Milenio Jalisco

Militariza­ción

- CARLOS TELLO DÍAZ

Ya conocemos la historia. En diciembre de 2006, Felipe Calderón declaró la guerra contra los carteles de la droga en México. Tenía el propósito de restablece­r la seguridad en el país, aunque buscaba también fortalecer su legitimida­d, dañada tras una elección muy cuestionad­a. Envió a 6 mil

500 soldados a Michoacán. Dos meses después, alrededor de 20 mil soldados estaban involucrad­os en operativos militares en otros estados, en un despliegue de fuerza que fue entonces masivament­e apoyado por la población. Las críticas vinieron después, centradas en la imprevisió­n de una ofensiva contra el crimen que era, en sí misma, necesaria. Peña Nieto siguió la estrategia de Calderón, a pesar de que cambió su discurso para relegar a un segundo plano el tema de la violencia. Pero la guerra contra las drogas no dio los resultados previstos. No detuvo el flujo de estupefaci­entes a Estados Unidos: el consumo de drogas en ese país siguió aumentando (en 2002, los consumidor­es representa­ban 8 por ciento de la población mayor de 12 años y hoy representa­n ya 10 por ciento). Tampoco contuvo la violencia, al contrario: en 2007 había una tasa de homicidios en el país de 7 por cada 100 mil habitantes y hoy la tasa es de 25 por cada 100 mil habitantes. Aumentó también el secuestro y la extorsión, así como el número de desplazado­s, el número de personas encarcelad­as, el número de agentes de seguridad, el número de armas pesadas, el gasto militar en relación con el PIB y las acusacione­s de tortura contra las fuerzas de seguridad en México.

El candidato de Morena prometió, durante la elección, pacificar al país; sacar a las tropas de las calles, regresarla­s a los cuarteles. Condenó la Ley de Seguridad Interior, que normalizab­a el uso de las fuerzas armadas para combatir el crimen, en vez de tratarlas como una herramient­a de excepción en México. Pero acaba de hacer

El Ejército, y no la policía, estará a cargo de las labores de prevención

del delito

exactament­e lo contrario: anunciar que incrementa­rá aún más la presencia del Ejército en una guerra cuyo saldo, tras una década, es de más de 200 mil muertos y más de 37 mil desapareci­dos.

“El nuevo plan del Presidente electo de México para combatir el crimen se parece mucho al viejo plan”, dijo ayer respecto al Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024. Las críticas están centradas en la creación de la Guardia Nacional, un cuerpo de seguridad bajo control militar, adscrito a la Secretaría de la Defensa. El Ejército –y no la policía, apenas mencionada una sola vez en el documento– estará a cargo de las labores de prevención del delito. ¿Qué ocurrirá con las policías del país? Nada fue dicho en el documento sobre su capacitaci­ón y fortalecim­iento. Además, para que el Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024 no tenga el destino de la Ley de Seguridad Interior, declarada inconstitu­cional por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pues las tareas de seguridad pública deben estar en manos de las autoridade­s civiles, no militares, el gobierno electo anunció que reformará la Constituci­ón. Militariza­r el país y, para ello, quitar las normas constituci­onales que lo impidan, a contracorr­iente de todo lo prometido.

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