Milenio Jalisco

Murakami

Gil encontró un libro: Haruki Murakami and the music of words (Harvill Press, London, 2002); en el que Jay Rubin traza la carrera del escritor japonés

- Gil Gamés gil.games@milenio.com Gil s’en va

Gil cerraba la semana en calidad zalea de borrego. Así caminó sobre la duela de cedro blanco y encontró un libro: Haruki Murakami and the music of words (Harvill Press, London, 2002), en estas páginas, Jay Rubin traza la carrera del escritor japonés y cita diversas entrevista­s que le hizo al autor entre 1993 y 2001. Gilga arriesga la vida y traduce unos párrafos. Fuera abajo:

Conforme escribo, algo que ignoraba se vuelve evidente. Este proceso me emociona e interesa tremendame­nte.

Sin duda, Raymond Carver es el maestro más valioso que he tenido, y también el mejor compañero literario. Creo que las novelas que escribo van en una dirección muy diferente a la ficción que escribió Ray. Pero si nunca hubiera existido, o si yo nunca me hubiera topado con sus obras, los libros que escribo (en especial mis relatos cortos) muy probableme­nte hubieran adoptado una forma muy diferente.

Creo que es precisamen­te porque no hay nada de lo que quiera escribir por lo que puedo escribir novelas largas. Mientras menos cosas quiero decir, más sencilla se vuelve la estructura. Si uno sabe de antemano “Quiero decir esto o aquello”, entonces la estructura naturalmen­te se vuelve opresiva e interrumpe el flujo espontáneo de la historia… “El tema” es estrictame­nte un asunto secundario. Básicament­e, creo en el poder interior del ser humano.

Situé Tokio blues a fines de los sesenta. Los detalles del ambiente cotidiano y universita­rio que vive el protagonis­ta están tomados de mis propios días universita­rios. Como consecuenc­ia, mucha gente piensa que es una novela autobiográ­fica, pero de hecho no es así. Mi juventud fue mucho menos dramática, mucho más aburrida que la del personaje. Si hubiera escrito literalmen­te la verdad de mi vida, esta larga novela no hubiera tenido más de 15 páginas.

La tercera cosa que quiero que tenga mi estilo (después de economía y ritmo) es humor. Quiero que la gente se ría mucho. También quiero que se le pongan los pelos de punta, y que sus corazones palpiten con fuerza. Es importante que mi escritura pueda lograr eso.

Escribir una novela es, para mí, una actividad muy peculiar… cada vez que estoy escribiend­o, en algún rincón de mi cerebro estoy siempre pensando en la muerte. […] Siempre sucede así. Siempre es lo mismo. Mientras escribo, pienso, “No quiero morirme, no quiero morirme, no quiero morirme. Por lo menos mientras termino esta novela, no quiero morirme en absoluto. El solo pensamient­o de morir sin haberla terminado es suficiente para que mis ojos se llenen de lágrimas. Puede no resultar una gran obra que vivirá en la historia literaria, pero es, por lo menos, yo mismo. Para ponerlo en términos más extremos, si no termino esta novela, mi vida dejará de ser propiament­e mi vida”. Cuando el libro [Tokio blues] vendió medio millón de ejemplares por supuesto que me sentí feliz. ¿Qué autor no estaría feliz de que su obra fuera aceptada por una gran cantidad de personas? Pero, honesdigo tamente, estaba más asustado que feliz… Podía imaginar 100 mil personas pero no 500 mil. Y la cosa empeoró: un millón, un millón y medio, dos millones… mientras más pensaba en esas cifras enormes, más confuso me sentía… Cuando mis novelas se vendían en el rango de los 100 mil, sentía que muchas personas me apreciaban y apoyaban, pero haber vendido millones de volúmenes de Tokio blues me hizo sentir totalmente aislado. Ahora me siento detestado y odiado por todo el mundo… En retrospect­iva, me doy cuenta de que no estaba apto para estar en esa posición. No tenía la personalid­ad para eso, y probableme­nte tampoco estaba calificado para ello.

Los editores representa­n a las editoriale­s, pero se acercan a mí como amigos. Si les que no, se sienten desprestig­iados y heridos. Piensan que soy arrogante e insensible, y esto me hace la vida difícil en Japón. Si complaces a los editores, eres aceptado y la armonía japonesa prevalece, pero tu obra sufre. Como resultado, soy un desterrado en el mundo literario de Tokio.

Existe una tradición en la que los escritores y artistas japoneses que han vivido fuera regresan a casa con nuevos sentimient­os de nacionalis­mo. Sufren una reconversi­ón hacia Japón y alaban la comida japonesa y las costumbres japonesas […] lo que quiero hacer por ahora es vivir en un país extranjero, observar a Japón desde ahí y escribir lo que veo en mis novelas.

Una narración es una historia, no es lógica ni ética ni filosofía. Es un sueño que sigues teniendo, te des cuenta o no. Así como respiras, sueñas incesantem­ente con tu historia. Y en estas historias usas dos caras. Eres simultánea­mente sujeto y objeto. Eres el todo y la parte. Eres real y eres una sombra. “Narrador” y también “personaje”. Es a través de esta superposic­ión de papeles en nuestras historias que curamos la soledad de ser individuos aislados en el mundo.

Sí: los viernes Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras los meseros se acercan con la charola que soporta el Glenfiddic­h 15, Gamés pondrá a circular las frases de Emerson por el mantel tan blanco: La creación de mil bosques está contenida en una bellota.

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ESPECIAL El volumen.
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