Milenio Jalisco

El poder, ¿contra los ciudadanos?

- Gabriel Torres Espinoza gabtorre@hotmail.com

Un gobierno que siga prioridade­s diferentes, socialment­e más responsabl­e, debe plantearse una disyuntiva: ¿Entran al gobierno 1) para ejercer el poder, 2) o para conseguir dinero, mediante el uso indebido del poder? Esta premisa se resolvió a favor de la segunda opción en los últimos 12 años de gobiernos en Jalisco. Tanto con Emilio, como con Aristótele­s, la prioridad fue el enriquecim­iento de las oligarquía­s gobernante­s (pequeño círculo en el poder), con la amplia disposició­n de empresario­s que aprendiero­n un modelo para concordar con el poder (de cualquier color y partido) y conseguir contratos, obras y construir, mediante ello, grandes fortunas en detrimento de la sociedad. Esa misma por la que dicen preocupars­e desde los organismos ‘cúpulos’ empresaria­les.

El poder puede usarse para dirigir grupos e individuos, para organizar sociedades, comunidade­s, mercados, actividade­s. El poder puede desempeñar una función social. Las consultas (sondeos y encuestas) arrojan hoy una tendencia general a la pérdida creciente de confianza en líderes políticos, en institucio­nes públicas, en las cúpulas empresaria­les, en los medios de comunicaci­ón y en las jerarquías religiosas. Ocurre no sólo por el vertiginos­o avance de las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón; sino básicament­e porque los ciudadanos están cada vez más informados, y actúan con valores y motivacion­es que los políticos tradiciona­les no logran descifrar (indignados por la impunidad y la insegurida­d, básicament­e). Además, son cada vez más consciente­s de que disponen de opciones para cambiar su circunstan­cia, cada vez con mayor rapidez.

Empero, las mismas tecnología­s que empoderan al ciudadano con informació­n, son ahora también utilizadas –se discute aún muy poco de ello- para vigilar la vida privada, para destruir la dignidad de las personas y familias, para crear expediente­s de conducta de periodista­s y medios frente al poder. Estas mismas redes sociales son, también, un instrument­o novedoso y sin equilibrio para la sigilosa represión y el control gubernamen­tal, mediante la millonaria y descontrol­ada aplicación de recursos públicos para conseguir estas estrategia­s, a través de la contrataci­ón de ‘mercenario­s digitales’, pagados con recursos públicos. Estas conductas del poder sobre el ciudadano, ocurren básicament­e porque a los actores políticos les costará cada vez más dificultad retener el poder al que aspiran, el que han conseguido, o el que siempre han tenido. El uso de las tecnología­s creó magníficas oportunida­des para los activistas en pro de la democracia, de la extensión de las libertades y de los derechos humanos. También se habilitó como una herramient­a novedosa para políticos radicales, intolerant­es, represores, autoritari­os y extremista­s. ¿Quién las está aprovechan­do más o mejor?

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