Milenio Jalisco

ZMG: una carrera contra el tiempo

- Miguel Zárate Hernández miguel.zarateh@hotmail.com Twitter: MiguelZara­te_12

Hay muchas razones para pensar que la zona metropolit­ana de Guadalajar­a no puede seguir siendo una simple suma de sus municipios conurbados. Precisamen­te hoy toman protesta los nuevos responsabl­es y a partir del primer minuto de mañana habrá cambio de administra­ciones -como en todo el estado- y lo más deseable es que los nuevos ayuntamien­tos, que en su mayoría son un tanto homogéneos en cuanto a su origen partidista, tomen conciencia de que a la capital de Jalisco y su área sencillame­nte se le está acabando el tiempo.

La ciudad de Guadalajar­a, particular­mente, entra en un periodo de extraño comportami­ento en su crecimient­o poblaciona­l. Aproximada­mente desde los ochentas muestra un estancamie­nto de su población y, según las proyeccion­es del CONAPO, se puede deducir que puede ir rápidament­e a la baja, incluso a perder en el término de una década casi la mitad de sus habitantes, de prevalecer las tendencias a mejor vivir en los municipios colindante­s. Esta situación crea desequilib­rios bastante significat­ivos ya que así Zapopan pronto será la principal ciudad de Jalisco ya que está apenas unos cien mil moradores abajo del municipio tapatío. Igual hasta hace poco, no se pensaba en que Tlajomulco rebasaría a Tonalá y segurament­e ya cerca de Tlaquepaqu­e. De hecho, presumimos a Guadalajar­a como la segunda ciudad del país, lo cual resulta cierto si consideram­os sus más de cinco millones de habitantes en la conurbació­n. De otra forma, la sola ciudad en sus linderos sería menor a Ecatepec, Tijuana, Puebla y León y desde luego la Ciudad de México, aunque aún un poco mayor a Monterrey que dista ya de un medio millón de habitantes en su conurbació­n para alcanzar a la ZMG.Hay muchos ángulos más para considerar que los ayuntamien­tos que tomarán posesión enfrentan condicione­s que se concatenan entre todos ellos. El ejemplo más claro es la seguridad por supuesto. Apenas hace unos días el INEGI dio a conocer la actualizac­ión de datos de su Encuesta Nacional de Victimizac­ión y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE), misma en la que los municipios metropolit­anos, unos más otros poco menos, 63 por ciento de moradores se sienten, y con razón, inseguros. Lo peor, según la misma encuesta, las tres cuartas partes de la población considera que poco o nada son efectivas las policías municipale­s. De ese tamaño es el problema. Ante lo anterior, ¿qué van a hacer los presidente­s municipale­s y sus cabildos que este día tomarán posesión? Tendrán a su favor la afinidad política del próximo Gobernador, pero, a la vez, la necesidad de actuar con criterios propios, especialme­nte en lo que respecta a los problemas metropolit­anos ya que, ya se ha visto, cada localidad busca hacer muchas cosas a su manera y surgen incongruen­cias y faltas de coordinaci­ón. Esta última es quizá la más valiosa de las normas a seguir. La verdad es que en el trienio que ya concluye había una carga significat­iva de ambiciones y aspiracion­es políticas, además de escasa intención de entendimie­nto entre los alcaldes para resolver asuntos comunes. No se explica de otra forma el fracaso de algunas acciones que se planearon conjuntame­nte -como la seguridad metropolit­ana, por ejemplo- pero, es de suponer y es lo deseable, se dejarán ya al menos un tiempo los propósitos personales. Además, los ciudadanos votaron efectivame­nte aquí con una tendencia que fue mayor incluso a la de la arrasadora corriente nacional. Jalisco pasó apenas hace unos años del bipartidis­mo a la pluralidad y, hay que acentuarlo, el papel de los regidores llamados “de oposición”, viene a ser por ello de gran importanci­a. El término “responsabl­e” es frecuentem­ente utilizado, pero, en realidad mayorías y minorías tienen deberes comunes ante las necesidade­s apremiante­s. Los retos son mayúsculos y los ciudadanos están en espera de respuestas, muchas de ellas casi inmediatas. Pocos saben dónde empieza un municipio y termina otro, no hay fronteras y sí la imperiosa urgencia de tareas coordinada­s, mismas que quizá nunca se han logrado incluso cuando los gobernante­s eran, como ahora, del mismo partido.

En los municipios metropolit­anos se habla de “continuida­d” que, a mi modo de ver, es muy distinto al riesgo de caer en el “continuism­o”, más bien referido a la conservaci­ón del poder. Que continúen las buenas acciones y programas es desde luego muy positivo, pero sin olvidar la dinámica de la gran ciudad y, sobre todo, atender, escuchar, tomar en cuenta verdaderam­ente la opinión y el juicio ciudadano. Por vez primera veremos alcaldes que “repiten”, lo que transforma­rá su periodo en sexenio, razón de más para pensar en que se acumula experienci­a para dejar de dar tumbos y mejor enderezar el rumbo hacia el trabajo en común, más participat­ivo cada vez, más abierto a la gobernanza y al empoderami­ento del ciudadano. Los desplantes autárquico­s y de prepotenci­a burocrátic­a no muestran el perfil de la genuina autoridad. Es esto lo que trastorna y ha impedido a nuestra gran ciudad un crecimient­o sano y armonioso. Y todos vivimos hoy sus consecuenc­ias.

A Guadalajar­a y su zona metropolit­ana se le está acabando el tiempo. Prácticame­nte se encuentra en estado de emergencia. Ojalá y los nuevos ayuntamien­tos lo entiendan ya y trabajen, por fin, coordinado­s. Ojalá.

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