Lengua y sangre
En entredicho ha quedado en estos días la buena fama de los mexicanos; a punto de convertirse en un mito está su hospitalidad, calidez y amabilidad. La caravana migrante que arribó el viernes pasado a nuestro país procedente de Centroamérica ha visto la peor cara de los mexicanos quienes los recibieron con balas de goma, abusos, presuntas violaciones a mujeres y un sinnúmero de vituperios racistas y xenófobos.
Un tema en el que los mexicanos siempre habíamos coincidido hoy divide opiniones, incluso entre los propios presidentes
-el saliente y el electo-; Enrique Peña Nieto ha dicho que “México mantiene la disposición de apoyar a los migrantes siempre y cuando respeten nuestras leyes”, en tanto, Andrés Manuel López Obrador, no habló de condiciones y ofreció a los migrantes visas y empleo en la construcción del Tren Maya.
El tema ha polarizado las posturas de los mexicanos, el país se encuentra potencialmente dividido entre quienes piensan que en este mundo, “ningún ser humano debe ser ilegal” y los que demandan que son los mexicanos en pobreza quienes deben recibir la ayuda del gobierno antes que cualquier extranjero.
Tradicionalmente, el discurso de México se ha sumado a las voces de países líderes y activistas de diversas naciones del orbe que han estado clamando por el humanitarismo en relación a los migrantes. Nuestro país y nuestra sociedad se han expresado cuando ha habido cuestiones de racismo, xenofobia y discriminación en Estados Unidos de América, en países europeos que se han negado a recibir a africanos cuando se ven en la necesidad de huir de sus respectivos países. Y también hemos aplaudido cuando sabemos que otros les abren sus puertas y les permiten y ofrecen facilidades para iniciar una nueva vida. Las voces siempre fueron en el sentido que había que ser humanitarios y recibirlos y apoyarlos.
Tristemente, hoy que nos toca recibir a la denominada “caravana migrante” que inició su travesía hace dos semanas saliendo de San Pedro Sula, escuchamos del lado mexicano vituperios, percibimos odio, xenofobia, discriminación y un patriotismo mal entendido. Esta gente que ha salido de sus comunidades a causa de maltrato familiar, asesinato de familiares, extorsiones, y huyendo del reclutamiento de niños y adolescentes, de la violencia sexual y doméstica; secuestros, tentativas de homicidios y el despojo de tierras, entre otros motivos, ni siquiera tiene entre sus planes permanecer en nuestro país. Ellos tienen en su brújula Estados Unidos de Norteamérica, van en busca del sueño americano como lo han hecho millones de mexicanos.
Pero contrario a tenderles la mano, a ofrecerles nuestra ayuda, y nuestra hospitalidad, nos encuentran convertidos en lo que tanto hemos criticado en personajes como Donald Trump, que ha despreciado y humillado a sus vecinos del sur. Hoy somos quienes lanzamos reclamos al gobierno para exigir que no se les permita seguir avanzando y para cuestionar y satanizar declaraciones como la del presidente electo Andrés Manuel López Obrador quien les ha prometido garantizar su seguridad y otorgar empleos.
La política generalmente desde México ha sido de apoyo hacia los migrantes y nos rasgamos las vestiduras por lo que le hace el vecino país del norte a los nuestros, pero ahora que nos toca el gran problema, porque sí es un gran problema, respondemos de la manera más severa como ya se ha narrado, con balas de goma, con golpes, con la serie de malas maneras que todos hemos visto en las imágenes y esto desvirtúa todo nuestro discurso histórico.
México también ha condenado el uso de las balas de goma. Sin embargo, presuntamente policías mexicanos hicieron uso de ellas contra los migrantes el pasado fin de semana.
Si bien el tema de esta incursión de migrantes no es sencillo tiene que resolverse, tiene que verse desde varios ángulos; tampoco es como para recibir a la gente a punta de garrotazos con el pretexto de que están atacando policías. Creo que no puede pensarse que un grupo de gente sin armas o con piedras o con palos sea peligrosa para escuadrones antimotines, entonces hay que enfocarnos. Hemos visto acciones severas de parte de autoridades de México y ojalá el presidente electo, que ha dicho que va a ser humanitario, consiga que todo llegue a buen puerto. No cerramos los ojos a que este movimiento esté siendo orquestado desde la Casa Blanca bajo un interés oscuro del presidente Trump. No descartamos que se trate de una estrategia para ganar la elección que se avecina.
Tenemos que ser consistentes con la postura que tradicionalmente hemos proclamado en el tema migrante y no dejarnos llevar por un odio infundado, por acciones xenófobas que no corresponden, porque hoy en día, la sangre de la lengua mordida y la sangre de mujeres, niños y ancianos golpeados y baleados por policías mexicanos, manchan el discurso nacional.