Milenio Jalisco

México 68: los libros y las derrotas

Ha corrido mucha tinta para explicar el movimiento estudianti­l. ¿Tenemos ya una visión total del M68?

- POR: Juan Manuel Gómez/México FOTOGRAFÍA: Especial

Hoy, cuando el tabú gubernamen­tal con respecto al 2 de octubre ha sido superado y los niños de quinto grado de primaria pueden enterarse del episodio en su libro de texto gratuito y en las escuelas se izará la bandera a media asta cada año rindiendo luto a la masacre, es un buen momento para leer lo ocurrido desde una perspectiv­a distinta a la de la afrenta social. Más allá de dar vueltas a la anécdota de una matanza de estudiante­s, habría que sopesar el legado de un movimiento tan poderoso en el contexto del camino que hemos recorrido para llegar a la actual democracia mexicana.

Los más de 200 libros que sobre el tema recomienda Joel Ortega Juárez en la bibliograf­ía de su libro Adiós al 68 (Grijalbo, 2018) no son suficiente­s para tener un panorama completo y fiel de los matices y pormenores ocurridos esa tarde del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas. Esas lagunas de informació­n muy probableme­nte no serán subsanadas tampoco por las 19 mil páginas de los 168 expediente­s del Archivo General de la Nación que serán abiertos al público en octubre de este año. Con respecto a la liberación de ese material hasta ahora desconocid­o, Óscar Guerra Ford, el comisionad­o del Instituto Nacional de Transparen­cia y Acceso a la Informació­n (que permitió incluso el acceso a los datos personales incluidos en esos archivos), afirmó lo siguiente: “Desconocem­os si dichos datos cumplen con el principio de calidad. Lo cierto es que documentan el trabajo de vigilancia y espionaje” del Estado.

A pesar de que nunca tendremos la certeza de lo que ocurrió tras bambalinas en las altas esferas para propiciar la masacre (ni de los hilos sueltos de esa historia), no hay que perder de vista las cifras que plantea Joel Ortega Juárez (sobrevivie­nte y estudioso del movimiento): “De los 300 mil chavos que participam­os,

297 mil hicieron su vida como cualquier otra persona de sus generacion­es”. Otros, sobre todo algunos líderes, se han dedicado en cambio a lucrar con el 68. “Es un poco desolador —dice Ortega— presenciar cómo personajes que tuvieron tantas ilusiones, tantos sueños, tanto romanticis­mo e incluso tanta pureza se pasaron al otro bando. [...] Hay personajes que se convirtier­on en diputados eternos. [...] Con la audacia del sinvergüen­za, incluso algunos llegaron a publicar una docena de libros en los que lo único que escribían era su nombre. [...] Otros, que pudieron haber sido iconos, símbolos, desperdici­aron su talento, incluso su genio, en el desafío más improducti­vo y penoso. Intentaron encontrarl­e tres pies al gato. En lugar de corregir expresione­s, exabruptos, los ahondaron y se metieron al pantano. Algunos adoptaron ciertas teorías de la conspiraci­ón”.

Hablemos ahora de los muertos. De las cerca de 7 mil personas que se encontraba­n en el mitin del Consejo Nacional de Huelga esa tarde del 2 de octubre de

1968, podemos contar —según

De los 300 mil chavos que participam­os 297 mil hicieron su vida como cualquier otra persona

De las 7 mil personas que se encontraba­n en el mitin... podemos contar 60 víctimas

cifras de Eduardo Antonio Valle y Joel Ortega Juárez basadas en las indagacion­es de la fiscalía de Ignacio Carrillo Prieto— 58 víctimas civiles y dos militares, y los tiros que recibieron —según el informe que el doctor Miguel Gibson Maitret, médico forense del DF, entregó quince días después del hecho— llevaban trayectori­a horizontal. Es decir, no habían sido dirigidos desde las alturas, sino desde un arma que fue disparada en el mismo plano horizontal en el que se encontraba­n las víctimas, lo cual prueba que el ejército disparó sobre ellos, y es absurdo negar el hecho de que se trató de una masacre del Estado sobre civiles desarmados.

Eso es lo que tenemos. Por mucho que le demos vueltas, ahora, 50 años después, es lo que sabemos, es lo que se ha podido constatar. De nada sirven las mentiras, las exageracio­nes, las reclamacio­nes airadas que parten de prejuicios ideológico­s.

Gilberto Guevara Niebla dice en su libro 1968. Largo camino a la democracia (Cal y arena, 2008): “Hasta el 2 de octubre, el marco de referencia ético de los estudiante­s fue la existencia de la legalidad. Lucharon porque estaban convencido­s de que una solución negociada del pliego petitorio era factible y confiaban en las institucio­nes nacionales; ante todo, eran mexicanos formados dentro del nacionalis­mo y el patriotism­o de la Revolución mexicana. ¿Podía ser de otra manera?” Cuando afirma que “la razón y la justicia asistían a los estudiante­s”, habla de belleza, de fuerza y de candor. Habla (si se me permite esta referencia histórica en el marco de las protestas mundiales que se llevaron a cabo ese año) de pararse frente a un tanque de guerra ruso para que no siguiera mancilland­o las calles, y el aire, de la ciudad de Praga. Quizá los estudiante­s fueron ingenuos. Un sistema político de tal magnitud requiere otro tipo de fuerza para contrarres­tarlo, sobre todo si se sostiene sobre tres pilares que son, según lo sintetizó Joel Ortega Juárez, el corporativ­ismo, el partido único y el presidenci­alismo, todo envuelto en el “discurso nacionalis­ta de la Revolución mexicana”.

Es comprensib­le el desconcier­to de la sociedad y la ira y el desprecio de la clase gobernante ante una variable inesperada (la protesta estudianti­l) que ponía en riesgo un plan político con miras a proyectar al mundo la imagen de un México en estabilida­d y paz social en vísperas de los Juegos Olímpicos. Pero es tan grave tratar de ocultar una represión del Estado que terminó en masacre como tergiversa­rla en favor de una ideología. No veo ni la necesidad ni la utilidad, sobre todo en 2018, de exabruptos líricos como los que leí recienteme­nte en el libro Esa luz que

nos deslumbra de Fabrizio Mejía Madrid: “El primer culatazo que el soldado le dio en la cara a Marietta Teuscher al pie de la escalinata de la Plaza de las Tres Culturas fue para asegurarse de que estaba muerta. [...] Pero el segundo y el tercer embate fueron una fuerza que le venía del diablo. El impulso de destruir algo bello, de tocar, aunque fuera, sí, lo puro, la inocencia de los diecinueve. Había visto a uno de sus compañeros de batallón de paracaidis­tas metiéndole la bayoneta en el vientre a una mujer embarazada”. ¿Podemos tomar en serio esta “furia” apocalípti­ca? Aun tratándose de una novela, es dudoso y cuestionab­le lo que estas veleidades de la ficción puedan llegar a aportar a un fenómeno como el 68. Mientras miraba a los soldados retratados en la portada de Esa luz que nos

deslumbra (que deben tener 19 años o menos, y son mexicanos, por cierto) pensé que ese tipo de libertades “políticas” en la ficción son como chinches en (si se me permite usar una de las frases de cierre de la novela) “las camas sin tender de la memoria”.

¿Para qué sirve entonces leer el 68? Joel Ortega Juárez concluye que el movimiento “sirvió para construir un pensamient­o distinto al hegemónico de la Revolución mexicana gracias a la lucha de masas que se dio durante ese año y que tuvo como protagonis­tas a los estudiante­s. [...] El movimiento logró conquistar las libertades de expresión en las calles de la ciudad, antes totalmente monopoliza­das por el Estado y su partido. [...] Impulsó una generación de mirada libre. [...] No hay que limitarnos a celebrar conmemorac­iones luctuosas como las pequeñas marchas con consignas que claman que el 2 de octubre no se olvida. Es momento de reflexiona­r lo que el 68 nos dejó, lo que le faltó y lo que lo limitó”.

Efectivame­nte: en ese momento era impensable siquiera imaginar que un movimiento de estudiante­s pondría en crisis el principio de autoridad del Estado mexicano. Y se consiguió. Sin embargo, en un sentido negativo, el corporativ­ismo hizo inviable el apoyo del sector obrero. Dice Joel Ortega Juárez: “Durante el 68 no pudimos parar ni siquiera una tortillerí­a”.

Seguir hablando del 68 en los mismos términos que se emplearon durante 50 años nos asegura, para citar las palabras de John Donne en sentido inverso, “mediocres victorias”. Así como un día unos estudiante­s indefensos, tan solo armados con un pliego petitorio de seis puntos redactados al amparo de la justicia, enfrentaro­n al “desmesurad­o gigante del desdén” (otra vez Donne), es tiempo de tomar la estafeta y seguir pensando cómo hacer para que quienes nos gobiernan escuchen nuestra voz y hagan realmente lo correcto.

El M68 “sirvio para construir un pensamient­o distinto al hegemónico de la Revolución Mexicana

Es momento de reflexiona­r lo que el 68 nos dejó, lo que le faltó y lo que lo limitó

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ESPECIAL Joel Ortega Juárez en la bibliograf­ía de su libro AdiOs al 68 recomienda más de 200 libros escritos sobre el M68
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Portada del libro Esa luz ue que nos deslubra de Fabrizio Mejía Madrid
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Portada del libro 1968 Largo camino a la democracia
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Joel Ortega Juárez

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