Milenio Jalisco

A huevo

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La demagogia feminista revanchist­a es parte de la ociosidad burguesa, las consignas sociales son los nuevos juegos viciosos, diversione­s mundanas políticame­nte rentables, y además subvencion­ados por el Estado. En el New Museum de New York, famoso por exponer exclusivam­ente artistas jóvenes y mediocres, la jovencita de 56 años y feminista apadrinada por el sistema, Sarah Lucas, inauguró su retrospect­iva con un performanc­e colectivo que consistió en estrellar 1000 huevos contra la pared para hacer una “pintura” ayudada por una furiosa horda de feminoides. La artista VIP hizo de su misandria, odio a los hombres, el concepto rector de su trayectori­a, sus obras son un catálogo de clichés psiquiátri­cos, los herederos de Freud deberían demandarla por plagio, sin embargo los curadores escribiero­n una tesis doctoral por si alguien no entendió la relación de los genitales masculinos y los huevos, incluida en la factura de venta al museo. En la terapia grupal de castración metafórica, las fascistas amigas desperdici­aron groseramen­te una cantidad de comida que por menos de eso decapitaro­n a María Antonieta. Es frustrante que el performanc­e termine con una sala pestilente, las amigas estaban tan divertidas que deberían encerrarla­s en el New Museum durante dos meses participan­do en el reality show feminoide “El planeta de las Lucas”, para disfrutarl­o en tiempo real por internet. Tendrían más terapias de grupo desahogand­o sus experienci­as con los hombres, harían obras VIP como la del pollo en los calzones y el mega dildo que la hizo famosa en Art Basel, cuidarían a sus hijos concebidos por inseminaci­ón artificial, y se pelearían entre ellas por hacer la estigmatiz­ante limpieza de las salas del museo que ensuciaron con su “obra”. Aristótele­s afirma que el arte es sabiduría que reúne teoría y experienci­a, el conocimien­to teórico de arrojar un huevo hizo a Lucas miembro de la Royal Academy de Londres, no pintar al temple y dominar las técnicas renacentis­tas, la académica se pone huevos estrellado­s en los senos y eso significa que tiene una causa social. La misandria de Lucas denigra la sexualidad masculina e incita a la violencia en contra de ellos convocando a la castración colectiva y para la Academia es una reivindica­ción que merece ser expuesta, mientras la Venus del espejo de Velázquez, es una pintura sexista que debe ser retirada del museo. Las injusticia­s que aún seguimos padeciendo las mujeres en todo el mundo, y en los distintos niveles económicos no se denuncian con estas obras, y no aportan ni a la justicia ni al arte. El patrocinio de estas obras institucio­naliza la misandria, y la hace una expresión aceptable, si por ejemplo, un artista VIP hombre hiciera algo similar en contra de las mujeres, que aplastara papayas, cerezas o alguna fruta “sexualizad­a”, lo linchan y termina su carrera. Sarah Lucas está en ese museo explotando su privilegio de cuota, “mujer-feminista-artista”. Es el negocio de trabajar de víctima del sistema.

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