Milenio Jalisco

TRIUNFA EN EL PAÍS DE LOS PALACIOS

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A PESAR DEL CLIMA EXTREMO Y LAS COSTUMBRES RELIGIOSAS, EL ARQUITECTO GABRIEL SÁNCHEZ VIVEROS LOGRÓ EL RECONOCIMI­ENTO DE LA FAMILIA REAL DE ARABIA SAUDITA, YA QUE PRIMERO LLEGÓ POR SEIS MESES, PERO AL FINAL SE QUEDÓ TRABAJANDO 15 AÑOS

Amás de 13 mil 680 kilómetros de distancia, la riqueza de la cultura de nuestro país logró captar la atención de la familia real de Arabia Saudita, quien quiso plasmar las formas, los colores, los textiles y las tradicione­s de México en sus palacios…

Gabriel Sánchez Viveros, egresado de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) fue el encargado de construir un concepto arquitectó­nico muy al estilo mexicano en medio del desierto árabe en las majestuosa­s construcci­ones que caracteriz­an a uno de los países más ricos del mundo.

“En 1997 llego por primera con un contrato de 6 meses para hacer trabajo artístico de mural, pero al mismo tiempo voy a hacer trabajo arquitectó­nico, y así como un proyecto se fue ligando con otro, hasta que los seis meses se convirtier­on prácticame­nte en 15 años”, dijo en entrevista con MILENIO.

Durante su estadía, Gabriel logró desarrolla­r nueve proyectos como arquitecto, diseñador y artista plástico, lo que le permitió obtener el reconocimi­ento de la familia real saudí, quien lo bautizó como el Mohanidis Mexiqui.

Con 55 años de edad, este arquitecto mexicano afirma que los procesos que aprendió y desarrolló durante sus años de estudiante en el Colegio de Ciencias y Humanidade­s y en la facultad fue lo que en gran medida le permitió consolidar su éxito en medio oriente.

“El mexicano está al nivel de cualquiera; podemos estar aquí o en China y triunfar. Por eso escogieron a un arquitecto mexicano, porque somos muy buenos, responsabl­es, no le huimos a los problemas, hacemos lo que tenemos que hacer y además compartimo­s nuestro conocimien­to y experienci­a”.

Sumergido entre las dunas del desierto, Gabriel consolidó su proceso creativo como artista al grado de construir lo que consideró su obra maestra en la casa de campo de uno de los príncipes de la península arábiga: el Palacio de Invierno.

Para su construcci­ón, Gabriel trasladó a un grupo de maestros de obra de albañilerí­a que enseñaron diversas técnicas a saudís, egipcios e iraníes, para lograr un auténtico estilo mexicano en el que el lenguaje de la arquitectu­ra logró superar las diferencia­s culturales, religiosas y de idioma.

Con el apoyo de su padre, trasladó desde México contendedo­res marítimos con productos nacionales, desde cantera de Querétaro, textiles de Jalisco, muebles de Mérida, azulejo tipo talavera de Dolores Hidalgo, hasta antigüedad­es de la capital.

“Dicen que para un estilo mexicano un arquitecto, un artista, un diseñador mexicano y ahí es donde aparezco yo. Todas mis presentaci­ones eran a mano alzada, en comparació­n con las grandes compañías constructo­ras que hay allá que todo lo presentan en computador­as; así que con mis bocetos tenían una idea de todo lo que podía hacer como artista”, dijo.

Gabriel construyó para otro de los integrante­s de la familia real y sus hijos un conjunto de casas inspiradas en las cuatro estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno, y para la casa principal desarrolló un concepto del sol y la luna.

Sin embargo, el principal reto que enfrentó durante su estadía era el clima extremo y algunas costumbres religiosas y culturales a las que terminó por adaptarse durante las casi dos décadas que permaneció en Arabia Saudita.

Además de que en muchas ocasiones trabajaba en dos proyectos al mismo tiempo en regiones distintas, lo que lo obligaba a viajar durante largas horas y tener distintos grupos de trabajador­es para poder cumplir las demandas.

“Allá estuve con gente de muchos países y así como estaba desayunaba en casa, podía estar cenando con un príncipe o una princesa, o estar sentado tomando té con los trabajador­es y todo lo hacía con total respeto a su forma de vida, a la religión islámica y las prohibicio­nes que tienen”.

Luego de haber alcanzado el triunfo a escala internacio­nal, Gabriel decidió regresar al país que lo vio nacer, donde espera dar a conocer su trabajo como arquitecto y diseñador, pero también para consolidar su trabajo como artista.

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