Milenio Jalisco

Acusa Maduro “guerra económica”

- Reuters/Caracas

Venezuela cuestionó las acusacione­s contra un grupo de empresario­s mexicanos que proveé alimentos a un programa creado por el presidente Nicolás Maduro ante la escasez, al considerar­las un “atropello” y un “intento de obstaculiz­ar” los esfuerzos con los que el gobierno busca superar la crisis.

El programa CLAP (Comité Local de Abastecimi­ento y Producción), mediante el cual se venden alimentos subsidiado­s a los venezolano­s, ha estado bajo investigac­ión por denuncias de corrupción y especulaci­ón. “Consideram­os este atropello contra empresario­s mexicanos uno más de los múltiples intentos de obstaculiz­ar los denodados esfuerzos del gobierno para derrotar la guerra económica contra nuestro pueblo”, señaló en un comunicado la cancillerí­a.

En tanto, el presidente Maduro afirmó que el gobierno de Peña montó “una operación para intimidar, allanaron los depósitos de las empresas que producen y nos venden las despensas. Nos tenían secuestrad­as 1.3 millones de cajas, pero ya vienen en camino”.

Cumplieron el primer día detrás de la reja que frenó su paso hacia el norte. Las mujeres y los niños que formaban la primera línea de la resistenci­a de la caravana de migrantes hondureños mostraban rostros de fatiga, deshidrata­ción, insolación y hambre. Filas atrás los huecos eran cada vez más visibles. Se aventaron al río o regresaron a Tecún Umán, y desde el Paso del Coyote cruzaron en balsas, pero los que estaban hasta adelante no sabían que los que vieron aventarse de 15 metros hacía el agua, ahora secaban su ropa en un parque y recibían una ración de comida.

Las mujeres y los niños iban primero. Tras horas interminab­les de espera, México reabrió su frontera para la caravana migrante de hondureños, pero a cuenta gotas, con fichas numeradas y de 40 en 40.

El calor los sofocaba y el hambre hacía que la gente se desmayara. La promesa de México estaba presente, pero la esperanza iba desapareci­endo con el paso de las horas.

“Ya no puedo tener a mis hijos así, caminando descalzos, pero en Honduras no hay nada, no hay trabajo, ni educación ni seguridad, tenemos que seguir adelante”, platicó Denisse Salvador.

Los hondureños de la caravana son familias enteras: bebés, niños, mujeres, hombres que quieren buscar una mejor vida. Dejar atrás la violencia, la miseria y el miedo para llegar a EU o de menos a alguna ciudad grande de México.

“Estamos todos desesperad­os, dicen que mujeres y niños primero, pero no entra casi nadie. Ya necesitamo­s una solución, que tengan piedad”, señaló Juan Carlos Vázquez.

Fue uno de los días más largos de la caravana, porque hay urgencia de seguir el camino, tienen miedo de regresar y está en riesgo su avance y su futuro, que hasta hoy es EU.

En el parque había esperanza, y querían transmitir­la a los que aun permanecía­n en el puente. Se organizó una marcha para motivarlos a dejar la espera y arrojarse al agua, porque la cita estaba ya definida. La caravana reanudará su éxodo al norte hoy cuando salga el sol.

Los migrantes dejaron todo para buscar una nueva vida, algo que mantenga con bien a sus hijos, algo que en Honduras, aseguran, no encontrará­n nunca.

Casos como el de William Rodrí- guez revelan la situación difícil en su país y el riesgo de venir a México.

“Allá no hay trabajo y queremos una mejor vida, el gobierno no sé qué hace con todas las ayudas, pero no nos ajusta para todos el poquito que recibimos. Mi destino es llegar a EU, si no aquí en México”, explica.

En esta caravana hay mujeres que solo van de la mano de sus hijos y afirman no tener miedo ante los posibles peligros.

“Salí porque es un país corrupto y me vine por la vida de mi hija, allá en Honduras no podemos vivir. Mire mi niña como está delgada y todo lo perdí, ahorita quiero llegar a EU”, contó Luvi Sarmiento.

La solidarida­d de los lugareños se hizo sentir, los migrantes que durmieron en la plaza de Suchiate recibieron comida, agua y ropa.

Un grupo de poco más de 500, el de los más débiles, los que enfermaron, mujeres y niños o simplement­e quienes no desean irse al norte, sino quedarse en México, optaron por dar un el paso hacia el autobús que los condujo a un albergue que terminó por ser una estación migratoria. Ahí esperarán a que las autoridade­s les permitan salir a probar suerte en México o regresarlo­s a su país.

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