¡Al diablo con las instituciones!
El autoritarismo corre por las venas del presidente de Estados Unidos y su constante desprecio por la independencia del sistema judicial y el estado de derecho lo confirman. Los ataques contra las cortes, los jueces y las autoridades judiciales muestran la verdadera vocación de un hombre que rechaza cualquier noción de balance entre los poderes del Estado. Para Trump, la autoridad es una y no rinde cuentas ni deferencias ante nadie. Es el estilo de un hombre acostumbrado a tomar decisiones desde un penthouse en Manhattan y no desde la Casa Blanca.
En plena celebración del Día de Acción de Gracias el mandatario republicano se ha enfrascado en una guerra de tuits contra el presidente de la Corte Suprema, el ministro conservador John Roberts, a quien Trump ha criticado anteriormente. Roberts reprochó que el presidente atacara
fallarPara a un juez por contra la proclamación con la que Trump busca transformar radicalmente el proceso para solicitar asilo en Estados Unidos. Una medida que responde a la presencia de miles de centroamericanos en la frontera.
Las cortes se han convertido en un muro para las acciones con las que el presidente Trump busca limitar la inmigración con o sin documentos hacia Estados Unidos.
El veto migratorio, la cancelación del
Trump, la autoridad es una y no rinde cuentas ni deferencias
programa de Acción Diferida, la reinstalación de los beneficios para los inmigrantes amparados por el estatus de protección temporal y las condiciones para presentar una solicitud de asilo, son los ejemplos más importantes en una larga lista de decisiones judiciales contra la estrategia antiinmigrante de Trump.
Pero no son solo las cortes. El Presidente removió al procurador general Jeff Sessions al considerar que no estaba protegiendo sus intereses y lo reemplazó con un hombre que públicamente apoya su agenda política. También critica al fiscal independiente Robert Mueller y a cualquier funcionario en el Departamento de Justicia o el FBI que no lo apoye incondicionalmente. Exigiendo una lealtad malentendida.
Resulta entonces irónico que para un gobierno obsesionado con supuestas amenazas externas y enemigos foráneos inventados el asalto a las instituciones llegue desde el corazón de su democracia.