Encono, rencor y resentimiento
Durante muchos años fui objeto de críticas feroces y ataques verbales por parte de todos aquellos que consideraban que yo, al igual que otros periodistas y articulistas, éramos aborrecibles por señalar los crímenes de Marcial Maciel. No podían creer en las pruebas, testimonios y múltiples evidencias que presentábamos contra quien consideraban un santo viviente, un hombre que debía ser elevado a los altares. Nos reclamaron, nos insultaron, nos amenazaron y nos obstaculizaron en nuestro trabajo. Al final, la verdad se supo, lo cual no fue suficiente para que algunos hicieran su examen de conciencia. Pero al menos se callaron. Nunca, a pesar de todo ello, conocí un nivel de violencia verbal, de encono, de rencor y resentimiento como el que veo ahora. Las redes sociales nos han dado los medios para expresarnos a todos, pero sin los controles que los medios tradicionales ejercían sobre lo que se publicaba. Uno no podía desarrollar un discurso de odio, de incitación a la violencia o de discriminación. Esos eran más o menos los límites a la libertad de expresión en los medios tradicionales. Pero en las redes sociales no existen esos controles y éstas han terminado por hacer sentir a quienes las usan que no hay repercusiones a sus acciones (pues ignoran que las palabras tienen consecuencias), o que éstas no importan. Y eso ha terminado por impactar a los medios de comunicación tradicionales y a los medios políticos. Ahora decir cualquier barbaridad no solo no se castiga, sino que se premia. Y así Trump ganó las elecciones y así El Bronco, con su discurso machista, intolerante y absurdo obtuvo varios millones de votos en México. Y así Bolsonaro acaba de ganar las elecciones en Brasil. Nuestra clase política es a la vez producto y agente principal de esta situación, donde campean la polarización, el rencor y el encono. En México, además, a ello le han agregado el resentimiento social. Ahora se ha vuelto incluso fácil poner etiquetas para señalar a los que critican o se atreven a oponerse: “prensa fifí”, “comentocracia”. Cualquier adjetivo es válido y los políticos han abandonado su responsabilidad pública de mantener la paz pública. Al contrario, se trata de señalar al enemigo. De seguir así, no falta mucho para que en nuestro país empiecen también a aparecer los locos que mandan bombas o matan gente en las iglesias, templos o sinagogas. Y más de alguno lo festejará.
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