Milenio Jalisco

La caravana, una manzana envenenada

Sí, yo también soy migrante, hijo de migrante, y nieto de emigrantes. Florestán citándome

- JOAQUÍN LÓPEZ-DÓRIGA lopezdorig­a@milenio.com Twitter: @lopezdorig­a Web: lopezdorig­a.com

México siempre ha sido un país expulsor y receptor de migrantes, territorio de tránsito, y nunca nadie en el mundo dijo nada. Les era un asunto lejano, ajeno y sin importanci­a.

Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se dieron grandes migracione­s después de que los aliados se repartiera­n Europa. Debo señalar la emblemátic­a emigración española que llegó por la generosa solidarida­d del general Lázaro Cárdenas, trasterrad­os que vinieron a enriquecer a generacion­es de jóvenes, crear y fortalecer institucio­nes y país, con el sueño sepultado de volver algún día al fin del régimen, pero el dictador murió hasta el 20 noviembre de 1975, lo que ya pocos celebraron por el paso de tantos años.

Todas aquellas migracione­s se dieron en la primera mitad el siglo pasado, y hoy solo queda memoria escrita, el nuevo milenio, y su vértigo, las llevaron al olvido.

Pero los nuevos tiempos provocaron una nueva oleada de cientos de miles de migrantes de África a Europa, creando un problema humanitari­o de dimensione­s que esta generación no había conocido, con miles de muertos ahogados en el Mediterrán­eo, rechazados o hacinados en campos de detención, todos en su afán común de encontrar una vida y no morir de hambre o a tiros.

Y aquí, mientras tanto aquí siguieron las corrientes de mexicanos cruzando a Estados Unidos en busca del sueño americano, lo que se agravó cuando se sumaron los centroamer­icanos y así llegamos a esta semana, con miles de hondureños cruzando la frontera de México para luego intentar pasar la de Estados Unidos.

A ellos los mueve las mismas razones de todas las migracione­s: escapar del hambre y la violencia, nada nuevo, pero sí las condicione­s.

El gobierno de México quedó ensangüich­ado entre ese torrente humano y las amenazas de Trump que quiso usar al Suchiate como su frontera sur.

Y al no lograrlo, el gobierno de México les ha permitido el paso y mil 700 ya hicieron su solicitud de asilo, endureció el tono y amenazó con militariza­r su frontera sur, ignorante de que no puede desplegar al Ejército en su territorio, pero lo usa.

Estamos ante una crisis no prevista de fin e inicio de sexenio en México, entre las presiones de las caravanas de migrantes centroamer­icanos y las de Trump, a dos semanas de sus elecciones intermedia­s, que no sé aún, como en la encuesta del aeropuerto, qué desenlace vayan a tener, si es que tienen alguno bueno para todos, que hoy no veo.

RETALES 1. RELEVO.

Me gustó la claridad de Marcelo Ebrard desde Canadá, al denunciar la relación entre la caravana migrante, Trump y las elecciones intermedia­s de Estados Unidos, el 6 de noviembre;

2. SILENCIO. En el primer círculo del presidente electo López Obrador ha quedado fuera de la conversaci­ón el tema de los aeropuerto­s. Es un asunto cerrado por él mismo y no se aceptan opiniones; y

3. REGRESO. Elba Esther Gordillo se reunió con jóvenes maestros en un salón de fiestas donde reivindicó la presidenci­a del SNTE y avisó que va por su control. ¿Servirá este regreso a la cuarta transforma­ción? Nos vemos mañana, pero en privado

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