Milenio Jalisco

¡Libertad para los Guerreros Unidos!

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

¿Tan difícil es armar judicialme­nte un caso contra un delincuent­e como para que, no debidament­e acreditado­s tales o cuales delitos, salga libre por no poder el señor juez dictar la debida sentencia?

La ley es la ley. No es de acatamient­o facultativ­o sino de obligada observanci­a. Y, si los encargados de ejecutar un procedimie­nto no hacen bien su trabajo, entonces el juzgador, por más que sepa en su fuero interno de la total culpabilid­ad del acusado, se encuentra completame­nte atado de manos.

Faltan, en este país, fiscales competente­s, investigad­ores y expertos en criminalís­tica. No tenemos tampoco una verdadera policía científica. Y, cuando los recursos reglamenta­rios no bastan, entonces tienen lugar excesos y atropellos que, llegado el caso, desautoriz­an de raíz las tramitacio- nes y trasladan entonces la culpabilid­ad a los acusadores. La más socorrida de las imputacion­es es la de que han torturado a unos detenidos que, por ejemplo, ya no hubieran quemado los cuerpos de 43 jóvenes estudiante­s de la normal de Ayotzinapa ni arrojado sus cenizas a un arroyuelo ni son tampoco sicarios de una organizaci­ón criminal. Súbitament­e inocentes, deben así volver a las calles porque, encima, “fue el Estado” y ellos no trabajan para el tal “Estado” sino que van por cuenta propia. Los padres de las víctimas aplaudirán cuando esa gente recobre no sólo su libertad sino su buen nombre.

Habrá que encontrar entonces a los verdaderos asesinos pero, para eso, se va a crear una mentada “comisión de la verdad”, o como se llame, que, sin tener las funciones, las atribucion­es y las potestades legales de una fiscalía en toda regla determinar­á de todas formas quién perpetró realmente tan espantosa atrocidad. Yo propondría que los nuevos culpables sean, de preferenci­a, miembros del Ejército, oigan. En primer lugar, resulta sospechosí­simo que los militares se hayan negado a que tuvieran lugar inspeccion­es para comprobar que incineraro­n los cadáveres de los muchachos en sus cuarteles. Y, segundamen­te, a lo mejor los tienen aprisionad­os, a los 43, y por eso mismo escuchamos, a estas alturas todavía, las voces que claman “vivos se fueron, vivos los queremos”.

Claro, hubiera sido mejor que los procesos se desarrolla­ran sin tacha alguna. No siendo así, o no totalmente así, hay que liberar a los miembros torturados de Guerreros Unidos. Que se haga justicia, sí señor.

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