Motores y lastres
La desaceleración de la economía mexicana nuevamente es un hecho. Nó sólo por el freno que se tiene en 2018 por la incertidumbre de las renegociaciones comerciales y de las elecciones presidenciales, sino que para 2019 nos espera otra zona de topes: un pronóstico de crecimiento recortado por el Banco Mundial, en el contexto de un pronóstico igualmente limitado para las economías latinoamericanas en donde los focos de conflicto apuntan a Argentina, Venezuela y Brasil en mayor medida. Las proyecciones de crecimiento para México son de 2.3 por ciento para 2018 y la misma cifra para 2019.
Como si se tratara de topes económicos cíclicos, siempre aparecen la incertidumbre, la corrupción, el contexto internacional, los precios del petróleo o de las materias primas, o algún factor que termina condicionando el avance. Si vemos los pronósticos de los últimos años, parecen calcados: se comienza con una buena proyección de repunte pero se termina en el mismo crecimiento mediocre encerrado en los confines del dos por ciento anual, en tanto se enlistan los motivos que terminaron por frenar un dinamismo que parecía, una vez más, ser el bueno. O los motores económicos no son suficientemente fuertes o los lastres son demasiados. O todo junto.
Primero fue la incertidumbre de saber qué pasaría con los acuerdos comerciales y con las elecciones. Ahora que hay más certeza sobre estos puntos, aparecen nuevas dudas sobre las conveniencias de los acuerdos y las realidades que se podrán construir en el siguiente gobierno. En este sentido, el reto se presenta cada vez más grande para López Obrador: mientras los pronósticos de crecimiento mexicano y latinoamericano disminuyen, las expectativas hacia sus acciones estarán en el momento más alto, es decir que la gente espera resultados efectivos y rápidos precisamente en el tiempo en el que la economía se está frenando.
El primer impulso será fundamental, sobre todo si se quiere concretar la promesa de llegar a un cuatro por ciento de crecimiento anual. Y no será nada fácil en una primera etapa en la que hay que arreglar la casa, enfrentar los lastres de siempre, cuidarse de las amenazas económicas externas y reavivar los motores a tal punto que puedan romper con el cerco de los pronósticos anunciados.
Hace 70 años el general argentino Juan Domingo Perón dijo que “la única verdad es la realidad”, retomando una frase aristotélica. Más allá de promesas y pronósticos, la realidad económica que toca enfrentar y revertir es dura y compleja, llena de necesidades sociales urgentes. Las propuestas de combate a la corrupción y de financiar proyectos con lo que se ahorre siempre suenan bien pero la realidad de los presupuestos, las obras y las presiones es contundente.
La inversión pública y la confianza que logren las acciones del siguiente gobierno para incentivar la inversión privada serán vitales para ese primer impulso ante un entorno cada vez más adverso. Lo cierto es que los lastres y los frenos seguirán ahí, por lo que hay que prestar especial atención a los
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