Milenio Jalisco

Una de periodismo gringo

- Gonzalo Oliveros goliveros@me.com

Megyn Kelly es de esas periodista­s que se volvió famosa a nivel mundial gracias a los insultos del Presidente más grosero del mundo. Luego del primer debate entre los candidatos del partido republican­o en 2016, la vida de esta abogada convertida en comentaris­ta cambió.

Kelly -una de las estrellas del canal de noticias FOX-, había preguntado a Trump sobre su trato y percepción sobre las mujeres. Trump, aun enfundado en su papel de estrella de programas de realidad, contestó burlón contra conductore­s y comediante. La abogada no lo soltó y le recordó a la audiencia lo misógino del personaje. Trump transformó el escarnio en ganancia y adoptó el defecto como virtud ante los millones americanos que detestaban y detestan a Hillary Clinton.

Para ello, apareció en cuanto programa de televisión pudo incluido CNN. Ahí, convirtió la pregunta de Megyn Kelly en un arranque menstrual. Periodismo PMS.

Así, la conductora se convirtió en la primera víctima mediática del trumpismo. A eso, agreguen las denuncias contra acoso que ella corroboró contra Roger Ailes, timón y creador de FOX News.

El tiempo de Kelly en FOX terminó y su carrera parecía tendría mejores aires en la televisión abierta. Gran fallo.

Kelly llegó a la NBC y nunca supo acomodarse a los estándares de un canal que llega a mucha más gente que unía estación de cable. Es un mal que aqueja a los conductore­s a nivel mundial: los conductore­s de radio piensan que los escucha todo el mundo y que son reconocido­s por la población en general. Error: segurament­e, muchos de los lectores no tienen idea de quién es, por ejemplo, Gabriel Zarzosa o Paulo Ibarra-por decir un par de nombres, que quede claro-. Lo mismo sucede con los personajes de televisión por cable sin importar que tan populares son en su nicho.

El nicho, ese que nos aplaude nuestros puntos de vista y hasta nuestros mayores errores, como el ser racistas, ególatras o faltos de cultura.

Esta semana, Megyn Kelly afirmó una idea que, en FOX, hubiera sido aplaudida: no tiene nada de malo pintarse la cara como negro. Nunca consideró que trabajaba en un medio donde su principal conductor es afroameric­ano y su figura noticiosa más querida pertenece a ese sector perseguido, discrimina­do y asediado. Las quejas del público y la condena interna la tiene en la puerta del Rockefelle­r Center.

A veces creemos que nuestra opinión es invencible. Solo falta un jalón de realidad para ponernos en la calle.

Con todo y nuestros prejuicios.

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MILENIO
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