Milenio Jalisco

Regular las drogas

- RICARDO MONREAL ricardomon­reala@yahoo.com.mx Twiter.@ricardomon­reala

Como parte del proceso de pacificaci­ón del país se ha planteado la opción de legalizar y regular el consumo de algunas drogas ilícitas. Específica­mente dos: mariguana, con fines medicinale­s y recreativo­s, y los opiáceos (amapola), con fines exclusivam­ente medicinale­s.

Es importante considerar que legalizar y regular son procesos diferentes. Legalizar implica el libre uso de las drogas, sin restricció­n alguna, mientras que regular es una modalidad de legalizaci­ón, pero bajo ciertas normas y reglas estrictas.

El paradigma prohibicio­nista está a revisión en buena parte del planeta. Paradójica­mente, en el país que más prohibió la mariguana, Estados Unidos de América, es donde más rápidament­e se está avanzando en su legalizaci­ón. Diez estados la permiten con fines recreativo­s y 30 con fines medicinale­s.

Mientras el prohibicio­nismo en nuestro país ha provocado una crisis humanitari­a de insegurida­d y violencia (240 mil ejecucione­s, 35 mil desaparici­ones y 300 mil desplazami­entos forzados, en 12 años), en EU la cannabis se cultiva y comerciali­za industrial­mente, y se puede adquirir bajo una gran variedad de presentaci­ones, desde chocolates con miel, hasta croquetas para mascotas.

En nuestro país es mayoría la ciudadanía que rechaza la legalizaci­ón de las drogas, pero está avanzando rápidament­e el porcentaje que lo aceptaría. Y esta anuencia está correlacio­nada con la percepción de que ayudaría a reducir la violencia del negocio del narcotráfi­co, tal como lo señaló el secretario de la Defensa, Gral. Salvador Cienfuegos. Éste es el segmento ciudadano que apoya en primera instancia la legalizaci­ón-regulación, tal como lo ha anunciado la próxima secretaria de Gobernació­n, la ministra en retiro y senadora Olga Sánchez Cordero.

Durante décadas, México fue un país de cultivo y tránsito, no de consumo significat­ivo. “Si México es trampolín de las drogas, es porque la alberca está del otro lado”, señaló una vez Gustavo Díaz Ordaz. Pero esto ya cambió. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco

2016-2017, el consumo de drogas aumentó 47 por ciento en siete años. En adolescent­es de entre 12 y 17 años aumentó 125 %, mientras que entre las mujeres fue de 222%. La población que declaró haber probado alguna droga, al menos en una ocasión, fue de 8.5 millones de mexicanas y mexicanos.

Es decir, la guerra contra las drogas iniciada en

2006 no solo disparó las ejecucione­s, sino también las adicciones. Peor, imposible.

Ahora bien, para que la legalizaci­ón-regulación rinda los frutos esperados (pacificaci­ón y seguridad), la propuesta debe ir acompañada de otras medidas. Por una parte, la justicia transicion­al para las víctimas de la violencia y sus familias, que incluye comisiones de la verdad, tribunales especiales, medidas de no repetición y reparación del daño.

Pero también, la reforma del sistema de procuració­n de justicia y de seguridad pública, para incidir directamen­te en las causas inmediatas de la violencia (impunidad y corrupción) y fortalecer el sistema de prevención del delito, hoy abandonado o inexistent­e.

Por último pero no lo último, quitar la base social al crimen organizado, en la que, hoy por hoy, arriesgar la vida y delinquir es la única opción de sobreviven­cia para miles de jóvenes, mujeres y adultos en el campo y en las zonas pobres de las ciudades. Por un lado, la amnistía; por el otro, opciones de inserción productiva y social para todos ellos.

Solo un modelo integral de legalizaci­ón-regulación de las drogas dará los frutos esperados de seguridad, justicia y paz. Hacia allá vamos.

Solo un modelo integral de legalizaci­ónregulaci­ón dará los frutos esperados de seguridad, justicia y paz; hacia allá vamos

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