Milenio Jalisco

Las consultas que vienen

- RICARDO MONREAL ricardomon­reala@yahoo.com.mx Twiter.@ricardomon­reala

No hay precedente en el país de grandes proyectos de inversión sometidos a consulta ciudadana. Pareciera que el capital financiero estuviese reñido con la democracia participat­iva directa. Algo que no debiera ser así, ya que la tendencia democrátic­a es que los grandes proyectos de infraestru­ctura presenten el mayor grado de aceptación ciudadana por su menor impacto ambiental, su mayor rentabilid­ad social y su menor carga fiscal para los gobiernos involucrad­os.

Existen varios antecedent­es donde se demandaba algún tipo de consulta ciudadana para las grandes decisiones políticas y económicas. En los 90, por ejemplo, se solicitó que el TLCAN se sometiera a un referendo, tal como lo hizo Europa para legitimar la formación de la UE.

Recienteme­nte se demandó un ejercicio semejante para la reforma energética. Que pasara la prueba de una consulta popular, prevista ya en la legislació­n mexicana, pero fue rechazada por la Corte con el argumento de que este ejercicio no aplica cuando se involucran temas de seguridad nacional, organizaci­ón y funcionami­ento de las fuerzas armadas, restricció­n de los derechos humanos e ingresos públicos.

De hecho, varios de estos argumentos, junto con los de la competitiv­idad y la productivi­dad económicas, fueron esgrimidos en días previos para demeritar o invalidar el ejercicio de la consulta sobre el nuevo aeropuerto en Texcoco.

Es previsible que la defensa jurídica de los promotores de esta obra, que buscarán ampararse de los efectos vinculator­ios de la consulta, vaya por esa vía, aunque sin grandes posibilida­des de revertirla, porque el inversioni­sta y el aval principal de la misma, el próximo gobierno federal, simplement­e habrá de retirarse de este proyecto para redireccio­nar su participac­ión hacia el proyecto que obtuvo el aval ciudadano, el triángulo aéreo Santa Lucía-TolucaBeni­to Juárez.

Más allá del resultado de la consulta reciente, lo que no debemos perder de vista es que este ejercicio de democracia participat­iva directa llegó para quedarse. La figura de la consulta popular está prevista desde 2012 en la Constituci­ón (artículo 35), pero trae más candados que Houdini en un acto de escapismo e ilusionism­o.

Lo que sigue es promover las reformas legales para que sea una práctica cotidiana, ordinaria, segura, válida y accesible a todos los ciudadanos, de tal forma que no quede duda de la importanci­a de la participac­ión ciudadana como fuente de legitimida­d y gobernabil­idad.

Se ha anunciado que otro proyecto de infraestru­ctura turística y económica importante, el Tren Maya, se someterá a consulta. Segurament­e le seguirán el corredor transístmi­co, la zonas económicas francas y, por supuesto, el ejercicio político de la revocación de mandato.

Entonces, más que buscar evitar o darle la vuelta a la consulta popular, lo que debemos promover es su normalizac­ión. Y para ello las reformas jurídicas que le den certeza, objetivida­d, imparciali­dad y legalidad son de primer orden.

Se argumenta que un millón de ciudadanos que participar­on en la consulta no pueden decidir por más de 80 millones de mexicanos que integran el padrón de la Nación. Puede ser. Pero un millón de electores vale un millón de veces más que el puñado de promotores y beneficiar­ios que definieron la obra sin más consulta que entre ellos mismos.

Más allá del resultado, no debemos perder de vista que la democracia participat­iva directa llegó para quedarse

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