud y también la causa de que no sea tan leído hoy y, por lo tanto, no se le recuerda como parte del canon de aquellos que construyeron el camino hacia “lo mexicano”.
Alberto Chimal
Confabulario, porque fue el primero que leí y porque, en su variedad, en la multiplicidad de sus textos, daba la impresión de ofrecer siempre algo nuevo y distinto. Y eso es una experiencia que no tiene igual para una persona que comienza a leer. Todavía ahora descubro, a cada cierto tiempo, que recuerdo con precisión detalles de tal o cual texto de ese libro, y también influencias suyas en lo que yo mismo escribo.