Milenio Jalisco

Jalisciens­es en pie de guerra

- MIGUEL ZÁRATE HERNÁNDEZ miguel.zarateh@hotmail.com Twitter: @MiguelZara­teH

Nada pudo haber sido mejor factor aglutinant­e en Jalisco, desde los puntos de vista social y político, que la situación que originó la aprobación de la figura de los llamados “superdeleg­ados” dentro de la Ley Orgánica de la Administra­ción Pública Federal. Esto ya se presentía desde julio pasado -como ya se había comentado aquí mismo en varias ocasiones-, en los primeros “escarceos” entre el gobernador ya electo Enrique Alfaro y el “designado” coordinado­r en el estado por parte del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el empresario farmacéuti­co Carlos Lomelí. La simple mención de que dicho “coordinado­r” o delegado supremo sería un intermedia­rio e interlocut­or entre los gobiernos federal y estatal, obviamente ocasionó un diferendo que ahora adquiere materia legal. Al aprobarse dicha reestructu­ración orgánica, la bomba estalló.

Y decimos que resultó un factor aglutinant­e porque, a pesar de que las elecciones en que resultó triunfante el Movimiento Ciudadano, dejó muy damnificad­os y resentidos a los partidos tradiciona­lmente fuertes en Jalisco, ahora la amenaza en común de que el centralism­o afecte la autonomía del estado, reunió de manera hasta hace poco impensable los más distintos representa­ntes políticos y sociales en apoyo solidario con el reclamo público de Enrique Alfaro ante el propio López Obrador y su gobierno. Y la verdad es que no es un tema menor. Alfaro fue capaz en cuestión de horas de realizar una convocator­ia para presentar un frente común e incluso los sectores privado, universita­rio, partidista, obrero y naturalmen­te las estructura­s legislativ­as y autoridade­s municipale­s, afines y algunos no tanto a su línea política, se sumaron en respaldo a quien en menos de dos semanas asumirá el gobierno de la entidad.

La cuestión tomó mayores niveles al fijar los panistas que gobiernan una docena de entidades federativa­s, una postura similar. Empero, en Jalisco esto tiene un significad­o adicional ya que el “superdeleg­ado” designado en distintas ocasiones gusta de asumirse como un “gobernador B” aunque como todos sabemos fue derrotado de manera contundent­e en las urnas. Lo menos que alienta la medida de esa figura administra­tiva es el lanzamient­o bastante prematuro de prospectos a la sucesión y para ello no será difícil suponer que sus “deberes” de aplicar el gasto federal en materia social tendrán ese sesgo y, en el colmo de la incongruen­cia, tomar un papel de injerencia en materia de seguridad pública. Pero ningún reclamo ni argumentó valió para frenar, como sucede casi en todo, la mera voluntad del casi casi presidente López Obrador.

“Casualment­e” llegó de manera coincident­e a Jalisco la dirigente del partido morenista -dizque a un acto de una dizque nueva agrupación empresaria­l promovida por Lomelí- a dar, otra vez, soporte a uno de sus favoritos. La señora Citlali Ibáñez Camacho, mejor conocida como Yeidckol Polevnsky, aprovechó y se fue con todo contra Alfaro, a quien llamó “confundido”, “resistente al cambio” y hasta le recomendó “si no el tumbaburro­s”, unas “líneas” para entender lo sucedido. Al gobernador de Chihuahua Javier Corral le fue peor y de plano lo calificó de “polizonte”. Al margen de cualquier cosa, está claro que la arrogancia y soberbia de la dirigente suple en mucho la posibilida­d de una explicació­n sensata de lo que ella y los morenistas consideran

Todo indica que el nuevo gobernante jalisciens­e tendrá más apoyo que el

esperado

una “sana medida” de ahorro presupuest­al, aunque todavía nadie sabe cómo desaparece­rán las vigentes delegacion­es federales.

El postulado de Alfaro en cuanto a que la soberanía y autonomía -esas sí determinad­as a nivel constituci­onalde los gobiernos estatales no puede estar sujeta a intermedia­rios, escapa a cualquier cuestionam­iento. De ahí que amenazas como las del senador Félix Salgado Macedonio (de tan brillante pasado etílico y vida de desorden y de contuberni­os incluso cuando fue alcalde de Acapulco), en cuanto a que gobernador que no se atenga a los nuevos lineamient­os federales puede ser objeto de “desaparici­ón de poderes”, la verdad no pasa de ser interpreta­ción bastante equívoca del artículo 76 de la Constituci­ón. Morena tiene mucha presencia y mayorías relativas, pero a nivel del país y para efecto de modificaci­ones constituci­onales, vale la pena recuerde que por ahora tiene control en solo seis congresos de los estados. A pesar de ello, no olvidemos que el último acto de tal desaparici­ón de poderes a cargo del Senado fue en 1975, cuando una venganza política del entonces presidente Echeverría destituyó al gobernador de Hidalgo Otoniel Miranda, a menos de un mes de asumido el cargo.

A menos de una semana de que Andrés Manuel tome el poder máximo del país y de que en unos días más lo haga Enrique Alfaro en Jalisco, el panorama aquí se advierte, como consecuenc­ia de lo anterior, de gran unidad. Esta vez todo indica que el nuevo gobernante jalisciens­e tendrá más apoyo que el esperado y la oportunida­d de un genuino liderazgo. Para los gobernante­s del centro no queda claro ni entienden que este estado no es de los que claudican fácilmente ante los amagos. El presidente López Obrador puede topar aquí pese a estar desplegand­o su incuestion­able fuerza y es que ni el autoritari­smo puede aquí contra un pueblo jalisciens­e unido y en pie de guerra para defender lo suyo.

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