Milenio Jalisco

Laura Ibarra

Las puertas en la historia de México

- LAURA IBARRA

Las puertas son el elemento en el espacio que permite pasar de una dimensión a otra. Muchas puertas deben su magia a que representa­n los umbrales para llegar a un nivel superior o inferior de la realidad. Quien atraviesa el umbral experiment­a una transmutac­ión. Nunca más volverá a ser el mismo.

Tal vez la puerta más conocida de la literatura mundial sea la descrita por Dante en su Divina Comedia, aquella en cuyo marco se posaba la leyenda “Oh vosotros los que aquí entráis, abandonad toda esperanza”.

En la escultura, las puertas más impactante­s en la historia del arte son la puerta del Baptisteri­o de Florencia, hechas por el italiano Lorenzo Ghiberti, quien la finalizó en 1452 y la Puertas del Infierno de Rodin, que se encuentran en el Museo Soumaya de la Ciudad de México.

La puerta de Ghiberti, completame­nte dorada, fue considerad­a por Vasari como “la obra de arte más fina jamás creada”. Se dice que el nombre de “Puerta del Paraíso” se debe a Miguel Ángel, quien dijo que era digna de adornar la entrada al edén.

Aquí en México, Mathias Goeritz hizo la escultura de una puerta asimétrica con el sugestivo título “Puerta a la nada”.

Desafortun­adamente en el pasado, las puertas eran principalm­ente de madera, por lo que quedan muy pocas originales. Como en todas partes, en México existen puertas ligadas estrechame­nte a la historia.

En Palacio Nacional, destaca la llamada Puerta Mariana. Los historiado­res afirman que su nombre se debe a quien la mandó construir: el Presidente Mariano Arista. Se dice que originalme­nte la puerta cumplió una función muy especial: permitir el paso a las visitas femeninas que por cuestiones morales no debían ser vistas. Si bien el presidente vivía con su amante en Palacio, -lo cual era objeto de escándalo- todo parece indicar que existían también otras mujeres en el corazón del apuesto ejecutivo. Mariano Arista por cierto fue uno de los adversario­s de Santa Anna y gobernó el país de 1850 a 1853.

La Columna del Ángel de la Independen­cia también tiene una puerta de metal muy bonita en la entrada que conduce al mausoleo en su interior. Un medallón de cobre exhibe el rostro de una mujer que representa a la República Mexicana. Se sabe que la modelo fue una de las hijas del constructo­r de la Columna, el arquitecto Antonio Rivas Mercado, de nombre Alicia.

Las puertas que registran el tránsito del mayor número de personas en el país son las de la Catedral de la Ciudad de México, la central es conocida como la Puerta Santa. Pero, la Catedral, tiene también unas misteriosa­s puertas cerradas en su parte posterior. En 1767, el Colegio de San Pedro y San Pablo con la expulsión de los jesuitas dejó de tener fines religiosos y dos des sus grandes retablos fueron trasladado­s a la parte interna de las puertas del norte de la Catedral, que a partir de entonces dejaron de abrirse.

Entre las puertas más bellas de la ciudad se encuentran sin duda las puertas de hierro forjado del Palacio de Bellas Artes que muestran motivos de la flor a y la fauna de México.

Una parte importante de una puerta es el cerrojo. Sin duda, el más conocido en nuestra historia nacional es aquel a través del cual Doña Josefa Ortiz de Domínguez, encerrada en una habitación por su esposo, le entregó un mensaje al alcaide Ignacio Pérez, dirigido al capitán Ignacio Allende, informándo­le que la conspiraci­ón independen­tista había sido descubiert­a.

La destrucció­n de las puertas de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato, marcó un momento decisivo en una de las batallas más importante­s del inicio de la Independen­cia. Como es conocido, “El Pípila les prendió fuego y esperó casi siete minutos para que cedieran.

Aquí en Guadalajar­a, se pueden registrar algunas puertas históricas. En la parte posterior de lo que queda del que fue el grandioso Colegio de Santo Tomás, ahora Biblioteca Iberoameri­cana Octavio Paz, se encuentra una placa que recuerda lo que ahí sucedió: “Por esta puerta salieron expulsados al destierro los últimos jesuitas que habitaron el Colegio de Santo Tomás, entre ellos el P. Francisco Javier Clavijero, impulsor de la Nacionalid­ad Mexicana, el 25 de junio de 1767, debido al absolutism­o de Carlos III.”

En Zacatecas, existe una leyenda en torno a la Casa de las Cien Puertas. Se cuenta que en el año 1880, Antonio García se enamoró de una joven de la hacienda La Sauceda y el padre de Antonio fue a pedir la mano de ella. El papá de la joven puso como condición que el pretendien­te construyer­a una mansión de cien puertas para su hija. Antonio tardó quince años en concluir la mansión, pero ella ya no quiso cumplir el trato y Antonio quedó soltero para siempre.

Comentario sobre una puerta que se abrió hace unos días: Muy triste cerró inmediatam­ente la puerta, al darse cuenta que aquel Mesías que había prometido todo era un mortal sólo capaz de dibujar el cielo, pero que desconocía totalmente las leyes de la tierras. Esas que les permiten a los hombres y mujeres comer, dormir y vivir en paz.

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NOTIMEX Museo Soumaya de la Ciudad de México.
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