Drogas y Paz
Resulta verdaderamente imperativo replicar, difundir, comentar, analizar, debatir la entrevista que recientemente le hizo René Delgado a Ruth Dreifuss, expresidenta del gobierno de Suiza sobre el necesario control despenalizador de las drogas por parte de los estados nacionales y la necesidad del debate internacional sobre este tema de trascendencia global.
Ella es la presidenta de la Comisión Global de Política de Drogas. Le menciona “como ejemplo lo que ya se hace con el alcohol, el tabaco y los medicamentos”.
Afirma que “el Estado tiene las herramientas necesarias para regular la producción, distribución y consumo de drogas desde un enfoque no punitivo, de respeto a los derechos humanos y de atención a la salud pública”.
La señora Dreifuss considera que “el enfoque que el próximo Gobierno mexicano quiere instrumentar para el problema de las drogas es positivo, porque busca amnistía para los más débiles de la cadena”. Los más débiles de la cadena, como lo saben los amables lectores, están en las montañas de Guerrero y también entre los jóvenes, incluso menores de edad, de los barrios marginados de las ciudades.
No habla sola la señora Dreifuss. La Comisión Global sobre las Políticas Públicas de Drogas de las Naciones Unidas, conformada por 22 exjefes de Estado y de gobierno, dos reconocidos con el Premio Nobel de la Paz, alza cada vez más la voz internacional contra el absurdo de combatir a balazos los daños a la salud provocados por las drogas.
Forman parte también de la Comisión Internacional el ex -presidente de Colombia César Gaviria y la Primera Ministra de Nueva Zelanda Helen Clark.
En su reciente informe del pasado 24 de septiembre proclaman de manera unánime el cambio internacional de estrategia requerido con urgencia.
El doctor Ernesto Zedillo, expresidente de México, también miembro de la Comisión, reconoce con expresa autocrítica el fracaso de la estrategia bélica punitiva impulsada desde Washington al mundo entero hace 50 años.
Zedillo admite: “Me equivoqué en mi política antidrogas. Debí promover en mi gestión que se regulara el consumo, en lugar de reprimir o criminalizar”. Reconoce igualmente que en el combate armado “se cometen terribles violaciones a los derechos humanos”.
Dicen los miembros de la Comisión que “las políticas actuales de drogas no reducen ni la demanda ni el suministro de drogas ilegales, sino todo lo contrario, mientras el creciente poder del crimen organizado es una triste realidad”.
No costará mucho esfuerzo bajar estas consideraciones a nivel nacional. Si no queremos utilizar términos incomodos como “estado fallido” o “bancarrota nacional”, todo mundo sabe que la mitad de la Nación está ya fuera de control real del Estado, que las familias no se sienten seguras de dejar a sus hijos en la calle, que el miedo cunde, que ya parece “normal” y diario hablar de innumerables fosas clandestinas de cadáveres anónimos hacinados en camiones, de gobernantes locales asesinados (la hebra por lo más delgado), de cobros de piso en establecimientos y otras barbaridades diarias.
Tardíamente el Presidente Enrique Peña Nieto en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York (el órgano internacional genuinamente democrático de la ONU frente al oligárquico Consejo de Seguridad bajo el control de las grandes potencias) reclamó fuera de tiempo el descontrol fronterizo frente a la invasión de armas de alto poder que nos llegan impunemente del libre comercio armero de los Estados Unidos.
Cuando todo el mundo tiene claro que fueron Felipe Calderón y él los que separaron al Ejército Nacional de su constitucional obligación primaria de custodiar las fronteras y las instalaciones estratégicas nacionales como las petroleras, eléctricas, hidráulicas. Cunde el huachicoleo, que es una más de las sangrías al patrimonio nacional; y estamos inundados de armas que no controla el Estado, como una de sus obligaciones primarias. Responsabilidad del Comandante, no de los militares.
Cunde y crece el clamor internacional y la rebelión contra los dictados de la gran potencia. Que, por cierto, aprendió la lección histórica del desastre nacional que le ocasionó la Gran Prohibición de Alcohol de 1920; y vio cómo la regulación no punitiva a partir de 1933 acabó con las ráfagas de metralleta y dio mejores resultados sociales.
La conclusión nacional es abrumadoramente lúcida: no habrá regeneración nacional posible, ni desarrollo nacional propio, ni recuperación educativa para la civilidad, ni mejora de ingresos para las familias, ni paz en la Nación, si no se concreta el acuerdo internacional para la regulación no punitiva.
P.D. La brutal represión del 2 de octubre de 1968 fue también inducida por la Guerra Fría y su delito de disolución social.