Prensa
El Estado de México fue el lugar donde Andrés Manuel López Obrador declaró, una vez más, su guerra a los medios. No sería algo fuera de lo normal: una y otra vez, la relación de AMLO con la prensa ha sido tirante, ríspida, de confrontación.
La diferencia es la investidura. El Presidente Electo acusó a los reporteros y analistas que han señalado incongruencias o acciones fuera del canon de la cuarta transformación de conspirar en su contra. “Prensa Fifí”, como adjetivo que segrega la verdad del interés.
Ya no son parte de la “Mafia del Poder”, sino medios cegados por la crítica y la pérdida de privilegios.
Privilegios obtenidos a partir de la publicidad oficial.
Porque la verdadera acusación ante los señalamientos contra la Boda de César Yañez, de la consulta del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, de la suspensión de los foros de paz más lo que se acumule son de dinero. El subtexto de la crítica es claro: una lucha ante el recorte de la publicidad oficial.
Cierto, muchos medios pasarán penurias ante falta de recursos gubernamentales. Muchos de ellos deberán de analizar si no cayeron en la trampa de pagar altas cantidades de salario a equipos de reporteros y analistas sobrevaluados que, ante el recorte, muestran su verdadera dimensión. Muchos de estos analistas deberán encontrar nuevos derroteros profesionales ante la anemia de dinero público. Algunos más tentarán cambios de formato de sus medios para recuperar presupuestos la in- -el caso de Radio Centro como perla a seguir- sin darse cuenta que la atomización de esfuerzos periodísticos solo harán más evidente el fracaso del modelo.
Algo es cierto: la gente se informa y crea su criterio de nuevas formas. Las “benditas” -o malditas según su óptica- redes sociales dan áreas de opinión y debate. Muchos de estos críticos -a favor o en contra- magnifican su postura a través de mensajes de 280 caracteres. Escucharlos, leerlos y verlos en medios tradicionales se ha convertido en algo ocioso.
La verdadera venganza de López Obrador contra dicha prensa fifí sería esa: aceptar su existencia y drene económico de los medios que los sostengan. No habrá estación de radio, canal de televisión o periódico que pueda pagar los sueldos que hoy detentan por mucho tiempo.
La censura del estiaje monetario o la apuesta a los dineros de otras instancias.
Esa sería la apuesta de algunos retornantes, unos de ellos más fifí que los actuales.
Fifí pero con colmillos. A ver quién aguanta la mordida.