Brasil, triste perspectiva
Desde el golpe militar que derrocó a João Goulart en marzo de 1964 y el largo período de la dictadura militar, ese inmenso país-continente no ha estado frente a la posibilidad del establecimiento de un régimen neo fascista, como puede ocurrir si triunfa en la segunda vuelta del 28 de octubre Jair Bolsonaro.
El llamado del catalán Manuel Castell para derrotar a ese derechista, abierto admirador de los militares, misógino estridente y obsceno partidario de la ejecución de los disidentes a los que considera merecedores de la muerte en lugar de la tortura, es lo mínimo que se debe hacer desde donde se esté y con los recursos políticos posibles.
Lo tremendo es que esa cuestión está en manos de los brasileños y éstos están dando 46.7 de preferencias a ese candidato neofascista y solamente 28.5 a Fernando Haddad, sustituto de Lula, a quién los grupos de poder brasileños prefirieron sacar de las boletas, sin asumir que eso significaba llevar a Bolsonaro a la Presidencia de Brasil.
Para las posturas apocalípticas que no toman en cuenta los matices y ven todo en blanco y negro, considerando que cualquier opción “no revolucionaria o del interés de la clase obrera” es igual, incluso a la propia democracia “burguesa” la consideran como una “trampa” en la que todo es parejo; para ellos, la diferencia entre Bolsonaro y Haddad e incluso con el propio Lula es irrelevante.
Esa “visión” que hasta hace unas semanas consideraba imposible la victoria de AMLO porque “la democracia mexicana es una falacia” y el “fraude” se volvería a imponer, porque ni el “imperialismo ni la mafia del poder permitirían el triunfo de AMLO”; ese “radicalismo” de caricatura, combinado con la conducta cómplice de los grandes grupos de poder para quitar a Lula, pueden llevar a Brasil a una fase negra.
Tampoco se debe evadir la inmensa responsabilidad del PT de Brasil y de sus gobiernos, incluyendo el de Lula y el de Dilma Rousseff, por el desencanto de millones por esa “izquierda” que se envileció con la corrupción.
Si ves la barba de tu vecino crecer, pon la tuya a remojar.
Una política de avestruz, como la propuesta por AMLO, favorece a los Bolsonaro, los Maduro y los Ortega, no se diga a Trump, a quien se califica como amigo.