El callejón del Caudillo
Escribo esto el 26 de octubre. El lunes próximo nos dirá el caudillo si Texcoco o Santa Lucía, y se habrá decidido el destino de la aviación nacional de los siguientes 50 años. Habrá consecuencias sociales, políticas y económicas que impactarán nuestro futuro y trascenderán fronteras.
Como es inútil especular, prefiero referirme a una cuestión más grave: el peligroso callejón que sigue recorriendo el hoy Presidente electo rumbo a su entrada triunfal el 1 de diciembre. Él llega desafiante y engreído; a un lado, el “pueblo bueno”, que el tlatoani encarnará en todo momento; del otro, “la mafia y los corruptos”, es decir, los que cometemos la osadía de discrepar; a quienes nos ha dicho recientemente con voz de mando: “ellos son la mafia, ellos son los corruptos; nosotros no somos así”. Dos Méxicos: “ellos” y “nosotros”.
¿No le han prevenido que por ese callejón nada le garantiza que solo recibirá besos y flores de unos, y la subordinación cobarde de otros? Quizá las noticias que le dé el tiempo no sean buenas para nadie.
NINGÚN GOBERNADO ESTÁ OBLIGADO A SOPORTAR LAS INJURIAS DE SUS GOBERNANTES. Nada obliga a los que votaron por él, ni a los que no lo hicimos —y somos mayoría— a guardar silencio ante sus majaderías y altaneras provocaciones.
Origen es destino: ¿Qué se puede esperar del fósil de la UNAM que necesitó 14 años para aprobar las materias que hasta un mediocre logra en 4 o 5?
¿Qué se puede exigir al inventor del himno del PRI que, convertido en “luchador social”, cerró pozos en Tabasco y logró que sus “paisanos” no paguen, hasta hoy, el consumo eléctrico?
Es natural que al escalar políticamente promoviendo el odio entre mexicanos, ahora no pueda ser un auténtico jefe de Estado. No está en su talante, ni en su naturaleza.
No vale anticipar una catástrofe económica si se cancela NAIM (pues los mercados tienen múltiples variables) aunque sería una pésima señal. Lo mismo se dijo que pasaría si llegaba a la Presidencia el susodicho. Claro, mucho ayudaron sus reiterados mensajes de que acataría las leyes; lamentablemente esas palabras se las llevó el viento: no hay ley a la que se sometan él ni los suyos. Agreden diariamente a nuestras instituciones y toda disidencia es “mafia y corrupción”. Siniestro horizonte.
Si la auténtica lucha contra la corrupción debe apoyarse, la mayor será contra la autocracia naciente, que anuncia la demolición de las Instituciones y de las libertades ciudadanas, con el engaño de “consultas” a modo (a las que tendremos que “acostumbrarnos”, como nos amenaza, y en las que 99% de los electores no podremos opinar).
Ojalá en esta lucha no queden vacías las trincheras para ciudadanos libres y funcionarios que aún mantengan su dignidad.