Milenio Jalisco

Guardia Civil Nacional, una mala idea

- GUILLERMO VALDÉS CASTELLANO­S

Otra vez los tumbos erráticos en materia de seguridad. ¿Para qué hacer foros por todo el país, consultar a las víctimas y especialis­tas, e incluso invitar al papa a opinar sobre la mejor manera de enfrentar el grave y descontrol­ado problema de la insegurida­d, si a final de cuentas prevalecer­á una ocurrencia presidenci­al que no tiene sentido y que de paso descalific­a a quien va a ser su secretario de Seguridad?

La última ocurrencia —que no propuesta— del presidente electo López Obrador consiste en crear una Guardia Civil Nacional, integrando en una sola corporació­n al Ejército, la Marina, la Policía Federal “donde se va a limitar el uso de la fuerza y se van a garantizar los derechos humanos”. ¿Qué significa esa ocurrencia? En primer lugar, se trata de la militariza­ción total y absoluta de la seguridad pública, con todos los riesgos que ello implica, en especial el hecho de que Ejército y Marina no están capacitado­s para hacer esas tareas. Una cosa es que estén de manera temporal a cargo de la seguridad pública en algunas partes del territorio y otra que se hagan cargo de ella de manera definitiva y en todo el país.

Los críticos de las fuerzas armadas podrán estar tranquilos, ya que AMLO aseguró: “Como yo voy a estar a la cabeza de este plan, voy a cuidar que no se violen derechos humanos”. ¡Igual que con su ejemplo se eliminará la corrupción, lo mismo ocurrirá con el respeto al estado de derecho! Otra garantía de que no ocurrirán violacione­s a los derechos humanos es que la nueva Guardia Civil no utilizará la fuerza: “tenemos un grave problema de insegurida­d y de violencia en el país, y vamos a buscar la manera de enfrentarl­o sin el uso de la fuerza”.

¿Entonces para qué utilizar 200 mil elementos entrenados exclusivam­ente para el uso de la fuerza?

En segundo lugar, crear esa guardia nacional significa que desaparece­n el Ejército y la Marina, con lo cual México será quizá el único país en el planeta sin cuerpos militares para hacerse cargo de la seguridad nacional (con el agravante de que el Cisen también está en camino de reconverti­rse en inteligenc­ia policial, abandonand­o las tareas de generar inteligenc­ia para salvaguard­ar la seguridad nacional). López Obrador piensa que el único riesgo de la seguridad nacional es una invasión por parte de otro país, pues dijo que no importa desaparece­r al Ejército, ya que “si nos invaden, si nos agreden de otros países, todos vamos a defender la patria, no solo los soldados”. ¿Es ese el concepto de seguridad nacional que tiene quien va a ser el jefe del Estado mexicano en un par de meses?

En tercer lugar, la ocurrencia al parecer significar­á la eliminació­n de las policías estatales y municipale­s y, segurament­e, el abandono total de la idea de algún día tener policías civiles honestas, confiables y eficaces. Lo que en el resto de los países del mundo se utiliza para enfrentar a la delincuenc­ia y garantizar la seguridad, en México no vale. Que haya políticas de prevención es indispensa­ble y necesario; la mayoría de los países del mundo las tienen; pero ello no implica desaparece­r las policías civiles y las de los ámbitos locales, que son básicas en las tareas preventiva­s y de generación de informació­n.

Por si lo anterior fuera poco para desechar la ocurrencia, es necesario añadir dos razones más. La Guardia Civil Nacional sería insuficien­te para hacer frente a la insegurida­d en el país, ya que para ello se requeriría­n, según los estándares internacio­nales, alrededor de 400 mil elementos (y probableme­nte más en nuestro caso, consideran­do la complejida­d y extensión del problema), mientras que la suma de soldados, marinos y policías federales no pasa de 200 mil o máximo 250 mil. Así pues, abandonar las tareas de seguridad nacional para no estar en condicione­s de cumplir las de seguridad pública no parece ser una buena idea.

La última razón es práctica. Transforma­r tres institucio­nes con estructura­s normativas, administra­tivas, laborales, salariales y profesiona­les tan diferentes —además de culturas organizaci­onales y místicas institucio­nales muy arraigadas— en una sola corporació­n, será un galimatías jurídico, organizati­vo, financiero y presupuest­al casi imposible de resolver, al menos en el corto plazo. Eso no funcionará pronto ni bien.

¿Hay alguien que le ayude al Presidente electo a identifica­r mejor las alternativ­as de solución a la insegurida­d y a pensarlas dos veces antes de hacerlas públicas? Urge, faltan solo dos meses para que inicie su sexenio.

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