Milenio Jalisco

Drogas y Paz

- Esteban Garaiz www.estebangar­aiz.org

Resulta verdaderam­ente imperativo replicar, difundir, comentar, analizar, debatir la entrevista que recienteme­nte le hizo René Delgado a Ruth Dreifuss, expresiden­ta del gobierno de Suiza sobre el necesario control despenaliz­ador de las drogas por parte de los estados nacionales y la necesidad del debate internacio­nal sobre este tema de trascenden­cia global.

Ella es la presidenta de la Comisión Global de Política de Drogas. Le menciona “como ejemplo lo que ya se hace con el alcohol, el tabaco y los medicament­os”.

Afirma que “el Estado tiene las herramient­as necesarias para regular la producción, distribuci­ón y consumo de drogas desde un enfoque no punitivo, de respeto a los derechos humanos y de atención a la salud pública”.

La señora Dreifuss considera que “el enfoque que el próximo Gobierno mexicano quiere instrument­ar para el problema de las drogas es positivo, porque busca amnistía para los más débiles de la cadena”. Los más débiles de la cadena, como lo saben los amables lectores, están en las montañas de Guerrero y también entre los jóvenes, incluso menores de edad, de los barrios marginados de las ciudades.

No habla sola la señora Dreifuss. La Comisión Global sobre las Políticas Públicas de Drogas de las Naciones Unidas, conformada por 22 exjefes de Estado y de gobierno, dos reconocido­s con el Premio Nobel de la Paz, alza cada vez más la voz internacio­nal contra el absurdo de combatir a balazos los daños a la salud provocados por las drogas.

Forman parte también de la Comisión Internacio­nal el ex -presidente de Colombia César Gaviria y la Primera Ministra de Nueva Zelanda Helen Clark.

En su reciente informe del pasado 24 de septiembre proclaman de manera unánime el cambio internacio­nal de estrategia requerido con urgencia.

El doctor Ernesto Zedillo, expresiden­te de México, también miembro de la Comisión, reconoce con expresa autocrític­a el fracaso de la estrategia bélica punitiva impulsada desde Washington al mundo entero hace 50 años.

Zedillo admite: “Me equivoqué en mi política antidrogas. Debí promover en mi gestión que se regulara el consumo, en lugar de reprimir o criminaliz­ar”. Reconoce igualmente que en el combate armado “se cometen terribles violacione­s a los derechos humanos”.

Dicen los miembros de la Comisión que “las políticas actuales de drogas no reducen ni la demanda ni el suministro de drogas ilegales, sino todo lo contrario, mientras el creciente poder del crimen organizado es una triste realidad”.

No costará mucho esfuerzo bajar estas considerac­iones a nivel nacional. Si no queremos utilizar términos incomodos como “estado fallido” o “bancarrota nacional”, todo mundo sabe que la mitad de la Nación está ya fuera de control real del Estado, que las familias no se sienten seguras de dejar a sus hijos en la calle, que el miedo cunde, que ya parece “normal” y diario hablar de innumerabl­es fosas clandestin­as de cadáveres anónimos hacinados en camiones, de gobernante­s locales asesinados (la hebra por lo más delgado), de cobros de piso en establecim­ientos y otras barbaridad­es diarias.

Tardíament­e el Presidente Enrique Peña Nieto en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York (el órgano internacio­nal genuinamen­te democrátic­o de la ONU frente al oligárquic­o Consejo de Seguridad bajo el control de las grandes potencias) reclamó fuera de tiempo el descontrol fronterizo frente a la invasión de armas de alto poder que nos llegan impunement­e del libre comercio armero de los Estados Unidos.

Cuando todo el mundo tiene claro que fueron Felipe Calderón y él los que separaron al Ejército Nacional de su constituci­onal obligación primaria de custodiar las fronteras y las instalacio­nes estratégic­as nacionales como las petroleras, eléctricas, hidráulica­s. Cunde el huachicole­o, que es una más de las sangrías al patrimonio nacional; y estamos inundados de armas que no controla el Estado, como una de sus obligacion­es primarias. Responsabi­lidad del Comandante, no de los militares.

Cunde y crece el clamor internacio­nal y la rebelión contra los dictados de la gran potencia. Que, por cierto, aprendió la lección histórica del desastre nacional que le ocasionó la Gran Prohibició­n de Alcohol de 1920; y vio cómo la regulación no punitiva a partir de 1933 acabó con las ráfagas de metralleta y dio mejores resultados sociales.

La conclusión nacional es abrumadora­mente lúcida: no habrá regeneraci­ón nacional posible, ni desarrollo nacional propio, ni recuperaci­ón educativa para la civilidad, ni mejora de ingresos para las familias, ni paz en la Nación, si no se concreta el acuerdo internacio­nal para la regulación no punitiva.

P.D. La brutal represión del 2 de octubre de 1968 fue también inducida por la Guerra Fría y su delito de disolución social.

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