Adopte un derechairo
Después de tanto descalabro con lo de la Ley de Seguridad Interior que bailó Berta las calmadas, qué bueno que mi licenciado Peña afirmó, cuánticamente, que es de risa loca que lo acusen de haberse dejarse corromper por El Chapo Guzmán.
De otra manera se hubiera sacado de onda como los pelotones de derechairos que todos los días atacan a la cuarta transformación como los vecinos de Playas de Tijuana a los migrantes centroamericanos, al escuchar los nombres de quienes fungirán como asesores del nuevo gobierno amloísta. O sea, el malvado Peje no tiene corazón y me los trae de rabieta en rabieta: primero la cancelación de nuevo
aigriopuerto, luego lo de más y mejores consultas populares, después lo del pasto del estadio Azteca que está más madreado que PRD y PAN juntos (seguro que de eso también tiene la culpa), más tarde lo del Plan de Paz y Seguridad que me los puso muy mal –casi al nivel de banquero sin comisiones– acusándola de dejarle todo a los militares como proyecto de golpe de estado para perpetuar al tabasqueño por los siglos de los siglos, amén.
En ese sentido los más desconcertados han sido los adictos de la onda militarizada que le aplaudieron rabiosamente a Calderón y a Peña Nieto sus políticas en materia de seguridad, y que ahora, lampareados cual canes en el Periférico, se lanzaron duro, duro, durísimo contra cualquier tentación castrense.
Incluso de verlos tan estresados te daban ganas de abrazarlos cariñosamente y decirles: A ver, repitan conmigo, exageré, exageré, exageré.
De esta manera Andrej Manué se mancha aplicándoles una hurracarrana desde la tercera cuerda al nombrar a un grupo de asesores que pusieron a parir chayotes a la Coparmex, el Consejo Coordinador Empresarial, con concamines y concanacos incluidos: Ricardo Salinas, Bernardo Gómez, Olegario Vázquez Aldir, Carlos Hank González y Miguel Alemán Magnani, entre otros.
Los antílopez si acaso desempolvaron el viejo y aburrido rollo del gatopardismo. Esas terapias no se valen. Adopte un derechairo.
Andrej Manué
se mancha aplicándoles una hurracarrana desde la tercera cuerda