Una reunión sin entusiasmo
Ayer fui testigo de una reunión sin entusiasmo. De un lado, en el presídium, estaba el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador. Abajo, los más, estaban empresarios, ejecutivos, emprendedores e invitados, todos ellos participantes en el foro México Cumbre de Negocios, que se realizó en Guadalajara por espacio de tres días.
Y digo que fue una reunión sin entusiasmo, porque no se alcanzó a percibir que las mujeres y hombres que se dedican al mundo empresarial, hubieran sido contagiados por el encanto de López Obrador.
Fue la de ayer en la Expo Guadalajara una reunión con mucha cortesía y tacto, pero sin la calidez que el político recibe ante otros interlocutores. Aplausos sí; palabras elogiosas, no tanto. Resultó ser una charla entre antagonistas que apenas se están midiendo, con miras a un enfrentamiento futuro.
López Obrador habló y expuso mucho de lo que ha dicho en semanas recientes. Llamó a la austeridad y a la lucha contra la corrupción. También se refirió a la contratación de miles de jóvenes como parte de un sistema de aprendices. Incluyó en su discurso la necesidad de ofrecer educación universitaria a todos los muchachos que la requieran. Por supuesto que se refirió a la eliminación de inspectores, a quienes menciona como operadores de la corrupción. Luego las preguntas y las respuestas.
Allí fue donde se mostró el distanciamiento entre la postura del político, y la de los hombres y mujeres de negocios.
Apenas cuatro personas hicieron uso de la palabra, pues el tiempo era limitado. Sin ser confrontativos, las preguntas eran reclamos velados: ¿por qué dejar Los Pinos para vivir en Palacio Nacional? ¿Por qué prescindir del Estado mayor Presidencial para su custodia? ¿Cómo resolver los problemas humanos que puede dejar la salida a los estados de las diferentes secretarías de Estado? ¿Cómo manejar una posible debacle del peso ante el dólar cuando se anuncie que el aeropuerto no será en Texcoco? Muchos cuestionamientos amables, pero cuestionamientos al fin.
López Obrador fue paciente y contestó todo lo que le preguntaron. Intentó convencer a los presentes de que sus planes eran correctos. Es cierto que el encuentro fue relativamente breve, y que faltó espacio para réplicas y contrarréplicas. Pero fue un buen ejemplo de cómo hay posiciones encontradas y manifiestas.
Al final, después de los aplausos de despedida para AMLO, el ambiente no fue festivo. No hubo electricidad en el aire. En la mesa donde estuve, los comentarios sobre lo dicho por el presidente electo fueron de incredulidad. Nadie se mostró convencido del todo. A lo mucho hubo expresiones de resignación por tener que concederle el beneficio de la duda.
No hubo entusiasmo, pues. La cosa es saber si ese ambiente se mantendrá así durante todo el sexenio.