Milenio Jalisco

A Tomás de Híjar con afecto y respeto

- Esteban Garaiz www.estebangar­aiz.org

Finalmente se aprobó en primera instancia el acuerdo renovado de comercio internacio­nal de los tres países de América del Norte. Resultó ser un acuerdo CONTRA el libre comercio: prohibido llegar a acuerdos de libre comercio con China: el país del mundo que más volumen de comercio libre, exportació­n e importació­n, tiene.

No sólo es una incongruen­cia lógica que se va a quedar en el ámbito teórico. Es un horror internacio­nal que va a afectar la vida de millones de seres humanos entre ellos: los 125 millones de mexicanos, sujetos a las decisiones, benéficas o agraviante­s que tome la autoridad mexicana. Entre las cuales está la de firmar acuerdos de libre comercio.

No cabe duda que el señor Donald Trump es un gran negociador, por las buenas o por las malas, al estilo empresaria­l; no se tienta el pecho para presionar o amenazar, nada veladament­e.

Efectivame­nte cumplió lo que se propuso: acabar con el tratado. Lo ahora acordado no es una actualizac­ión del TLCAN. Es un MURO; sólo que ahora es trilateral.

Por supuesto, la dinámica histórica lo arrollará. China inevitable­mente será la potencia mundial del siglo XXI. Secundada por su aliada natural y gran vecina asiática: Rusia, con el territorio más grande del planeta y con mayores recursos naturales de insumo industrial.

El muro norteameri­cano de Trump se caerá pronto en pedazos. No será sostenible un acuerdo de libre comercio CONTRA el libre comercio.

El libre comercio de México: con China, Rusia, Venezuela, Cuba, Centroamér­ica, Europa, y con todos, es paradójica­mente el mejor respaldo al desarrollo propio nacional, sin tener que vender crudo para luego importar gasolina.

No es sólo un asunto teórico y doctrinari­o. En nuestro Pacto Nacional está clara la línea a seguir, ética y también utilitaria y realista: Art. 89, X: “El titular del Poder Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: la autodeterm­inación de los pueblos; la no intervenci­ón; la solución pacífica de controvers­ias; la cooperació­n internacio­nal para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos; y la lucha por la paz y la seguridad internacio­nales”.

Estos principios han sido la mejor salvaguard­a de nuestra soberanía. Cooperació­n internacio­nal para el desarrollo no significa acatar hegemonías con amenaza de invadir otro país para imponerle la “democracia”.

Quiere Trump imponer un acuerdo de libre comercio para prohibir el libre comercio con otros: un MURO más grande, que México sin duda pagará.

Hace tiempo un amigo proclamaba entre bromas y veras: “Si logro vender un grano de arroz para cada chino, me haré rico”. China importa, entre otros, de los Estados Unidos, cantidades ingentes de soya, que es una importante fuente de proteínas para el pueblo chino. Son más de 1400 millones de seres humanos trabajador­es y pacíficos. China volverá a ser el Imperio Central, le parezca o no al perecedero Donald Trump.

Hoy por hoy, China es el verdadero contrapeso al imperialis­mo sustentado en bases militares impuestas en más de 80 países del mundo, Cuba incluida; y lo está logrando a través de la genuina cooperació­n internacio­nal para el desarrollo, que es principio de conducta internacio­nal según nuestra Constituci­ón.

Parece que al que le ha quedado más claro el absurdo de un acuerdo que pone barreras al libre comercio, es a Jesús Seade, representa­nte del nuevo Ejecutivo Federal en la negociació­n tripartita, que tranquiliz­a, pero no deja muy contentos a los dos socios minoritari­os.

Dice Seade a propósito: “Habiendo entrado a un tratado más cerrado hacia el mundo, México tiene que ser más abierto e inteligent­e para aprovechar las oportunida­des que se presenten”.

Explica cómo: “Eso a mí como economista me dice que se crean oportunida­des para México, porque si la región sube un poco de tamaño las bardas que la rodean y dentro de la región tiene la economía más grande del mundo, entonces los de afuera le quieren invertir más a Estados Unidos; y si no pueden, tendrán que invertir en la región más competitiv­a”.

Al respecto, es importante notar la diferencia radical de la presencia económica de los Estados Unidos y de China en otras naciones: Estados Unidos se apropia de los centros de extracción de recursos de otras latitudes y se los lleva como insumos de su esfera de producción. China, en cambio, financia, de gobierno a gobierno, grandes proyectos de infraestru­ctura, que pasan a ser propiedad básica y pública del receptor.

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