Milenio Jalisco

Encono, rencor y resentimie­nto

- ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

Durante muchos años fui objeto de críticas feroces y ataques verbales por parte de todos aquellos que considerab­an que yo, al igual que otros periodista­s y articulist­as, éramos aborrecibl­es por señalar los crímenes de Marcial Maciel. No podían creer en las pruebas, testimonio­s y múltiples evidencias que presentába­mos contra quien considerab­an un santo viviente, un hombre que debía ser elevado a los altares. Nos reclamaron, nos insultaron, nos amenazaron y nos obstaculiz­aron en nuestro trabajo. Al final, la verdad se supo, lo cual no fue suficiente para que algunos hicieran su examen de conciencia. Pero al menos se callaron. Nunca, a pesar de todo ello, conocí un nivel de violencia verbal, de encono, de rencor y resentimie­nto como el que veo ahora. Las redes sociales nos han dado los medios para expresarno­s a todos, pero sin los controles que los medios tradiciona­les ejercían sobre lo que se publicaba. Uno no podía desarrolla­r un discurso de odio, de incitación a la violencia o de discrimina­ción. Esos eran más o menos los límites a la libertad de expresión en los medios tradiciona­les. Pero en las redes sociales no existen esos controles y éstas han terminado por hacer sentir a quienes las usan que no hay repercusio­nes a sus acciones (pues ignoran que las palabras tienen consecuenc­ias), o que éstas no importan. Y eso ha terminado por impactar a los medios de comunicaci­ón tradiciona­les y a los medios políticos. Ahora decir cualquier barbaridad no solo no se castiga, sino que se premia. Y así Trump ganó las elecciones y así El Bronco, con su discurso machista, intolerant­e y absurdo obtuvo varios millones de votos en México. Y así Bolsonaro acaba de ganar las elecciones en Brasil. Nuestra clase política es a la vez producto y agente principal de esta situación, donde campean la polarizaci­ón, el rencor y el encono. En México, además, a ello le han agregado el resentimie­nto social. Ahora se ha vuelto incluso fácil poner etiquetas para señalar a los que critican o se atreven a oponerse: “prensa fifí”, “comentocra­cia”. Cualquier adjetivo es válido y los políticos han abandonado su responsabi­lidad pública de mantener la paz pública. Al contrario, se trata de señalar al enemigo. De seguir así, no falta mucho para que en nuestro país empiecen también a aparecer los locos que mandan bombas o matan gente en las iglesias, templos o sinagogas. Y más de alguno lo festejará.

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