Lo bueno, lo malo y lo muy malo de la consulta
El escándalo mediático del primer día por falta de control para emitir más de un voto no pone en entredicho el resultado y hay registro de quienes sufragaron más de una vez, lo que permitiría depurar los votos dobles
La consulta sobre el destino del nuevo aeropuerto de México bien puede ser la oportunidad para que la transformación en proceso tenga un curso virtuoso. Hay signos encontrados, algunos muy preocupantes, otros, de mucha atención pública, pero irrelevantes, como es la legalidad de la consulta o las irregularidades por la deficiente operación de la aplicación de control.
El escándalo mediático del primer día por la falta de control para emitir más de un voto no pone en entredicho el resultado porque se podría identificar estadísticamente su ocurrencia a manera de cuantificar su impacto en el resultado general. Además, hay registro de quienes sufragaron más de una vez, lo que permitiría depurar los votos dobles invalidando los casos que se hubieren presentado.
Lo bueno: que alrededor de un millón de ciudadanos hubiera concurrido a mostrar su opción habla por sí mismo de los nuevos términos de la sociedad. La cifra cobra relieve por las limitaciones e insuficiencias de la consulta. Si quienes participaron fueron representativos del conjunto de la población, el resultado será en el sentido de continuar con la obra de Texcoco; lo demuestran los resultados de todas las encuestas.
Ganar Texcoco en la consulta sería una victoria de López Obrador en el más amplio sentido. Por una parte, convalida su singular manera de hacer las cosas y, a su vez, se acredita como un presidente con potencial de conciliar responsabilidad con democracia directa. Un resultado favorable a Texcoco obviaría todas las críticas a la consulta, particularmente la parcialidad de los organizadores, la ubicación de casillas y el sesgo en la pregunta.
De suceder ello revelaría la autenticidad del ejercicio y mostraría que López Obrador gobernará con sentido común y compromiso popular.
Si el resultado fuera adverso a Texcoco se potenciarían todas las críticas. No le daría legitimidad al nuevo presidente, sino al contrario. Difícilmente podría invocar que es un mandato popular, porque habrían sido los suyos los que suplantaron a la mayoría silenciosa.
Sus colaboradores quedarían muy desgastados, los que participaron en el proceso y también quienes han servido de enlace con el sector empresarial. En breve el resultado, no el método, es lo que definirá el éxito o fracaso de la consulta.
Dos signos positivos son de destacar: el voto en blanco de Andrés Manuel y la postura del senador del Estado de México y ex alcalde de Texcoco, Higinio Martínez. Esto adquiere importancia por la parcialidad de los organizadores, así como de los funcionarios involucrados en la consulta del próximo gobierno. Higinio es la figura política más relevante de la entidad más poblada del país y que más votos dio a López Obrador. La relación entre ambos es de años, probadamente eficaz y muy cercana. Lo de Higinio no es un acto de rebeldía, justo lo contrario, una manera de ser leal al proyecto con una postura diferente a la de la mayoría de sus correligionarios. Por su parte, el voto en blanco es una necesaria señal a la base electoral de López Obrador en el sentido de votar con libertad.
Lo muy malo del proceso ocurre en la reacción del futuro presidente con la crítica periodística. Repudiar y nombrar a críticos es intolerancia. Para él en su condición personal el hecho no tiene consecuencias, porque así es él y así ha hecho política, pero la investidura que ahora ostenta lo obliga a la prudencia. Las palabras que vienen del poder intimidan, quizá no a los nombrados, pero sí a muchos otros; segundo, el periodismo vive momentos difíciles por la violencia y la criminalidad. Ahora más que siempre requiere de respeto a manera de inhibir la embestida criminal contra el oficio. El exceso de significado en las palabras de quien es el líder nacional con más influencia en nada contribuye a la libertad de expresión.
Todavía más preocupante es la explicación que ofrece el futuro presidente sobre el calificativo fifí a sus críticos en los medios. Su referencia es a la actitud golpista que un sector de la prensa tuvo con Madero y que desencadenó en la decena trágica y el golpe de Victoriano Huerta. Enrique Krauze, Carlos Loret, Jesús Silva Herzog o los diarios MILENIO y Reforma muy lejos están de ser golpistas; al contrario, son expresión de lo mejor, lo más digno y de lo muy bueno del periodismo nacional. No hay conspiración contra el próximo gobierno; tampoco, y al que escribe le consta en lo que a él concierne, línea para desacreditar el gobierno en ciernes, la consulta o al futuro presidente. Aunque no es aconsejable, el presidente puede debatir con los medios, pero no le es permisible denostarlos y mucho menos remitirlos al nauseabundo cajón de la conspiración golpista.
Lo peor del proceso ocurre en la reacción del futuro Presidente con la crítica periodística