Milenio Jalisco

¡Al diablo con las institucio­nes!

- ENRIQUE ACEVEDO @Enrique_Acevedo

El autoritari­smo corre por las venas del presidente de Estados Unidos y su constante desprecio por la independen­cia del sistema judicial y el estado de derecho lo confirman. Los ataques contra las cortes, los jueces y las autoridade­s judiciales muestran la verdadera vocación de un hombre que rechaza cualquier noción de balance entre los poderes del Estado. Para Trump, la autoridad es una y no rinde cuentas ni deferencia­s ante nadie. Es el estilo de un hombre acostumbra­do a tomar decisiones desde un penthouse en Manhattan y no desde la Casa Blanca.

En plena celebració­n del Día de Acción de Gracias el mandatario republican­o se ha enfrascado en una guerra de tuits contra el presidente de la Corte Suprema, el ministro conservado­r John Roberts, a quien Trump ha criticado anteriorme­nte. Roberts reprochó que el presidente atacara

fallarPara a un juez por contra la proclamaci­ón con la que Trump busca transforma­r radicalmen­te el proceso para solicitar asilo en Estados Unidos. Una medida que responde a la presencia de miles de centroamer­icanos en la frontera.

Las cortes se han convertido en un muro para las acciones con las que el presidente Trump busca limitar la inmigració­n con o sin documentos hacia Estados Unidos.

El veto migratorio, la cancelació­n del

Trump, la autoridad es una y no rinde cuentas ni deferencia­s

programa de Acción Diferida, la reinstalac­ión de los beneficios para los inmigrante­s amparados por el estatus de protección temporal y las condicione­s para presentar una solicitud de asilo, son los ejemplos más importante­s en una larga lista de decisiones judiciales contra la estrategia antiinmigr­ante de Trump.

Pero no son solo las cortes. El Presidente removió al procurador general Jeff Sessions al considerar que no estaba protegiend­o sus intereses y lo reemplazó con un hombre que públicamen­te apoya su agenda política. También critica al fiscal independie­nte Robert Mueller y a cualquier funcionari­o en el Departamen­to de Justicia o el FBI que no lo apoye incondicio­nalmente. Exigiendo una lealtad malentendi­da.

Resulta entonces irónico que para un gobierno obsesionad­o con supuestas amenazas externas y enemigos foráneos inventados el asalto a las institucio­nes llegue desde el corazón de su democracia.

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