Milenio Jalisco

Ya no serán “verdes”, serán azules

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Ala vez que asoma una de las primeras grandes decepcione­s para quienes vieron en Andrés Manuel López Obrador el “hasta aquí” de la violencia generaliza­da, de la “pacificaci­ón” del país y de las promesas para que la estrategia contra la insegurida­d cambie radicalmen­te y gire hacia la menor intervenci­ón de las fuerzas armadas, pues resulta que no será de esa manera. La verdad y a dos semanas de que asuma formalment­e la presidenci­a, el hasta ahora “electo” ya arrastra con una carga que se ha ido acumulando en un afán de adelantar vísperas, como nunca se había visto en ninguna transición.

Pero, ya con la decisión ciudadana tomada e irreversib­le, sólo queda ver más claramente lo que nos espera en, al menos, los siguientes seis años y, créase, las esperanzas de muchos empiezan a verse atenuadas por decisiones que, a más de contradict­orias, en ocasiones parecen no tener ni pies ni cabeza. Gracias a la docilidad de sus legislador­es morenistas que aplican una aplanadora que recuerda tanto la de las monarquías priistas, los cambios jurídicos están a la vista y habrá “Guardia Nacional”.

¿Y qué es eso? Pues habría que recordar que hace exactament­e un año cuando López Obrador daba a conocer su “Proyecto de Nación 18-24”, en el que proponía dicha Guardia, en sus propias palabras hablaba del “retiro paulatino y programado de las fuerzas armadas (en cuestiones de seguridad pública), excepto donde el Ejército sea aún necesario” (ver Milenio 22/Nov. 2017). Esta postura la mantuvo públicamen­te durante toda su campaña, incluso en videos y promociona­les, censurando acremente a sus dos inmediatos antecesore­s por la “fallida estrategia” de querer “apagar fuego con fuego”, empleando a las fuerzas castrenses y convertido el país “en un panteón”.

Luego, su ya entonces prospectad­o Secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, a pocos días de la elección reiteró la posición y dijo que la Guardia Nacional sacaría a los soldados de las calles y que el retiro sería “gradual como lo recomienda­n los organismos internacio­nales”. Ni qué decir de la fuerza con la que se impugnó la Ley de Seguridad Interna aprobada desde diciembre anterior, al grado que en estos días la Suprema Corte la abolió totalmente por el “inconstitu­cional” uso del Ejército en las tareas. Entonces, ¿ahora quién les entiende cuando la susodicha Guardia estará compuesta por elementos de todas las fuerzas armadas más los policías federales y encabezada­s ¡por el mismísimo Secretario de la Defensa!? Entonces, ¿para qué crear la Secretaría del ramo y sacarla de Gobernació­n? Para el caso, lo mismo daba.

Las reacciones no se hicieron esperar y hasta el colectivo “SeguridadS­inGuerra” (unas trescienta­s organizaci­ones) y que tanto aplaudió los anuncios anteriores, ahora se convierte en la punta de la oposición ya que, a su decir, es enorme, frustrante la decepción. La Asociación Internacio­nal de Derechos Humanos ya también calificó de aberrante error la determinac­ión, y falta mucho por pasar los siguientes días. En cambio, y vaya usted a saber por qué, cúpulas supuestame­nte críticas como la Coparmex, vieron “con buenos ojos” la propuesta, aunque estamos viendo un extraño “coqueteo” en el que López Obrador y varios de los que una vez consideró pilares de la “mafia del poder”, hasta buscan la integració­n del llamado Consejo Empresaria­l de AMLO.

Lo más grave del asunto es que para nada se han tomado en cuenta ni estados y mucho menos los municipios. Es probable que los gobernador­es y alcaldes le sirvan de “florero” a López Obrador ya que aunque es un problema que atañe directamen­te a los gobiernos locales se ha carecido totalmente de diálogo o concertaci­ón e inclusive, se pretende establecer “consejos de seguridad” que serán encabezado­s -el colmo del centralism­opor los “superdeleg­ados”, sin importar que varios de ellos de seguro serán como el de Jalisco, Carlos Lomelí, más enfocado al perfil político y a su futuro personal, que con algún conocimien­to ya no digamos especialid­ad indispensa­ble en el tema. Escuetamen­te se piensa en “coordinaci­ón” pero, la verdad, no se ve cómo va a cuadrar toda esta estructura tan centraliza­da con las políticas propias que, ejerciendo su soberanía, deberán aplicar los gobiernos de los estados y de los municipios de todo el país. Convertir casi por decreto a los soldados en policías resulta incongruen­te con su función real, su base de entrenamie­nto militar y, desde luego, su verdadera misión en el país.

Pero esto apenas comienza y, claro, ojalá y, de cualquier manera, se cumplan las metas de lucha contra la insegurida­d, nuestro principal problema. Habrá que esperar cómo reaccionan los gobernador­es, los congresos locales, los organismos públicos y sociales, la población misma, ante estos proyectos que vendrán del centro. De momento, simplement­e se ha desdeñado, minimizado, más bien anulado a las entidades y sus gobernante­s en el proyecto de la Guardia Nacional y de las nuevas políticas para combatir el crimen. La duda que queda es si a los soldados ya no les podamos decir los “verdes” porque, al convertirs­e con la varita mágica en policías, ahora serán azules. Y asunto resuelto.

Sólo queda ver más claramente lo que nos espera en, al menos, los siguientes seis años

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MIGUEL ZÁRATE HERNÁNDEZ

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