La pata mocha del Dr. Atl
Con motivo de la desempolvada y pulida histórica que le están dando a Carmen Mondragón, cuyo heterónimo fue Nahui Olin, aparecieron en la red varios documentos sobre su vida y su obra. Entre ellos, una fotografía donde se observa al pintor jalisciense Gerardo Murillo, “Dr. Atl”, de pie sobre su pierna izquierda y con una amputación en la pierna derecha. Dicho documento ha causado un desasosegado escozor entre la inmaculada intelectualidad tapatía, la cual, por cierto, nos hace el grandísimo favor de recetarnos a diario sus certeros juicios a través de las redes sociales. Pues resulta que un héroe sin capa miembro de esa elite, con su aguda perspicacia, comparó la imagen en cuestión con el monumento que se encuentra en la Rotonda a los Jaliscienses Ilustres. El resultado de la exhaustiva y concienzuda investigación demostró que son distintas las piernas “mochas” entre estatua y la fotografía.
Por supuesto, lo anterior provocó una afrenta sin precedentes para la historia y el pundonor de esta Perla de Occidente. ¿Quién diantres se atrevió a tan brusco escarnio? Es necesario buscar entonces al culpable para denunciarlo en el “feis”, hacerlo viral y quemarlo en la hoguera de nuestro desprecio virtual.
Pero, ¿quién es el responsable de semejante atrocidad? Nuestros servicios de inteligencia cultural nos indican que el autor de la obra es un tal Miguel Miramontes, quién creyó que solamente por ser uno de los mejores representantes de la Corriente Nacionalista del Arte, o por haber sido el alumno más destacado de Luis Ortiz Monasterio y de Juan Olaguibel, o tal vez, por sus más de trescientas esculturas diseminadas y reconocidas por todo el mundo, tenía la libertad de “mocharle” la pata izquierda y no derecha a nuestro siempre bien amado Dr. Atl.
La verdad y fuera de “guasa” es que la supuesta equivocación de don Miguel Miramontes, fallecido en 2015, no es más que una peccata minuta. Por ahí se dice en su descargo que la fotografía de donde el escultor tomó el modelo tenía la imagen invertida. Pero, aunque lo hubiera hecho a propósito, su trabajo lo respalda, pues él dejó el más importante acervo escultórico en Jalisco y en otras entidades del país. Sus obras, que van desde encargos cívicos e históricos hasta el voluptuoso erotismo, fincan un precedente formidable que puede ser admirado en los espacios públicos de muchas urbes de la nación.
Creo que en lugar de llevar a cadalso al maestro Miramontes deberíamos, primero, darnos un tiempo para conocer y admirar su obra (la que todavía no se han robado) y después, si nos queda aliento, vociferar todo lo que queramos. Yo recomiendo, por mi parte, admirar la multipremiada y casi olvidada escultura expuesta en la plaza Brasil, la cual lleva el nombre de “Los futbolistas”, cuya simbiosis entre la emotividad, la fuerza y el dinamismo representan el equilibrio absoluto de tres titanes erguidos en un delicado derrière sobre una sola punta, en una lucha a muerte por el balón.