Maestro del desastre y aprendiz de bufón
Su hija en la portada de una famosa revista de farándula y él haciendo de patiño en un sketch de un youtuber, son el colofón ideal para un sexenio de chunga, de cuchufleta, de vacilada. Mientras el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, se divierte, y tal vez ensaya para participar en algún casting pensando en un futuro trabajo como actor, el territorio mexicano que estuvo a su cargo durante seis años es escenario de las más dantescas historias de horror; convertido hoy en un cementerio, con cientos de miles de desaparecidos, personas dirigiéndose de un lado a otro buscando a sus hijos, hermanos, esposos, padres, tráileres rodando por las calles con cientos de cuerpos sin ser identificados, miles de fosas clandestinas, estudiantes muertos por hacer una tarea, y los niveles más altos de inseguridad de la época moderna. ¿En serio pretende hacernos reír? No señor Peña, lo suyo no nos causa ninguna gracia.
En medio de lo que es tal vez la situación más crítica que vive el país en materia de seguridad el presidente Peña tuvo -para no variar- el mal tino de servir de bufón -esta vez voluntariamente-, en el show del influencer José Manuel “Chumel” Torres, quien es un periodista-comediante al frente del noticiero en YouTube “El Pulso de la República”. En un video con duración de 3 minutos, el youtuber logra enlazar una conversación -vía telefónicacon el presidente Peña, en la que lo llama “Lord” y aprovecha para preguntarle por el término de su gestión; enseguida le pone la canción de Luis Miguel “No me puedes dejar así”. El de Atlacomulco reconoce que hubo altas y bajas y le pide se ponga de acuerdo “con quienes llegan”. Le solicita también que ya no lo llame “Mi Lord” y le manda un corazoncito dibujado con sus manos -otra vez mal hecho- y enseguida lo corrige y lo vuelve a plasmar con sus dedos “para que no me digan nada”, acota. El sketch termina con Peña pidiendo a su secretaria, Teresa, ya no le pase más llamadas “Ni Ciro ni nadie más”.
Peña Nieto mantiene el nivel más bajo de aceptación entre los mexicanos con apenas poco más del 10 por ciento en agosto pasado, sin embargo, parece no importarle ni a él ni a su familia. Un ejemplo más de que nunca han visto más allá de su propio ego es la reciente aparición de su hija Paulina en la portada de una revista del corazón con 18 páginas en su interior hablando de ella, de la primera dama y de “secretos de la familia”. Pero ello tampoco es novedad, así iniciaron el sexenio siendo portada de revistas de espectáculos, solo el escándalo de “La Casa Blanca” las hizo alejarse temporalmente de esas publicaciones. Ni “La Gaviota” ni sus hijas han ocultado nunca su estilo de vida, repleto de lujos, de viajes fastuosos, de excesos en gastos suntuosos y excentricidades como lo fue la reciente aparición del prestigiado tatuador de las estrellas, Jon Boy -quien ha plasmado su arte en pieles como la de Justin Bieber y Rhiana- a quien recibieron en la Residencia Oficial de Los Pinos para que tatuara a Sofía y Paulina.
El presidente Peña Nieto, quien ha anunciado que en cuanto entregue el poder abandonará su carrera política para regresar a establecerse en su querido Estado de México, cederá el timón dejando a nuestro país entre la más cruenta lucha por el poder entre los carteles del crimen organizado que no dan tregua e intensifican cada vez más sus embestidas en la interminable disputa por dominar el territorio mexicano.
Y en medio de ese escenario, el señor Peña pretende que nos riamos. No señor Peña, usted no nos hace reír, lo suyo es una mala imitación del ex presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, un tipo con un ángel y una simpatía natural que lo mismo decía chistes que bromeaba, bailaba, cantaba, y hacía sketches, buenos sketches, memorables. Solo que usted debe recordar que Obama fue un mandatario que sí gobernó, que sí dirigió acertadamente a su país, que es respetado y querido mundialmente. Usted señor Peña, es exactamente todo lo contrario; sus chistes aun cuando sean de sí mismo no nos causan gracia porque ya nos hemos reído de usted hasta el cansancio. Su legado no será de simpatía ni de felicidad, acaso de bufón, acaso de patiño. Pero no señor Peña, los mexicanos no tenemos absolutamente nada de qué reírnos ya ni siquiera de usted.