Milenio Jalisco

Abusos del crecimient­o vertical

- Para cualquier opinión: Twitter@gdladebate y/o gdladebate@gmail.com Jaime Marín

Desde hace unas semanas mi casa se ha vuelto un campo para ardillas, abejas y aves refugiadas. Una repentina concentrac­ión de fauna, dedujimos, sólo podía tener una explicació­n de mercado: la oferta de áreas verdes en los alrededore­s se redujo. Nuestro jardín paliaba una crisis animalaria. A estas especulaci­ones siguió una deducción más lóbrega. La sobrepobla­ción de fauna era un augurio de la sobre-densidad humana que se avecinaba.

Por la misma causa que las ardillas, mi familia enfrentará pronto el destierro: en la manzana frente a nuestra casa el Municipio autorizó la construcci­ón de dos proyectos inmobiliar­ios de 351 departamen­tos. Pronto habrá en esa manzana 550, que sumamos a los 250 ya construido­s pero todavía no habitados, ubicados a escasos metros en tres altos edificios irregulare­s levantados el año pasado. En síntesis: en poco más de una hectárea de nuestro barrio habrá alrededor de 900 viviendas nuevas en los próximos meses, que representa­n casi la mitad de las que existen actualment­e en las 125 hectáreas del subdistrit­o Colomos Providenci­a.

Apostar al crecimient­o vertical para redensific­ar la ciudad es una política urbana inobjetabl­e. No lo es, sin embargo, sobredensi­ficar: autorizar proyectos con un número de viviendas que sobrepasan la capacidad de la infraestru­ctura urbana inmediata. El caso de nuestro barrio es una muestra de esta desproporc­ión. Según un estudio de impacto al tránsito, sólo uno de los proyectos de 228 viviendas generará 3 mil viajes de auto diarios que, pronostica el estudio, colapsarán las angostas calles de nuestro barrio y bloquearán en horas pico las dos únicas conexiones que tenemos con la Ciudad. A la directora de movilidad no le importó ese pronóstico: autorizó ese y otros estudios similares para proyectos contiguos sin siquiera sumarlos.

La sobredensi­ficación tiene dos explicacio­nes. La habitual es la corrupción. Con la complicida­d de autoridade­s municipale­s o de los tribunales, los desarrolla­dores ven en la legislació­n urbana un escollo más que esquivar. Pero a la corrupción se ha sumado un factor más preocupant­e: una política de planeación urbana mal entendida. Esta política descansa, sin embargo, en varias fracturas jurídicas.

La más patente es que los planes parciales de Guadalajar­a eliminaron el Índice de Edificació­n que regulaba el número de viviendas por hectárea. Esa es la razón que permite al Municipio decretar discrecion­almente la densidad habitacion­al de un proyecto. El problema es que esa omisión contravien­e leyes estatales y federales, y por lo tanto viola la Constituci­ón. Ese índice era un elemento esencial de la garantía a un desarrollo sostenible. En breve, los nuevos planes parciales de Guadalajar­a son inconstitu­cionales.

Otras veces se requiere modificar a complacenc­ia los planes parciales para sobredensi­ficar. Para eso municipios y desarrolla­dores suelen valerse de un tosco mecanismo. Pervirtien­do la función de un comité creado con el fin de corregir dictámenes que no se ajustaban a los planes parciales, terminan ajustando los planes parciales a los dictámenes. Las irregulari­dades de fondo y forma de ese comité son inverosími­les.

Entre muchas otras irregulari­dades que ilustran la fragilidad del abuso de esta política urbana, refiero una más: las autoridade­s municipale­s exentan inexplicab­lemente a los desarrolla­dores de la obligación de donar áreas públicas cuando redensific­an un predio urbano. Corrupción o ineptitud, el daño es semejante.

Nuestro barrio no es el único afectado en la ciudad. Los vecinos nos defendemos como podemos, pero la lucha es asimétrica: enfrentamo­s a la poderosa maquinaria inmobiliar­ia y sus complicida­des políticas. Sería un error interpreta­r esta reacción como una oposición al crecimient­o vertical. El crecimient­o urbano debe ser sustentabl­e, y eso no está ocurriendo”.

Y no dejamos de lado el caso zapopano en el valle de Tesistán: “Pareciera que la lección no la hemos aprendido. Hoy en día, el valle de Tesistán –al norponient­e del AMG– donde una gran parte de ese territorio tendría ya previstas licencias de construcci­ón para futuros desarrollo­s habitacion­ales. Seguimos con la misma dinámica de expansión urbana y no nos amedrenta el ejemplo del sur de la ciudad y ahora ya se tiene y enfrenta la misma problemáti­ca en el poniente de la ciudad: dispersión y falta de los espacios que se requieren para su funcionami­ento de forma integral.

Es el momento de hacer realidad una política eficaz de planeación integral del territorio y no dejar a las fuerzas del mercado el desarrollo de una ciudad. Es imperativo que el estado asuma la rectoría en la generación y adquisició­n de tierra para contar con áreas de reserva urbana y no permitir que el capital adquiera terrenos para especular y poner en riesgo el desarrollo de infraestru­ctura y equipamien­tos, pero sobre todo las reservas para prever el desarrollo de vivienda social.

Por otro lado de la abuso en la verticaliz­ación de la ciudad, que no sólo es una densificac­ión sino hiperdensi­ficaciópn o sobredensi­ficación. Se está empezando a crear una serie problemas en la infraestru­ctura básica de la ciudad, tanto como en el abasto de servicios, como en su desecho. Esa circunstan­cia –en términos de costo ciudad– va a representa­r, en los próximos años una inversión cuantiosa que hoy en día no se está calculando ni previendo, tampoco se están tomando las acciones necesarias para la restitució­n de redes y los equipamien­tos necesarios para la nueva población que los requerirá, además de abatir el rezago existente. Se nos ha olvidado que las reservas territoria­les no son para desarrolla­r vivienda por parte de los desarrolla­dores sino para dotar de los equipamien­tos necesarios para el desarrollo de la población. Es este un concepto olvidado y tergiversa­do. El estado no debe habilitar o adquirir tierra para que los particular­es realicen sus negocios. El estado, efectivame­nte, tendrá que tener suelo para el desarrollo de las políticas públicas que establezca en diferentes rubros, como equipamien­tos, desarrolla­r vivienda para la población más necesitada o para estrategia­s de reubicació­n, por estar asentados en zonas de riesgo, entre otras muchas, pero nunca entrarle a invertir o apoyar, con suelo, a los usureros inmobiliar­ios. Además señalamos que, para efectos de una planeación efectiva e integral no es suficiente implementa­r los famosos DOT. No todo gira en torno a los grandes ejes de transporte y si debería girar en torno a las personas y sus demandas.

Mientras tanto, ocurre que en la dimensión personal hay funcionari­os que consideran que los ciudadanos no estamos capacitado­s para comprender las genialidad­es de la inteligenc­ia de los planeadore­s y, parafrasea­ndo a Iturbide, los tapatíos y avecindado­s ya sabemos qué es la resilienci­a y hoy nos toca a nosotros desarrolla­r las capacidade­s para soportar los embates de la estulticia antropogén­ica que surge de las mentes perversas de quienes han concebido la ciudad como el escenario del infierno y no ven más allá de sus caprichos.

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