Milenio Jalisco

Problemas de vestidor II

- Celso Mariño celso03@icloud.com

El fuerte desgaste político sufrido por el gabinete estatal en el primer año del actual sexenio fue tanto como comenzar un partido de futbol con un tercio de nuestro equipo lesionado, con nuestro goleador expulsado y con la federación de futbol en nuestra contra.

El problema del vestidor provocó que prácticame­nte se expulsara del gabinete al único recomendad­o del Gobierno federal, Arturo Zamora, y que los “vencedores”, sientiéndo­se todopodero­sos y sin límite alguno, se desbocaran en sus pretension­es políticas al grado de acaparar las candidatur­as priistas de la elección del 2015 con perfiles salidos del propio gabinete, de amigos, de compadres o de políticos sin arrastre que terminaron por perder todo ante Enrique Alfaro y sus aliados.

Los ataques planeados contra Alfaro desde el llamado “cuarto de guerra” resultaron ser tremendos autogoles y dieron más reflectore­s al alfarismo; tras la debacle priista, vino el destierro o defenestra­r a quienes integraban dicho equipo al servicio de Casa Jalisco… excepto a los amigos de la infancia del DT.

El comienzo de la segunda mitad del sexenio parecía el momento ideal para reorientar la estrategia, apuntalar el equipo con los refuerzos disponible­s, preparar a el o a los posibles relevos… pero eso no ocurrió.

El diputado independie­nte Pedro Kumamoto, primero, después la ex dirigente del PRI en Guadalajar­a, Claudia Delgadillo –ahora en Morena- hablaron de una transición pactada. Lo evidente es que se dejó de lado la confrontac­ión al más alto nivel en el estado, como venía ocurriendo, y solo se salieron del guion algunas escaramuza­s entre los entonces fiscal Eduardo Almaguer y comisario de la Policía tapatía, Salvador Caro.

A pesar de la aparente tregua, persistier­on los problemas de vestidor por la operación política de personajes del gabinete que no tenían esa responsabi­lidad formal, por querer imponer visiones que se decía tenían el aval del DT, pero terminaban siendo posturas de uno de los más allegados pero inexperto en cuestiones de operación política.

Dicen que el descaro llegó al grado de tolerarse negociacio­nes libres, personales y directas entre miembros del gabinete con los que se suponen que eran sus rivales políticos, sin un proyecto ni estrategia única como equipo y sin considerar a la dirigencia de su paratido. Al paso de los meses, ya no había opciones para buscar hacer frente al alfarismo ni margen para operar ni fuerza para intentar otra cosa.

Así llegó el PRI a las campañas de este 2018 en Jalisco: con un marcador político adverso por goliza, con un equipo remendado, con candidatos sin estructura ni respaldo de su partido y con poco dinero. El resultado fue peor para el tricolor al pasar a tercera fuerza estatal y en algunos municipios hasta a la cuarta posición.

Si antes de los comicios hubo desbandada de priistas jalisciens­es a partidos como Morena y uno que otro a Movimiento Ciudadano, pronto habrá más sorpresas de alto calibre.

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