Turbulencias
Todos los pasajeros que desde hoy abordarán en Expo Guadalajara, de seguro deben estarse abrochando el cinturón. La anunciada “Cumbre de Negocios” que vuelve a la capital jalisciense, deberá estar preparándose a fin de enfrentar las turbulencias que se avecinan. Vamos, ya ni de radar necesitan los que viajarán durante tres días en busca de una pista segura que les permita al menos avanzar y no retroceder, menos caer, ante los negros nubarrones que acechan a la economía nacional.
La importante reunión que tiene dos líderes clave, Miguel Alemán Velasco y Carlos Slim Helú, habrá de tratar de dilucidar con un millar de empresarios de todo el país e incluso del extranjero, de qué se tratará la política ya bien aterrizada del régimen federal inminente. Las incógnitas afloran mientras más se acerca el “Día D” del cambio en la silla presidencial.
Desde luego que los lobos de mar del empresariado mexicano parecen no temer a nada, pero se han dado cuenta que los planes de acercamiento con el mandatario electo parecen no importarle a éste, quizá poco menos que un bledo. Así, aunque se desvivan en el ánimo conciliador y que piensen en que iba en serio lo de la “república amorosa”, no se convencerán ni a sí mismos. La situación apunta a problemas a corto plazo debido a los anuncios del día con día de Andrés Manuel López Obrador quien no necesita de “twits” como los de Donald Trump para lograr, sucede en ambos casos, efectos negativos en los indicadores económicos.
Ya son tantas y tan variadas las noticias que en la interrogante principal que se plantea dicha Cumbre, “entre certeza e incertidumbre”, la respuesta parece más obvia que las intenciones de López Obrador, su futuro Secretario de Comunicaciones -cuestionado no por ser de tercera edad sino por anacrónico-, así como toda la “red” tendida para que finalmente pueda cumplir sus promesas de campaña como la de “cancelar” el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. Veremos qué dice Slim, ultradefensor del proyecto, sobre todo con las cuentas alegres del tabasqueño que se siente ganador por “ahorrarse” cien mil millones en un aeropuerto inexistente mientras se pierden cien mil millones invertidos de a de veras, más lo que se acumule en consecuencias, que podría ser dos y hasta tres veces ese daño. Pero, ya sabemos, los números no son precisamente el fuerte del presidente electo. Igual le falta que le sale sobrando. Para los versados y férreos defensores del “No” al NAICM, nada tiene que ver las miles de corruptelas -cientos de millones de pesos en dádivas- que de seguro se dieron en los múltiples contratos de obra, eso se tendría que investigar y emprender correcciones y sanciones que marquen ejemplo para la nueva administración federal.
Por hacer referencia solamente a lo último, ante el problema de migración que ahora vivimos en carne propia con la caravana de hondureños, –y ni modo de construir un muro en el sur y que lo paguen los guatemaltecos–, el de Macuspana nos da un buen motivo para dormir tranquilos: simplemente hay que resolver TODOS los problemas de nuestros pueblos para que ya no tengamos que migrar ni andar husmeando ni metiéndonos al patio del de copete güero. Así, fácil. Haberlo dicho antes.
Luego otra amenaza está por cumplirse: los superdelegados que ya asumen una pose de “gobernadores B” puesto que nada le costará a Morena aprobar los cambios en la administración federal para que, dicen, supeditar a gobernadores que sí ganaron sus elecciones (llamémosles “A” desde ahora), así como a todos los presidentes municipales, a un poder omnímodo en el que, efectivamente, podemos irnos despidiendo del Federalismo que se construyó durante más de siglo y medio ya que nuestros gobernantes locales no podrán ir al Olimpo del gobierno mexicano sin antes tocar base con los superdelegados. En fin, ahora sí como que ya empezamos a darnos cuenta de qué se trata la “cuarta transformación” de México: también se marcha en reversa.
Naturalmente que el “clima” de la Cumbre no abrirá trincheras, aunque como es lógico, dará una despedida amistosa al presidente que se va –con toda la retahila de cifras sobre lo bien que nos ha ido en este sexenio–, así como para que “lo bueno siga contando”. De manera que, a como se están comportado los grandes empresarios (aparte de Slim, ¿quién defiende verdaderamente el aeropuerto?, por ejemplo), habrá que esperar mucha cautela en sus expresiones. O ¿serán capaces de sí sacar la cabeza y darnos alguna sorpresa?
De seguro se seguirá escribiendo en los próximos días la “nueva historia”. Nos espera la especie de consulta sobre la terminal aérea, más anuncios como los de cambios en la operación de Pemex -pronto conducida por todo un agrónomo y que ya hizo brincar las calificadoras internacionales, como la Fitch, pero con tacha negativa al futuro de la principal paraestatal mexicana, lo que de paso hizo dar un empujoncito más para atrás a nuestro peso.
En realidad, no es mala la idea. Hay que abrocharse los cinturones. Es lo lógico cuando hay turbulencias y el cielo parece, parece encapotado. Ojalá y todo lo positivo se cumpla (la descentralización es muy interesante, si se hace bien), los programas sociales sean una panacea a nuestros males, la corrupción sepa cómo pero que se destierre, etcétera. Después de todo, lo que deseamos millones es llegar bien y aterrizar a salvo.