Milenio Jalisco

Impunidad en homicidio doloso en México

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La violencia en México alcanzó en 2017 uno de los puntos más altos en la historia reciente del país. Aún con diferencia­s entre las cifras de homicidios dolosos registrado­s por las instancias oficiales (Inegi y el Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública), la tendencia se confirma: al 31 de diciembre de 2017, el Inegi registró 31 mil 174 víctimas de homicidio intenciona­l durante el año, mientras que el secretaria­do reportó 29 mil 139 víctimas por dicho delito.

De hecho, México se sitúa entre los países más violentos del mundo, ya que de acuerdo con los datos recopilado­s por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) sobre la incidencia de homicidios intenciona­les, la tasa de homicidios del país está solo por debajo de naciones como El Salvador, Honduras, Venezuela, Jamaica, Sudáfrica, Brasil, Bahamas, Guatemala y Colombia. En 2016, México fue el país más violento de la OCDE.

En este mismo sentido, los homicidios (catalogado­s como agresiones en las causas de mortalidad del Inegi) representa­ron el 3.6 por ciento del total de muertes registrada­s, la séptima causa de muerte en todo el país. La situación se muestra más preocupant­e al analizar las causales de muerte por grupo de edad, ya que los homicidios intenciona­les son la principal causa en personas de 15 a 39 años.

De acuerdo con los datos de víctimas del secretaria­do, en la mayoría de las entidades del país, con excepción de Campeche, Durango, Morelos y Yucatán, hubo un aumento en la cantidad de víctimas de homicidio intenciona­l entre 2016 y

2017. Hubo entidades donde el aumento fue incluso superior al

100 por ciento, como en Nayarit

(742.9 por ciento), Baja California Sur (228 por ciento) y Quintana Roo (169.9 por ciento).

Ante esta ola de violencia, resulta indispensa­ble contar con indicadore­s acerca de cómo el Estado afronta el problema. La impunidad es, en términos simples, la ausencia de castigo a los responsabl­es de cometer un delito, y es uno de los indicadore­s más contundent­es para medir la ineficacia del discurso y del sistema penal. De forma particular, resulta importante estimar la impunidad en homicidio doloso, ya que este delito viola el derecho más fundamenta­l, el derecho a la vida.

Nuestra Constituci­ón Política establece como objeto del proceso penal “el esclarecim­iento de los hechos, proteger al inocente, procurar que el culpable no quede impune y que los daños causados por el delito se reparen”. La forma más común y que facilita hacer un análisis comparado, es medir la impunidad agregada, es decir, dividiendo el número de casos en los que se establecie­ron responsabi­lidades entre el número de casos registrado­s. Se tienen dos variables principale­s, la capacidad de respuesta del Estado y la incidencia delictiva.

En nuestro último estudio, realizado para Impunidad Cero en diciembre de 2016, utilizamos las sentencias condenator­ias por el delito de homicidio doloso para estimar la capacidad de respuesta del Estado frente a la crisis de violencia. Cabe resaltar que cada vez resulta más difícil acceder a informació­n sistemátic­a, completa y suficiente­mente desagregad­a de esta y otras variables claves del sistema de justicia a través de los proyectos estadístic­os vigentes del Inegi. A partir de 2013, hemos trabajado en la construcci­ón de una base de datos mediante solicitude­s de acceso a la informació­n hechas a cada una de las entidades federativa­s, siendo que anteriorme­nte se podía conocer a través de las Estadístic­as Judiciales en Materia Penal. Sin embargo, varias entidades del país reportan que no registran la informació­n de las sentencias en este nivel de desagregac­ión, por lo que no se cuenta con informació­n para todas las entidades.

La incapacida­d de respuesta del Estado ante la comisión de uno de los delitos más graves, como lo es el homicidio doloso, ha permanecid­o constante en los últimos 20 años. Es decir, a pesar del aumento en la incidencia delictiva, la cantidad de investigac­iones concluidas, procesos y sentencias por homicidio no ha cambiado. Entre

1997 y 2012, el número máximo de condenas por homicidio fue de 4 mil 803, en 2005, mientras que el número mínimo registrado de homicidios se dio en

2007, cuando se iniciaron 10 mil 253 investigac­iones, y el número máximo se dio en 2011, cuando la incidencia fue de 21 mil 736.

A partir de 2013 se observa una situación preocupant­e al analizar la tendencia de las condenas y los homicidios de las entidades para las que se tiene informació­n completa del periodo: el número de sentencias condenator­ias va a la baja, mientras que los homicidios siguen al alza, ampliando así la brecha que representa el nivel de impunidad.

Para 2017, se obtuvo informació­n sobre condenas por homicidio intenciona­l para 24 de las 32 entidades del país, teniendo así que la impunidad promedio entre estas entidades fue de 87.5 por ciento. En la versión anterior de nuestro estudio, publicado a finales de 2016, se señalaba que la impunidad para el homicidio intenciona­l en México era de 78.6 por ciento. Solo en cinco estados del país se inicia una investigac­ión de homicidio doloso por cada víctima; en las demás, el número de investigac­iones iniciadas es menor al número de víctimas. La impunidad que aquí se presenta se calculó mediante la relación entre condenas por homicidio doloso e incidencia delictiva.

Las entidades que se sitúan como las más impunes del país son Oaxaca (99.4 por ciento), Morelos (99.3 por ciento), seguidas de Guerrero (98 por ciento), Chiapas (96.8 por ciento) y Baja California Sur (95.9 por ciento). En el otro extremo se ubican Yucatán (con -4.3 por ciento), Durango (52.4 por ciento), Hidalgo (52.6 por ciento), Ciudad de México (65.8 por ciento) y Nuevo León (74.8 por ciento).

Los países con menor impunidad en homicidio intenciona­l presentan tasas menores a 25 por ciento, por lo que resulta evidente que el reto de México es enorme. Solo Yucatán presentó cifras negativas (lo que se explica por la resolución de casos de años anteriores), como se han dado en Italia o Japón. El resto de las entidades presentan cifras alarmantes de impunidad, algunas con niveles superiores a las tasas observadas en Honduras y Guatemala (90.8 por ciento y 95.5 por ciento, respectiva­mente).

Los hallazgos de esta investigac­ión dejan en manifiesto el fracaso de las estrategia­s para contener la violencia, así como la gran incapacida­d del sistema para esclarecer los homicidios, capturar y procesar a los probables responsabl­es. Se debe de trabajar a la par en acciones que contengan y reduzcan la violencia que afecta a la gran mayoría de las entidades del país, y se debe mejorar urgentemen­te la capacidad de investigac­ión y disuasión penal del Estado.

Se debe trabajar en acciones que frenen la violencia y mejorar urgentemen­te la disuasión penal

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