Jaliscienses en pie de guerra
Nada pudo haber sido mejor factor aglutinante en Jalisco, desde los puntos de vista social y político, que la situación que originó la aprobación de la figura de los llamados “superdelegados” dentro de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal. Esto ya se presentía desde julio pasado -como ya se había comentado aquí mismo en varias ocasiones-, en los primeros “escarceos” entre el gobernador ya electo Enrique Alfaro y el “designado” coordinador en el estado por parte del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el empresario farmacéutico Carlos Lomelí. La simple mención de que dicho “coordinador” o delegado supremo sería un intermediario e interlocutor entre los gobiernos federal y estatal, obviamente ocasionó un diferendo que ahora adquiere materia legal. Al aprobarse dicha reestructuración orgánica, la bomba estalló.
Y decimos que resultó un factor aglutinante porque, a pesar de que las elecciones en que resultó triunfante el Movimiento Ciudadano, dejó muy damnificados y resentidos a los partidos tradicionalmente fuertes en Jalisco, ahora la amenaza en común de que el centralismo afecte la autonomía del estado, reunió de manera hasta hace poco impensable los más distintos representantes políticos y sociales en apoyo solidario con el reclamo público de Enrique Alfaro ante el propio López Obrador y su gobierno. Y la verdad es que no es un tema menor. Alfaro fue capaz en cuestión de horas de realizar una convocatoria para presentar un frente común e incluso los sectores privado, universitario, partidista, obrero y naturalmente las estructuras legislativas y autoridades municipales, afines y algunos no tanto a su línea política, se sumaron en respaldo a quien en menos de dos semanas asumirá el gobierno de la entidad.
La cuestión tomó mayores niveles al fijar los panistas que gobiernan una docena de entidades federativas, una postura similar. Empero, en Jalisco esto tiene un significado adicional ya que el “superdelegado” designado en distintas ocasiones gusta de asumirse como un “gobernador B” aunque como todos sabemos fue derrotado de manera contundente en las urnas. Lo menos que alienta la medida de esa figura administrativa es el lanzamiento bastante prematuro de prospectos a la sucesión y para ello no será difícil suponer que sus “deberes” de aplicar el gasto federal en materia social tendrán ese sesgo y, en el colmo de la incongruencia, tomar un papel de injerencia en materia de seguridad pública. Pero ningún reclamo ni argumentó valió para frenar, como sucede casi en todo, la mera voluntad del casi casi presidente López Obrador.
“Casualmente” llegó de manera coincidente a Jalisco la dirigente del partido morenista -dizque a un acto de una dizque nueva agrupación empresarial promovida por Lomelí- a dar, otra vez, soporte a uno de sus favoritos. La señora Citlali Ibáñez Camacho, mejor conocida como Yeidckol Polevnsky, aprovechó y se fue con todo contra Alfaro, a quien llamó “confundido”, “resistente al cambio” y hasta le recomendó “si no el tumbaburros”, unas “líneas” para entender lo sucedido. Al gobernador de Chihuahua Javier Corral le fue peor y de plano lo calificó de “polizonte”. Al margen de cualquier cosa, está claro que la arrogancia y soberbia de la dirigente suple en mucho la posibilidad de una explicación sensata de lo que ella y los morenistas consideran
Todo indica que el nuevo gobernante jalisciense tendrá más apoyo que el
esperado
una “sana medida” de ahorro presupuestal, aunque todavía nadie sabe cómo desaparecerán las vigentes delegaciones federales.
El postulado de Alfaro en cuanto a que la soberanía y autonomía -esas sí determinadas a nivel constitucionalde los gobiernos estatales no puede estar sujeta a intermediarios, escapa a cualquier cuestionamiento. De ahí que amenazas como las del senador Félix Salgado Macedonio (de tan brillante pasado etílico y vida de desorden y de contubernios incluso cuando fue alcalde de Acapulco), en cuanto a que gobernador que no se atenga a los nuevos lineamientos federales puede ser objeto de “desaparición de poderes”, la verdad no pasa de ser interpretación bastante equívoca del artículo 76 de la Constitución. Morena tiene mucha presencia y mayorías relativas, pero a nivel del país y para efecto de modificaciones constitucionales, vale la pena recuerde que por ahora tiene control en solo seis congresos de los estados. A pesar de ello, no olvidemos que el último acto de tal desaparición de poderes a cargo del Senado fue en 1975, cuando una venganza política del entonces presidente Echeverría destituyó al gobernador de Hidalgo Otoniel Miranda, a menos de un mes de asumido el cargo.
A menos de una semana de que Andrés Manuel tome el poder máximo del país y de que en unos días más lo haga Enrique Alfaro en Jalisco, el panorama aquí se advierte, como consecuencia de lo anterior, de gran unidad. Esta vez todo indica que el nuevo gobernante jalisciense tendrá más apoyo que el esperado y la oportunidad de un genuino liderazgo. Para los gobernantes del centro no queda claro ni entienden que este estado no es de los que claudican fácilmente ante los amagos. El presidente López Obrador puede topar aquí pese a estar desplegando su incuestionable fuerza y es que ni el autoritarismo puede aquí contra un pueblo jalisciense unido y en pie de guerra para defender lo suyo.