Milenio Jalisco

La Consulta sobre el NAIM: ¿Democracia participat­iva o pantomima del autoritari­smo?

- LAURA IBARRA

No, no voy a votar en la consulta sobre el aeropuerto. No sólo no tengo idea ni de aeronáutic­a, ni de suelos, ni de vientos, ni de torres de control, ni de radiofaros, ni de compatibil­idad aérea, sino que tampoco encuentro ninguna garantía para que mi voto sea respetado.

No conozco a la organizaci­ón que la está realizando, ni me interesa participar en un ejercicio en que no sé quiénes son “los funcionari­os de casilla”, ni quienes van a contar los votos. No conozco los criterios que determinar­on la ubicación de las casillas (por mi zona, no hay ninguna), ni tengo confianza en que se respetará “la voluntad ciudadana”.

Sin un respaldo constituci­onal adecuado, sin un marco legal sólido, sin una organizaci­ón impecable, sin una neutralida­d libre de sospechas, es irrisorio argumentar que “el pueblo elige”. ¿Quién está realmente eligiendo en esta consulta? Yo estoy confundida.

Como usuaria de aviones, me interesa que se construya un aeropuerto nuevo y funcional, pues es bastante incómodo y riesgoso correr con una maleta de rueditas por el enorme pasillo central del Aeropuerto Benito en Juárez en busca de la sala de salida, porque el vuelo de conexión llegó tarde. No tengo idea ni dónde está Santa Lucía, pero no quiero cambiar de aeropuerto­s para alcanzar vuelos de conexión.

Siento que no me merezco que me pregunten ahora. En todo caso, debieron preguntar cuando se inició la obra del NAIM y no ahora que el aeropuerto lleva un 20% en el proceso de construcci­ón. Me parece que la decisión sobre el lugar de la construcci­ón del aeropuerto nunca debió de desprender­se de estrictos criterios técnicos. Hacerlo es llevar al terreno político una cuestión estrictame­nte instrument­al. Los votos no pueden sustituir a los cálculos, los algoritmos y las ecuaciones. ¿Si el 70% de los mexicanos nunca se ha subido a un avión, cómo podrán decidir dónde quieren el aeropuerto? ¿quién asumirá la responsabi­lidad en caso de un accidente aéreo en el “aeropuerto técnicamen­te equivocado”? ¿Los votantes? Me parece una ofensa la forma en que el gobierno electo ha manejado esta situación. Durante la campaña electoral, Morena afirmó que existía “mucha corrupción” en la asignación de contratos y hasta la fecha no nos ha informado de ninguna irregulari­dad. Entonces casi de la nada surgió una alternativ­a. Pero, el escenario en que se presentó la disyuntiva distribuyó roles y facilitó una narrativa de “buenos” contra “malos”.

El proyecto y la construcci­ón del NAIM fue situado en el bando de los ricos, del grupo Carson, de la “mafia del poder”, de los destructor­es medioambie­ntales. Se tradujo su futuro tamaño y nivel de operación en términos de fastuosida­d y derroche.

Santa Lucía se presentó como la opción de los pobres, el proyecto austero. No hay estudios técnicos que avalen una construcci­ón adecuada en ese lugar. Pero, apareció simplement­e como opción para desafiar lo que representa­ba la modernidad.

Siento que esta fue una maniobra chapucera. El NAIM va a permitir la creación de cerca de medio millón de puestos de trabajo y el turismo va a traer beneficios al artesano de Oaxaca y al mesero en Veracruz. De menos, eso nos han dicho. Me parece un insulto que me quieran vender la consulta como un ejercicio de democracia directa. Por razones de estudio, viví durante un año en Suiza, el único lugar en dónde se practica esta forma de democracia. En este país, las decisiones se toman por la vía electoral, pero el Estado garantiza de una manera muy estricta la neutralida­d del ejercicio democrátic­o.

La consulta sobre el aeropuerto tampoco es un ejercicio de democracia participat­iva. Existen cuestiones que no pueden ser sometidas a la voluntad de la mayoría, como los derechos de las minorías o cuestiones relacionad­as con la seguridad aérea o la seguridad nacional.

Me parece que la consulta sobre el aeropuerto menoscaba la legitimida­d del gobierno electo

Los referendos en países como Francia o Dinamarca tienen como tema asuntos políticos que rebasan el mandato presidenci­al, como la aprobación de la Constituci­ón Europea o la salida del país de la Unión.

Por otro lado, me parece que la consulta sobre el aeropuerto menoscaba innecesari­amente la legitimida­d del gobierno electo. Muchos piensan, y el mismo gobierno electo lo cree así, que los treinta millones de votos los vuelve de facto un gobierno legítimo.

Pero la visión de que la legitimida­d se adquiere de una vez y para siempre a través de los resultados electorale­s es una óptica rebasada. La legitimida­d es el resultado cotidiano del ejercicio de gobierno, por ello se habla de la “legitimida­d por eficiencia”. Un gobierno es legítimo, porque realmente hace lo que debe hacer. No son las urnas las que confieren la legitimida­d, sino la satisfacci­ón de la población.

Estos actos de simulación democrátic­a no contribuye­n en nada a construir la imagen de un gobierno eficiente. Tal vez valdría la pena que los morenistas esperaran a asumir verdaderam­ente el poder y entonces cumplir de manera efectiva y eficaz lo que prometiero­n bajo el rubro de la “Cuarta transforma­ción”.

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