EL TLATELOLCAZO SIN ADEREZOS
Al mitin de aquella tarde se convocó sobre todo con pintas en el internet del movimiento: el transporte urbano de pasajeros.
Era miércoles.
Decenas de camiones acabaron incendiados por grupos de jóvenes que libraron los cercos militar y policiaco a Tlatelolco tras la estampida que provocó la primera balacera.
Excepto algunos que se bajaron y acomodaron en la escalinata (al pie de la explanada), ningún delegado al Consejo Nacional de Huelga que estuviera en la terraza de oradores escapó al Batallón
Olimpia, que llevó a los detenidos a la Dirección Federal de Seguridad y al Campo Militar Número Uno.
Como demostró en su documental Óscar Menéndez 25 años después, es una mentira contumaz que la tropa llegara disparando (nadie habría sobrevivido y miles huyeron entre soldados igualmente azorados que les apuraban: “¡Corran, corran…!”).
Y es que también el Ejército fue entrampado por francotiradores desde las ventanas superiores, ala sur, del edificio Chihuahua.
No al olvido.
Y no a la superchería que tanto ensucia la memoria de la matanza con que quiso sofocarse el aire de libertad que hoy se respira.