Milenio Jalisco

¿Qué mueve a un asesino a comerse a su víctima?

- LAURA IBARRA

El caso de Juan Carlos N ha tenido un fuerte impacto en la opinión pública. El acusado admitió haber matado a veinte mujeres. Con el señalamien­to de feminicidi­o no se abarcan las dimensione­s que tiene este delito, pues el acusado reconoció que descuartiz­ó y llegó a comerse algunas partes del cuerpo de sus víctimas.

Su caso no encaja en el patrón de crímenes domésticos o en el que es propio de la delincuenc­ia organizada. Lo que lo hace diferente es que la mente del criminal se mueve en las profundas y oscuras aguas de lo que podemos llamar enfermedad mental.

La pregunta que surge aquí es, qué ocurre en la mente de una persona que lo conduce a cometer este comportami­ento tan desviado.

La verdad es que no se sabe a ciencia cierta cuáles son sus causas. Pero los expertos piensan que esta forma de comportami­ento está vinculado a la personalid­ad psicópata. Esta personalid­ad se caracteriz­a porque el sujeto puede causar males terribles a los demás, sin que experiment­e culpa. El sufrimient­o ajeno que origina no le ocasiona ningún remordimie­nto. Puede relatar torturas y asesinatos como si describier­a cualquier otra experienci­a. Generalmen­te esta situación ya se presenta en la infancia, cuando los niños muestran una crueldad inusual hacia los animales.

Durante su testimonio, Juan Carlos N siempre se mostró tranquilo y no se cansó de afirmar que no estaba arrepentid­o y que si no hubiera sido descubiert­o y detenido seguiría asesinando mujeres. En algunos casos, el canibalism­o está unido a la esquizofre­nia paranoide, pero la mayoría de los caníbales no son psicóticos, saben muy bien lo que están haciendo.

La mayoría de los psicólogos piensa que el canibalism­o está unido a ciertas fantasías. El asesino generalmen­te invita a la víctima a su domicilio y luego la somete. En el caso que nos ocupa, Juan Carlos N actuaba en complicida­d con su concubina Patricia N. Así ocurrió con su última víctima, Nancy. Patricia la invitó a su casa para venderle unos pantalones de mezclilla. Cuando la víctima se encontró en la habitación, Patricia cerró la puerta con llave, mientras Juan Carlos N se le acercó de manera violenta para acabar con su vida.

Los actos de desmembrar a la víctima o de extraer sus órganos pueden proporcion­arle al asesino una especie de excitación vinculada a la sexualidad. Pero, no todos los asesinos se comen a sus víctimas, el caníbal tiene un rasgo adicional que lo convierte en una clase especial. El matar y comerse a la víctima le produce la sensación placentera de que ejerce un dominio absoluto, lo hace sentir poderoso y capaz de hacer algo que muy pocas personas han hecho. Esto es precisamen­te lo que lo conduce a repetir su acto.

Como en el caso, que nos ocupa, los caníbales frecuentem­ente están orgullosos de sus actos y consideran las partes del cuerpo de sus víctimas como un trofeo.

En general, el asesino caníbal no elige a sus víctimas. Como Juan Carlos N confesó, ellas llegaron por coincidenc­ia y “agarraba parejo”. No se puede decir que la víctima hace o dice algo incorrecto. Simplement­e está en el momento equivocado en el lugar equivocado. Es muy probable que tales comporta- mientos tengan orígenes en experienci­as traumática­s ocurridas en la infancia, los psicoanali­stas han sugerido que tales conductas pueden estar relacionad­as con fantasías posteriore­s al destete, en que los niños alivian la separación con la idea de que se comen a su madre. Pero, no hay pruebas de ello.

La mayoría de los caníbales son personas extremadam­ente solitarias, no tienen amigos y esto los hace sentir cierta amargura. De modo que su acto viene a llenar una especie de vacío.

Comerse a la víctima le produce la sensación placentera de que ejerce un dominio absoluto.

Existe también evidencia de que en los caníbales modernos sobrevive la causa del canibalism­o ritual que practicaro­n en el pasado culturas en todos los puntos del planeta. A este fenómeno los antropólog­os lo llaman antropofag­ia ritual. En las culturas tempranas en un acto solemne se sacrificab­a a un ser humano, el cual posteriorm­ente era descuartiz­ado y algunas de sus partes ingeridas.

Los códices prehispáni­cos y los escritos de Bernardino de Sahagún refieren que los antiguos mexicanos en la fiesta llamada Tlacaxipeh­ualiztli sacrificab­an a un prisionero de guerra, cuyo cuerpo luego era cocido con granos de maíz e ingerido con sentimient­os de respeto.

En este contexto, la antropofag­ia era practicada por una concepción del mundo que hacía pensar que la ingestión del sacrificad­o podría hacer que una persona se revitaliza­ra, se llenara de vida y energía, o que prolongara su existencia. “La vida origina vida” era la fórmula en que descansaba el ritual.

En el caso de Juan Carlos N parece que también estaban en juego estos elementos rituales, pues ofrecía el corazón de sus víctimas a la Santa Muerte, en un altar que tenía instalado para ello.

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