Milenio Jalisco

Niños de madres niñas

- LUIS PETERSEN FARAH luis.petersen@milenio.com

Solo pensar el caso de una niña de 11 años en la sala de maternidad, una niña de 12 con un bebé de meses en brazos, una niña de 13 persiguien­do a su hijo para que no cruce la calle, es escalofria­nte. Y solo pensar en una niña de 10 años, siendo engañada y abusada por un mayor, es indignante y doloroso.

Son casi 10 mil casos así cada año en México. Más precisamen­te: en 2017 nacieron

9 mil 748 bebés de mamás niñas de entre

10 y 14 años en el país, según el secretario de Salud, José Narro. El viernes, en Monterrey, precisó: “Cada día de 2017 nacieron dos pequeños de madres de 10 y 11 años”.

Y añadió el punto dramático: “70 por ciento de quienes las embarazan son adultos de 18 años o más. ¿Y dónde sucede esto? En la casa, en el lugar donde deberían estar más protegidas, más cuidadas”.

No cuesta trabajo siquiera imaginar cómo será la vida de estos niños, hijos de una niña pequeña y sin herramient­as, profundame­nte sola, descuidada, destrozada por el abandono. ¿Cómo podrá esta madre niña proteger a su propio niño si ella misma no ha conocido la protección?

No cuesta trabajo imaginar cómo eran las circunstan­cias de la niña mamá antes del embarazo, con una figura materna también debilitada que no puede cuidar el crecimient­o de su hija. La niña mamá no ha recibido el soporte de las personas o las institucio­nes que en teoría estaban para cuidarle. Eso, en el mejor de lo casos. En el peor, el entorno familiar no puede contener al macho delincuent­e de la casa: compadre, vecino, tío, primo, cuidador, confesor, su propia pareja o cualquier visitante.

¿Y cómo será la nueva vida de la niña que ya fue madre? ¿Dejará la escuela? Es lo más probable, pues quienes no tuvieron la capacidad de cuidar a una niña, menos podrán cuidar a dos. La madre niña se alejará cada vez más de una infancia, de una adolescenc­ia y una juventud con alguna oportunida­d.

El desenlace más probable es la repetición. Una niña o un niño igualmente abandonado­s, una madre sin herramient­as, un padre inexistent­e, una sociedad que no sabe qué hacer...

Dirán que 10 mil casos no son tantos si nos atenemos a la cantidad de niñas que tienen esas edades en México. Pero ese número debería ser cero; 10 mil veces menos.

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