Se va a… no se va a…
Entrar sin aun entrar. Salir aun sin salir. Ese podría ser el nombre del juego si el cambio de gobierno fuera un juego. Las autoridades electas, al menos en el nivel federal, parecen autoridades con posesión de los cargos dado su actuar, aun cuando no han rendido las protestas, obligatorias por ley, y haberse cumplidos los plazos también establecidos en las normas para estos casos. Declaraciones, gestos, expresiones, acciones y anuncios pueblan la vida pública de, por ejemplo, del presidente electo y de algunos de los ya prenombrados en ciertos ramos de la administración pública.
“Se va a…” es el proemio de mil y una expresiones, lentas y exasperantes, del presidente electo. La lista es casi innumerable y abigarrada dada la diversidad de materias, temas y asuntos enmarcados en el ya indispensable proemio. Sus escuchas, si fueran sólo un tris, irrespetuosos, podrían corearlo de tan frecuente y característico del personaje. Desde luego no lo hacen. El gesto similar, de contenido antagónico: “No se va a…” es menos frecuente y se reserva para gestos contundentes. Ambos gestos ya indican la dramaturgia del próximo sexenio.
Por el contrario, el presidente constitucional ha optado por la estrategia contraria: El silencio o casi. La algazara se hace vía comunicación en los medios disponibles. En los hechos ha sustituido los discursos y declaraciones oficiales y apunta, a veces con claridad, en otras con algunas exageraciones, a lo realizado en los seis años anteriores. “Se logró…” es el texto más escuchado. Desde luego los asuntos supervinientes se tratan, informan o procesan por los secretarios de los despachos correspondientes. No obstante, lo evidente es que el silencio y la comunicación social marcan la tónica del adiós de un gobierno ya sin dominio de la agenda pública y en retirada.
El entrante sin entrar puede permitirse vaguedades y excesos verbales y gestuales. El saliente sin salir puede hacer gala de sobriedad. El entrante sigue en campaña, el saliente está haciendo mutis. La agenda de lo que “se va a” planear, hacer y proponer crece alegremente en variadas direcciones y compromisos quizá peligrosos y siempre provisionales. La agenda del saliente se quedó con un solo asunto: Preparar y hacer el gesto final sin mostrar ningún filo. Pregunta: ¿Veremos lo que ya hemos visto o la realidad se impondrá por sí misma?