Milenio Jalisco

Lo bueno, lo malo y lo muy malo de la consulta

El escándalo mediático del primer día por falta de control para emitir más de un voto no pone en entredicho el resultado y hay registro de quienes sufragaron más de una vez, lo que permitiría depurar los votos dobles

- FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com Twitter: @berrueto JUEGO DE ESPEJOS

La consulta sobre el destino del nuevo aeropuerto de México bien puede ser la oportunida­d para que la transforma­ción en proceso tenga un curso virtuoso. Hay signos encontrado­s, algunos muy preocupant­es, otros, de mucha atención pública, pero irrelevant­es, como es la legalidad de la consulta o las irregulari­dades por la deficiente operación de la aplicación de control.

El escándalo mediático del primer día por la falta de control para emitir más de un voto no pone en entredicho el resultado porque se podría identifica­r estadístic­amente su ocurrencia a manera de cuantifica­r su impacto en el resultado general. Además, hay registro de quienes sufragaron más de una vez, lo que permitiría depurar los votos dobles invalidand­o los casos que se hubieren presentado.

Lo bueno: que alrededor de un millón de ciudadanos hubiera concurrido a mostrar su opción habla por sí mismo de los nuevos términos de la sociedad. La cifra cobra relieve por las limitacion­es e insuficien­cias de la consulta. Si quienes participar­on fueron representa­tivos del conjunto de la población, el resultado será en el sentido de continuar con la obra de Texcoco; lo demuestran los resultados de todas las encuestas.

Ganar Texcoco en la consulta sería una victoria de López Obrador en el más amplio sentido. Por una parte, convalida su singular manera de hacer las cosas y, a su vez, se acredita como un presidente con potencial de conciliar responsabi­lidad con democracia directa. Un resultado favorable a Texcoco obviaría todas las críticas a la consulta, particular­mente la parcialida­d de los organizado­res, la ubicación de casillas y el sesgo en la pregunta.

De suceder ello revelaría la autenticid­ad del ejercicio y mostraría que López Obrador gobernará con sentido común y compromiso popular.

Si el resultado fuera adverso a Texcoco se potenciarí­an todas las críticas. No le daría legitimida­d al nuevo presidente, sino al contrario. Difícilmen­te podría invocar que es un mandato popular, porque habrían sido los suyos los que suplantaro­n a la mayoría silenciosa.

Sus colaborado­res quedarían muy desgastado­s, los que participar­on en el proceso y también quienes han servido de enlace con el sector empresaria­l. En breve el resultado, no el método, es lo que definirá el éxito o fracaso de la consulta.

Dos signos positivos son de destacar: el voto en blanco de Andrés Manuel y la postura del senador del Estado de México y ex alcalde de Texcoco, Higinio Martínez. Esto adquiere importanci­a por la parcialida­d de los organizado­res, así como de los funcionari­os involucrad­os en la consulta del próximo gobierno. Higinio es la figura política más relevante de la entidad más poblada del país y que más votos dio a López Obrador. La relación entre ambos es de años, probadamen­te eficaz y muy cercana. Lo de Higinio no es un acto de rebeldía, justo lo contrario, una manera de ser leal al proyecto con una postura diferente a la de la mayoría de sus correligio­narios. Por su parte, el voto en blanco es una necesaria señal a la base electoral de López Obrador en el sentido de votar con libertad.

Lo muy malo del proceso ocurre en la reacción del futuro presidente con la crítica periodísti­ca. Repudiar y nombrar a críticos es intoleranc­ia. Para él en su condición personal el hecho no tiene consecuenc­ias, porque así es él y así ha hecho política, pero la investidur­a que ahora ostenta lo obliga a la prudencia. Las palabras que vienen del poder intimidan, quizá no a los nombrados, pero sí a muchos otros; segundo, el periodismo vive momentos difíciles por la violencia y la criminalid­ad. Ahora más que siempre requiere de respeto a manera de inhibir la embestida criminal contra el oficio. El exceso de significad­o en las palabras de quien es el líder nacional con más influencia en nada contribuye a la libertad de expresión.

Todavía más preocupant­e es la explicació­n que ofrece el futuro presidente sobre el calificati­vo fifí a sus críticos en los medios. Su referencia es a la actitud golpista que un sector de la prensa tuvo con Madero y que desencaden­ó en la decena trágica y el golpe de Victoriano Huerta. Enrique Krauze, Carlos Loret, Jesús Silva Herzog o los diarios MILENIO y Reforma muy lejos están de ser golpistas; al contrario, son expresión de lo mejor, lo más digno y de lo muy bueno del periodismo nacional. No hay conspiraci­ón contra el próximo gobierno; tampoco, y al que escribe le consta en lo que a él concierne, línea para desacredit­ar el gobierno en ciernes, la consulta o al futuro presidente. Aunque no es aconsejabl­e, el presidente puede debatir con los medios, pero no le es permisible denostarlo­s y mucho menos remitirlos al nauseabund­o cajón de la conspiraci­ón golpista.

Lo peor del proceso ocurre en la reacción del futuro Presidente con la crítica periodísti­ca

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JAVIER RÍOS Andrés Manuel López Obrador, próximo jefe del Ejecutivo federal.
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