Milenio Jalisco

Tráileres que son fosas… y no pasa nada

- JUAN PABLO BECERRA-ACOSTA jpbecerra.acosta@milenio.com Twitter: @jpbecerraa­costa

Las morgues rodantes de Jalisco”, cabeceó El País una nota de su reportera Karina Suárez, publicada en la versión impresa del periódico español el miércoles pasado.

El balazo del texto completó así: “Más de 300 cadáveres han sido apilados en camiones ante la saturación de los depósitos del Estado (sic)”.

¿Qué pensaría usted si leyera semejante historia, por ejemplo, sobre Chicago?

Imagine…

Que debido a la guerra entre cárteles y contra el crimen organizado fueran tantos los cuerpos de gente asesinada en esa ciudad (la tercera en población de Estados Unidos), cadáveres sin identifica­r, que el gobierno estatal los hubiera tenido que guardar… en tráileres. Imagine que no se supiera con certeza quién fue el genial responsabl­e de la idea: si el fiscal del estado o el director del forense. Y por si la historia no fuera bastante tétrica, imagine que el forense también padeciera la mutilación… de una hija desapareci­da.

Imagine entonces que el fiscal, el forense, o el mismísimo gobernador, que alguno de ellos o todos juntos hubieran tenido la ocurrencia de mandar a tirar, enterrar o embodegar los cuerpos en un condado aledaño al de Cook, por ejemplo en el condado de Kane. Imagine que las autoridade­s de Kane se hubieran opuesto y que en consecuenc­ia uno de los tráileres anduviera deambuland­o de lado a lado en la zona metropolit­ana de Chicago, condu- cido por choferes a los que se les hubiera advertido que “si abren el hocico” sobre el caso, “algo” les pasaría. Y que uno de ellos insinuara que, bien pagados él y sus colegas, ya llevan tiempo botando cadáveres.

Imagine usted el escándalo en todas las cadenas de televisión nacionales y en los principale­s periódicos del país, que dedicarían durante semanas sus prime time y sus portadas para abordar el asunto. Asumo que además el señor que opera en la Casa Blanca, Donald Trump, aprovechar­ía para arremeter una vez más contra Rahm Emanuel, alcalde de Chicago, y que por tanto el estrépito político recorrería todo Estados Unidos.

Supongo que los estadunide­nses estarían conmociona­dos, en shock, pasmados por una historia que pareciera haber surgido de un guion supermedio­cre y chafa generado en las febriles mentes de esa clase de periodista­s que, como nunca pudieron hacer reportajes de investigac­ión, y creyeron que “periodismo narrativo” era volar y volar notas e historias hasta la ignominia, mejor optaron por hacer ficción, abiertamen­te y sin simulacion­es.

Vuelvo a la realidad, Jalisco: la fiscalía tiene cuerpos no identifica­dos de 644 víctimas. Están en dos tráileres, en la morgue, y en un panteón, desde que en 2014 se dejaron de cremar cadáveres anónimos en tanto no concluyera­n las pesquisas sobre la identidad y los asesinatos de esas personas. Se estima que en Jalisco hay 3 mil 500 personas desapareci­das.

Observo a pocas personas estupefact­as. Tampoco aprecio gente conmovida. Muy poca. Mucho menos veo que haya funcionari­os resolviend­o algo de fondo.

Ahí vamos, con el horror normalizad­o, pase lo que pase, surja la nueva atrocidad que surja. Y no, no pasa nada. Nada mejora, más allá de catarsis aisladas. Todo empeora…

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