Migrantes: condición humana
Jaques Attali dice en Breve historia del futuro, la historia de la humanidad es la migración. Resulta contra natura toda política orientada a impedir la migración.
La actual caravana de hondureños, en su gran mayoría, no es sino la punta del iceberg. Afirma Attali: “se producirán grandes emigraciones: de China a Siberia, de Indonesia a Malasia y Tailandia, de África central a África austral o el norte de África, de Irak a Turquía y de Guatemala a México. Tanto los pobres como las élites del sur seguirán viajando al mundo desarrollado, EEUU y Europa. EEUU seguirá siendo el país más preparado para aceptar esa inmigración, las élites hispanas, afroamericanas y asiáticas le darán aún más fuerza”.
Además de su condición racista, la política de Donald Trump contra los migrantes, en primer lugar los mexicanos, no hay que olvidarlo, es una estupidez.
Ningún muro, ni una militarización de su frontera con México, mucho menos convertir al Estado mexicano en el encargado de realizar las tareas de contención de los migrantes del Triángulo Centroamericano, mediante el establecimiento de una patrulla fronteriza integrada por tropas mexicanas, tampoco las medidas “legales” de negación de papeles de cualquier tipo a los migrantes; nada de eso impedirá el fenómeno creciente de la migración en todo el planeta.
No tiene sentido afirmar que la “mejor política exterior, es la interior”, como lo suele decir el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, el avestrucismo es la peor manera de hacer frente a un fenómeno como el de la migración.
La política exterior debe ser cada vez más proactiva, como aquella que se aplicó tomando partido por Etiopía contra la invasión italiana; el apoyo a la República española, incluso con armas; la tolerancia a los opositores a la dictadura cubana de Batista, permitiendo a Fidel Castro y sus compañeros tener campos de entrenamiento y organizar la expedición rumbo a la Isla; el apoyo a la familia Allende y todos los perseguidos de la dictadura de Pinochet; el reconocimiento al FMLN de El Salvador como fuerza beligerante; toda esa política “injerencista” le dio un gran prestigio a la política exterior mexicana. Precisamente la política contraria a una entelequia denominada “no intervención”.