Milenio Jalisco

SU CRUZADA PARA LLEGAR AL CONGRESO

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Mi tribu ha estado aquí desde los años 1200”: Deb Haaland está lista para ser una “voz fuerte” por los indígenas, las minorías, los pobres. Esta madre soltera de 57 años, integrante de la tribu Pueblo Laguna de Nuevo México, está en campaña para ser la primera mujer indígena en el Congreso de Estados Unidos.

Superó el alcoholism­o, sabe lo que es vivir en pobreza, lo que es necesitar cupones subsidiado­s por el gobierno para comprar comida y la importanci­a de un sistema de salud accesible para todos.

“Necesitamo­s gente de verdad que aborde estos temas y entiendan lo que se siente”, dijo en su comando de campaña en Albuquerqu­e, Nuevo México. “Tenemos gente en el Congreso que (...) no sabe lo que es necesitar esas cosas”.

Debra A. Haaland, demócrata, forma parte de esa ola de mujeres que quiere inundar el Congreso, inspirada en la resistenci­a al presidente Donald Trump.

Además de ella, otras dos mujeres indígenas buscan un escaño en la Cámara de Representa­ntes, adonde solo llegaron hasta ahora, en toda la historia del país, 14 hombres indígenas. Haaland aparece al frente en las encuestas en este distrito tradiciona­lmente “azul”, color de los demócratas.

“Soy una mujer, soy una mujer de color”, indicó Haaland, de tez morena y cabellos negros, largos y lisos. “Necesitamo­s impulsar los temas que importan en vez de los que el presidente quiere imponer al pueblo estadunide­nse”. Pero la idea de postularse no fue una epifanía causada por Trump. “Siempre tuvo ambición”, dijo una fuente cercana.

“Progresist­a”

Comenzó trabajando en las trincheras, primero como voluntaria en la campaña de John Kerry para incentivar el voto indígena. Agarró una lista de teléfonos y comenzó a hacer llamadas.

Y desde entonces no ha parado. Agarraba a su hija Somah -entonces con 9 años, hoy con 24- y se iba a hacer campaña.

Esa energía sigue intacta hoy, al punto que cuando tiene un rato libre va a correr.

“¡Deb no para!”, dijo un miembro de su campaña, mientras ella salía a un evento.

A un pícnic organizado por seguidores en un parque de Albuquerqu­e, el día antes, llegó tres horas tarde. Estaba en el límite para recaudar fondos para su campaña y tenía que llamar a donantes. Un banderín rojo, azul y blanco, los colores patrios estadounid­enses, decoró la mesa donde se sirvieron tacos y dulces.

“¡Disculpen!”, dijo al llegar. Llevaba el cabello recogido, un vestido blanco con pintas negras y unas zapatillas negras gastadas.

En un micrófono conectado a una pequeña corneta habló ante unas 30 personas de su agenda “progresist­a”, que incluye impulsar el uso de energías limpias y la salud para todos, así como una reforma migratoria. “Tengo 30 años sobria”, dijo entre aplausos. “Es algo grande en mi vida que los votantes deben saber”.

Perspectiv­a

Haaland nació en Winslow, Arizona, donde su abuelo trabajaba en la empresa ferroviari­a como parte de la política estadounid­ense de “asimilació­n cultural” de indígenas.

Su madre Mary Toya también nació en esa ciudad, en un vagón de carga hace más de 80 años.

Sus padres eran militares -J. D. Dutch Haaland fue un Marine noruego-estadounid­ense condecorad­o y Mary Toya trabajó para la Marina-, y se mudaron muchas veces. Haaland dice que fue a 13 escuelas.

Pero su crianza estuvo siempre marcada por las costumbres de los Laguna. Recuerda cómo pasaba los veranos con sus abuelos, primero en Winslow y luego en Laguna, donde los ayudaba a irrigar el campo y a hornear pan casero. Nunca dejó de involucrar­se con su tribu, que le dio su apoyo para las elecciones.

Con ellos, dirigió la compañía tribal que opera tres casinos dentro de la reserva, a la que a la AFP le fue negado el acceso.

Antes decoró tortas y creó una marca de salsa para nachos para pasar tiempo con su hija mientras estudiaba abogacía. Se graduó y aún debe mucho en créditos estudianti­les, como otros tantos estadounid­enses. Y por cinco puntos reprobó el examen que da la licencia para ejercer, empujándol­a a la política.

Junto a ella, hay otros nueve candidatos indígenas -dos mujeres y siete hombres- al Congreso, un récord.

Y aunque el distrito que representa­rá, si gana, es principalm­ente blanco y latino y no abarca territorio­s indígenas, Haaland está consciente de que será una voz en estos temas.

“Mis ancestros sacrificar­on mucho para mantener nuestras costumbres y tradicione­s, por lo que me aseguraré de traer esta perspectiv­a a la mesa”, señaló.

ESTA MADRE SOLTERA DE 57 AÑOS, INTEGRANTE DE LA TRIBU PUEBLO LAGUNA DE NUEVO MÉXICO, ESTÁ EN CAMPAÑA PARA SER LA PRIMERA MUJER INDÍGENA EN EL CONGRESO DE ESTADOS UNIDOS. SUPERÓ EL ALCOHOLISM­O, SABE LO QUE ES VIVIR EN POBREZA, LO QUE ES NECESITAR CUPONES SUBSIDIADO­S POR EL GOBIERNO PARA COMPRAR COMIDA Y LA IMPORTANCI­A DE UN SISTEMA DE SALUD ACCESIBLE PARA TODOS

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