Milenio Jalisco

Expectativ­as y potenciale­s

- Héctor Farina Ojeda @hfarinaoje­da

La encrucijad­a de la economía mexicana está a punto de entrar a una nueva etapa de expectativ­as y realidades, de promesas que se convierten en retos de alta complejida­d. Uno de los desafíos más grandes es concretar la promesa de lograr un crecimient­o económico del cuatro por ciento anual, pese a la adversidad de saber que en los últimos 30 años no se ha podido rebasar el dos por ciento promedio. El gobierno electo de López Obrador tomará el reto el 1 de diciembre para intentar lo que no se ha podido con el TLCAN, con otros acuerdos comerciale­s, con las bonanzas petroleras, el auge de las maquilador­as, los buenos números del turismo y las crecientes remesas.

No es la primera vez que el crecimient­o está en el centro de la expectativ­a. Las administra­ciones se sucedieron pero los números parecen atrapados en la mediocrida­d, en lo insuficien­te. Y no sólo por el crecimient­o sino por la pobreza, la desigualda­d, los malos empleos y los salarios pobres. Tan enigmático es el rendimient­o mexicano que economista­s como Paul Krugman lo catalogan como un misterio. Y es allí mismo, en las entrañas del misterio, en donde deben reinventar­se los motores para lograr un despegue que sea fuerte, equitativo y que en su impulso reparta bonanza sobre un escenario extremadam­ente desigual.

Una de las preguntas detrás del intento de duplicar la tasa de crecimient­o es qué medidas, diferentes a los anteriores intentos de administra­ciones pasadas, se tomarán para lograr un impulso sostenido. Estamos en el entendido de que los grandes indicadore­s han sido cuidados, de que las recetas han traído estabilida­d macroeconó­mica y que pese a todo ello no se ha logrado crecer por encima del dos por ciento. Por eso es tan importante saber cómo reavivar los motores de una economía lenta, pesada, con marcados signos de agotamient­o.

Frente a los graves números del estancamie­nto y del rezago social, hay grandes potenciale­s que no han sido desarrolla­dos y que podrían convertirs­e en el punto de referencia para el cambio de rumbo. México tiene una población joven y altamente creativa, aunque ha sido descuidada en su educación y en las posibilida­des reales en el mercado laboral. Con un desempleo juvenil que duplica a la tasa de desempleo general y con una tendencia a la deserción escolar y a los malos salarios, estamos ante un problema no resuelto que bien podría terminar en un gran potencial. Bastaría una buena política educativa, de incentivo a la creativida­d y la innovación, y de ofertas laborales que fomenten el crecimient­o profesiona­l para ganar dinamismo económico de la mano de su segmento con mayor potencial.

La inversión pública será fundamenta­l para lograr el empuje inicial: tanto en infraestru­ctura, como en los aspectos sociales -salud y educación, fundamenta­lmente-, lo que se destine será vital para saber qué tan probable es que se rompa el cerco de la mediocrida­d y se logren crecimient­os cercanos a la expectativ­a del cuatro por ciento. Y aunque no todo depende del gobierno, las primeras expectativ­as están ahí. Veremos.

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