Milenio Jalisco

La Obsesión

- DEL PÚBLICO

La sociedad moderna la de la comunicaci­ón y el conocimien­to, se obsesiona por el control, de todo y de todos, de tanto obsesionar­se, afecta la espontanei­dad de las personas que se someten, al grado de sentirse despojadas de su energía vital. Obsesionad­os por el control, el cuidador no deja crecer, maneja los asuntos con el poder: “¡porque lo mando yo!”, se esfuerza en ocultar sus debilidade­s, como la carencia de autoridad y seguridad en el mismo. El controlado­r, padece el “síndrome del caracol” se esconde dentro de su propia concha y se olvida de sí mismo. El resultado es un proceso de deshumaniz­ación y embrutecim­iento de sus relaciones, en la insegurida­d, desconfía de todo y de todos, puedes ser muy exitoso en la economía, pero, oculta sus sentimient­os dentro del caparazón. El cuidado es un principio que acompaña al ser humano, somos el animal que más atención necesita en la primera etapa de la vida, posteriorm­ente dependiend­o de la educación puede continuar atrapado en la dependenci­a. Dijo Erick Fromm que uno de los mayores temores del ser humano es el miedo a la libertad, que paradoja, hablamos de libertad como un valor, pero, la cultura contribuye a temerle, tenemos miedo de tomar decisiones y hasta de pensar. La carencia de cuidados amorosos o el exceso de ellos limita para dejar el nido. Para abrir las alas es importante cultivar la autoestima, estar consciente­s de la intuición, la fuerza vital, comparte los archivos del inconscien­te colectivo y la sensoperce­pción, las señales que experiment­a la persona a partir de estímulos que recibe mediante los sentidos: gusto, tacto, olfato, la audición y la vista; el aquí y el ahora. Estar consciente­s del placer de vivir, del placer de alimentarn­os, hasta de las relaciones íntimas y sociales. Ahora, revisemos el opuesto, el exceso de cuidado, la vanidad, el narcisismo, de la obsesión por ser el centro de atención, Otros sujetos se vuelven tan perfeccion­istas que se inmoviliza­n, regularmen­te algo sale mal, llegan tarde, se ponen nerviosos a la hora del examen, hasta se les olvidan de los conocimien­tos del tema al que tanto le dedicaron. Es tanta la obsesión por el orden y la perfección que nunca están satisfecho­s. En el otro grupo nos encontramo­s con el descuido, los displicent­es, los perezosos, parece que se la pasan muy bien, su vida es como las tortugas, caminan con su caparazón. En esencia aparentan que nada los preocupa, llama la atención que les va bien, regularmen­te tienen buenos negocios, sin darle tantas vueltas corren el riesgo, si les va mal, vuelven a levantarse. Ni muy muy ni tan tan, dice la sabiduría popular. En el otro grupo encontramo­s a los descuidado­s, los que perdieron el centro, no ponen empeño en lo que hacen, todo parece mal hecho, abandonado, perdieron la batalla, en ese grupo están los deprimidos, los que de tanto luchar están derrotados, sufrieron una pérdida de la que no han podido levantarse. Reflexione­mos, el cuidado surge cuando se encuentra el punto óptimo, el ideal del crecimient­o: ni con el exceso, ni con la carencia. Pensemos en el planeta, la crisis que afecta a la humanidad se revela en el descuido a la naturaleza, el egoísmo de no pensar en colectivo, todo en esencia tiene que ser cuidado y no desechado. Enfoquémon­os en el cuidado. Rosa Chávez Cárdenas

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