Comisiones bancarias: una lección para Morena
El sector bancario reaccionó con virulencia: a las primeras de cambio propinó un fuerte golpe a Morena. El pasado jueves, los senadores morenistas comandados por Monreal, presentaron una iniciativa de cambios a las leyes para la Transparencia y Ordenamiento de los Servicios Financieros y de Instituciones de Crédito en Materia de Comisiones Bancarias.
El proyecto, cuyo espíritu no carece de razón, consiste en suprimir las comisiones que cobran los bancos a los usuarios por una serie de servicios, tales como la consulta de saldos en ventanilla y un largo etcétera que puede ser consultado en los reportes de prensa.
Aunque sólo era una propuesta, la medida cayó como bomba. De manera inmediata, la Bolsa de Valores presentó pérdidas en una proporción que no se veía desde 2011 (5.8 por ciento) y el peso recibió presiones que lo mantuvieron arriba de los 20 por dólar.
Carlos Urzúa, el próximo secretario de Hacienda, tuvo que tranquilizar a los mercados: “Aun cuando reconocemos que la intención de ellos –los legisladores-es tratar de mejorar la condición de vida de los mexicanos, este objetivo no necesariamente alcanza, si no se toman en cuenta tanto los impactos en las finanzas públicas, como en la estabilidad del sector financiero”. Ofreció asesoría a los representantes nacionales en las cámaras.
Al día siguiente, López Obrador aclaró que la iniciativa no tiene su respaldo. Contundente, afirmó que su gobierno no modificará, por lo menos durante los tres primeros años, el marco legal que rige la actividad financiera en México.
Reiteró que tampoco subirá los impuestos. Recordó que quince días antes se reunió con Ana Botín, la presidenta del Banco Santander, frente a quien ofreció seguridad y confianza a la banca privada nacional e internacional.
De todo lo anterior, sorprende la descoordinación entre los legisladores de Morena y el presidente electo. Es evidente el sentido práctico de López Obrador para ponderar las consecuencias de las decisiones que tome su gobierno. Sin embargo, también es posible una lectura más profunda, una que reconoce el estado de cosas que determina, en este país, quién gana qué y quién pierde qué. Y, sobre todo, qué poder tienen los que acumulan el dinero para imponerse a quienes se atrevan a intentar revertir la situación aunque tengan la representación soberana de la nación.
Que los bancos abusan de los usuarios mexicanos es una verdad del tamaño del mundo. 30 por ciento de sus ganancias se derivan de las comisiones que cobran. Morena tiene razón.
Los electores les dieron su apoyo para defender una agenda económica distinta. Es algo lógico y necesario. Los mexicanos estamos cansados de tantos años en que se han aplicado las mismas políticas económicas. Por lo menos durante los últimos 35 años las políticas se han diseñado para mantener bajo control todo aquello que atente contra “la confianza y las certezas” que requiere el capital para florecer: salarios bajos, impuestos bajos a las grandes empresas, liberalización de mercados, desregulaciones, condiciones ventajosas para la inversión extranjera…
¿Qué se ha obtenido a cambio de estas medidas? ¿Empresas que basan su éxito en ganancias derivadas de cobros excesivos por sus servicios y de pagar salarios inhumanos? ¿Es ése el tipo de capitalismo que nos dará viabilidad como país y bienestar a la población? ¿No es tiempo ya de revisar toda esta estructura de repartición injusta de las cargas, oportunidades y ventajas?
El error de Morena –incluyendo a AMLO—no es procurar modificar el arreglo institucional que rige las actividades económicas y financieras en el país, sino carecer de una estrategia que les permita implantar estas medidas en el momento adecuado y habiendo construido las circunstancias propicias. López Obrador debe lamentar haber tenido que garantizar que durante tres años no intentará cambios en la política financiera y económica aplicada en la nación.
Ojalá que Morena aprenda que en política no basta tener la razón: es necesario contar con estrategia, sentido del tiempo, táctica y habilidad, para convencer a los poderes monetarios, por la vía de las razones o los hechos, de que las cosas deben y pueden cambiar. Lo clave es poder hacerlo sin rupturas, sin perder la compostura, tal y como lo hacen los dueños del gran capital: con una sonrisa y hablando de condiciones de estabilidad y viabilidad, exaltando la responsabilidad y el bien del país. Sólo que en este caso no sería un acto hipócrita.
Ésas son las reglas del juego terrible de la política económica. Jugarlo exige astucia y sentido de la construcción del poder político. Es necesario actuar sin ilusiones, asumir que la democracia implica la acción política continua de los ciudadanos, la exigencia social inteligente y cotidiana, con argumentos que pongan contra las cuerdas al ejercicio de un capitalismo inmoral.
Hay que iniciar un urgente debate sobre el capitalismo que necesitamos.
Sorprende la descoordinación entre los legisladores de Morena y el presidente electo