La delgada línea entre lo privado y lo público
Error político? Sí. ¿Un caso que rompe la legalidad? No. Así el tema de la boda de César Yáñez y Dulce Silva, el pasado fin de semana, que se ha convertido en la comidilla de días recientes, sobre todo en redes sociales.
Lo que hicieron los ahora esposos no tiene nada de malo. Cualquier pareja quiere una boda memorable, llena de familiares y amigos. Buena comida y bebida, música y diversión. Insisto: lo que prácticamente todos los novios quieren. Pero hay un error político grave: César Yáñez, uno de los principales colaboradores de Andrés Manuel López Obrador, fue el novio, y todo lo que hacen del presidente electo y su equipo desde que comenzaron la campaña tiende a magnificarse, y con razón.
Y digo que con razón porque AMLO ha buscado alejarse de la imagen frívola toda su vida: autos modestos para moverse; trajes sencillos para su trabajo habitual; vivienda y oficina modesta. Ese es el López Obrador por el que la gente votó masivamente en las elecciones de julio pasado.
Pero el lujo de su colaborador, por supuesto, no pasó desapercibido. Incluso se podría haber pensado que estaba siendo magnificado... hasta que la boda de Dulce y César apareció en la portada de la revista de sociales ¡Hola! Allí fue donde todo se echó a perder. Porque la boda de César Yáñez pudo haber sido fastuosa, millonaria y los demás epítetos que se le quieran endilgar, pero se mantenía dentro del ámbito de lo privado, por más que se despotricara contra ella. Cada quien se casa como quiere.
Pero en cuanto apareció la más reciente edición de ¡Hola!, el tema se volvió público. Fue ese detalle el que rompió el delgado cristal que separa lo privado de lo público. Estar en la portada de una revista del corazón tan afamada en el mundo como lo es ¡Hola!, es una señal de que la intención era que todos nos enteráramos de los pormenores de una fiesta privada.
Ayer, AMLO intentó apagar un poco la indignación por el error político de César Yáñez. Ante medios dijo que acudió a la boda de su colaborador porque había sido invitado. Pero añadió que sus detractores “están buscando cualquier posible error” de su equipo, y que eso le molestaba.
Salvo que alguien pudiera demostrar que para la boda se utilizó dinero público o ilegal (cosa que dudo que ocurra), el escándalo de la fiesta será un tema pasajero. Pero el problema en realidad no es para César Yáñez, a quien la opinión pública conoce muy poco, sino que el perjudicado fue el Presidente electo, aunque fuera de refilón.
Reza el refrán que para ser, hay que parecer. César Yáñez debió parecer austero para no dañar la imagen de su jefe.
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