Asegurar la casa
Asegurarse es una acción humana primigenia frente a depredadores, enemigos, calamidades y enfermedades. También frente a riesgos e imprudencias o excesos. La vida no es segura en sí misma. Nuestra humanidad es lo más perfecto creado en el mundo conocido, sin embargo, puede fallar, debilitarse o enfrentar fuerzas por encima de su capacidad de control o resistencia. Vivimos en una casa insegura. Si añadimos a quienes hacen de la inseguridad su negocio, es decir una forma de vida, la inseguridad propia a pesar de la construcción casi perfecta se incrementa hasta grados insoportables y en ocasiones fatales.
De esa condición surge para el orden social, el encargo a gobiernos y gestores sociales el cuidado de la seguridad de la casa, precisamente para habitarla en paz y sin miedos. Desde luego, queda a cargo de la persona y de su grupo la seguridad personal y grupal. Miles de medios, literalmente, ha ensayado el ser humano, individual y socialmente, para incrementar la seguridad de la vida humana y aun así no la hemos alcanzado y en muchos casos apenas resistimos a las situaciones inseguras. Por eso consideramos un mal de males la inseguridad fruto de los excesos de unos que recaen en males para otros, sin causa, motivo o razón. Los actos de quienes hacen de la inseguridad, el atraco, el exceso y la violencia un modo de vida impacta casi siempre en deterioro general de la seguridad de la vida y de la mejor calidad de vida todos. Hacen vano el trabajo de quienes desean una casa de todos para el bienestar, el bien vivir.
El gobierno federal recién electo, aún pendiente de entrar en funciones legales, ha presentado a la nación el modo con el cual pretende (que no propone) hacerse cargo de la seguridad general de la casa de todos. Reacciones favorables y adversas se han producido en la población y en los diversos sectores sociales. Los malestares son fuertes por la pretensión de mantener al mando de las acciones para alcanzar mayor seguridad a los militares profesionales del país. Las buenas calificaciones se agrupan a favor de dos ideas: Reducir la desigualdad y la amnistía. Además,
_ la gestión de la pretensión implica dividir el territorio para acortar el tiempo de acción del mando. Esta idea quizá es la piedra de toque. Muchos jefes dan rapidez, pero pueden echar a perder la estrategia. Los hechos darán razón a unos u otros.
Los malestares son fuertes por la pretensión de mantener al mando a militares.